«Si algo se puede afirmar ya con certeza indubitada tras todo lo oído en la primera sesión de investidura de ese Torra de la triste estampa es que el hombre y la mujer catalanes resultan ser criaturas poco hechas y anárquicas. Nada extraño si se repara en la desoladora evidencia de que los catalanes y las catalanas llevan cientos de años viviendo en un estado de triste miseria cultural, mental, espiritual y, sobre todo, lingüística. Es cierto, sí, que a menudo catalanes y catalanas dan pruebas de una excelente madera humana, pero procede admitir no obstante que, tanto ellos como ellas, constituyen la muestra de menor valor social y espiritual de España. Si por la fuerza del número llegasen algún día a dominarla, destruirían España. Y difícilmente podría ser de otro modo teniendo en cuenta que, tal como la ciencia ha acreditado sin lugar a dudas, el ADN de los catalanes está muy cerca del de los magrebíes y africanos, a diferencia del resto de los españoles, prácticamente indistinguible este último del tan característico en germanos, suecos, daneses y noruegos.»
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