Juan Belmonte se pegó un tiro un domingo de Pasión en su cortijo. Ese día, mayor y enfermo, dicen que se dio cuenta de que sus piernas no le servían ya para montar a su caballo. Pero a él le hubiera gustado morir en la plaza, con el toro. Como Joselito el Gallo, su gran amigo y rival y una larga lista de toreros.
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