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El nacimiento de las vanguardias en el Reina Sofía

Tres foramontanos en Valladolid 10 Dic 2021 - 07:21 CET
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Por José María Arévalo

(“Conciencia tranquila”1897.Julio Romero de Torres)

Ahora, en el recién pasado mes de noviembre, se ha estrenado el cuarto episodio de la reordenación de la Colección que acomete actualmente el Museo Reina Sofía. El primero de ellos, “Nos ven: de la modernidad al desarrollismo”, se centraba en el periodo de la Guerra Fría, con la hegemonía cultural de EE.UU. y las exposiciones como arma de poder del franquismo durante el desarrollismo como principales temáticas. El segundo, “Los enemigos de la poesía: Resistencias en América Latina”, se dedicaba al arte producido entre 1964 y 1987 en aquella área geográfica y en su relación con España. “Pensamiento Perdido: Autarquía y Exilio” ha sido el tercer episodio, que narra el complejo contexto en el que vivieron tanto los creadores que permanecieron en España como los que se exiliaron a consecuencia de la guerra civil y para mostrar su producción artística entre 1939 y los años 50.

“Los territorios de la vanguardia: ciudad, exposiciones y revistas”

Ahora el Museo Reina Sofía presenta el cuarto episodio de la reordenación de su Colección, que se adentra en los momentos históricos en los que nacieron las vanguardias artísticas, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Bajo la denominación “Los territorios de la vanguardia: ciudad, exposiciones y revistas”, las nuevas salas destacan el papel fundamental que desempeñaron diversos “territorios” en su surgimiento: la ciudad, con sus entornos burgués y obrero; las exposiciones y las galerías, así como las publicaciones y las revistas –que permitieron a los artistas comunicarse entre sí y adentrarse en lo desconocido–; y los nuevos espacios ciudadanos de consumo visual, como los lugares de ocio o los escaparates de las tiendas.

(Máscaras de la cultura Senufu, Gelede, Baule y Punu, y una obra de Picasso)

Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, recuerda que «no se puede entender la modernidad sin analizar el hecho de que esta ocurre fundamentalmente en y a través de la ciudad, la exposición y la revista o el periódico. La primera no era solo el lugar de conflicto, sino también de descubrimiento y sorpresa. La ciudad y la poesía moderna se encuentran completamente entrelazadas desde Charles Baudelaire. Del mismo modo, si en otras épocas los creadores plásticos trabajaban fundamentalmente para los espacios religiosos y los palacios, en el XIX se instauran las salas de exposiciones, los salones, las galerías y, más tarde, los museos, como lugar privilegiado en los que mostrar la producción artística. Los medios impresos, la revista, el pasquín o el periódico son esenciales para el debate de ideas y la agitación artística y política».

Dalí, Klee, Miró, Picabia, Picasso, Romero de Torres

En conjunto se reúnen más de 400 obras –algunas expuestas por primera vez– de artistas plásticos tan diversos y significativos como Hans Arp, Rafael Barradas, María Blanchard, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Juan Gris, George Grosz, Paul Klee, Jacques Lipchitz, André Masson, Joan Miró, Francis Picabia, Pablo Picasso, Julio Romero de Torres u Olga Sacharoff; fotógrafos como Brassai, José Ortiz Echagüe, Man Ray, Paul Strand o Lewis Wickes Hine; arquitectos como Ildefonso Cerdá; e influyentes pensadores y promotores del arte como Carl Einstein,el surrealista Georges Bataille –que creó las revistas Documents y Acéphale– o galeristas como Josep Dalmau. Además se muestra abundante material procedente del Centro de Documentación del Museo que complementa el discurso del recorrido.

El Reina Sofía explica el nacimiento de las vanguardias con 400 obras que sintetizan su nacimiento y auge, con un espacio privilegiado para el flamenco. Levanta el telón a una docena de salas nuevas de la colección permanente y 400 obras de Picasso, Buñuel, Dalí, Gris, Paul Klee, María Blanchard, Maruja Mallo, Picabia o Julio Romero de Torres dedicadas a rastrear el nacimiento de las vanguardias, desde finales del siglo XIX hasta los años 30. Un nuevo relato, que se extiende en la segunda planta del edificio Sabatini, e incluye una sala dedicada al flamenco que se ubicará junto al Guernica.

El papel de los territorios

Recoge las vanguardias desde finales del siglo XIX hasta los años 30 y además, se dedica espacio también a nuevos espacios ciudadanos de consumo visual, como los lugares de ocio o los escaparates de las tiendas. Barcelona tiene un peso fundamental en esta propuesta ya que fue escenario de algunos hitos artísticos de primer nivel.

Partiendo de un contexto, el de las ciudades burguesas que se están transformando y son lugar de conflicto en los albores del siglo XX, las primeras salas se centran en la fotografía social, con trabajos como Subiendo al tren (1909) de Lewis Wickes Hine (1874-1940, EE.UU.) o la serie Fotografía-Nueva York (1916), de Paul Strand (1890, EE.UU.-1976, Francia), que reflejan y denuncian la pobreza sistemática de la clase obrera de la época en las ciudades.

Le sigue una dedicada a la arquitectura y las soluciones que trataron de ponerse en marcha frente la crítica situación que se vivía en las urbes, como las de Ildefonso Cerdá, artífice de la creación del barrio del Ensanche de Barcelona, o la de la cooperativa La Flor de Mayo –también en Barcelona- que perseguían que la gente dejase de vivir en barracas y lo hiciera en un entorno más racional e higiénico con zonas verdes, escuelas y mercados.

Barcelona durante la I Guerra Mundial

Mientras duró la Primera Guerra Mundial, Barcelona fue también refugio de numerosos artistas de la vanguardia europea como Robert Delaunay y Sonia Delaunay que formaron una excéntrica colonia y dieron lugar a que la ciudad fuera sede del primer happening de la historia del arte (1916): un combate de boxeo entre el artista dadá Arthur Cravan y el campeón Jack Johnson, del que se puede ver un cartel.

También lo fue de una de las primeras exposiciones cubistas del mundo en las famosas Galerías Dalmau, que ocupa otra de las salas.

Las revistas

Uno de los principales vehículos de promoción de las nuevas corrientes artísticas, las revistas, está presente a lo largo de todo recorrido y, en palabras del director del centro de arte, Manuel Borja-Villel, “tienen una grandísima importancia como vía de comunicación de nuevas ideas”.

La surrealista Documents de Georges Bataille, por ejemplo, congregó en sus páginas obras de Miró, Picasso o André Masson, que acompañan numerosos ejemplares, aunque Ilustraron artículos también Hans Arp, Jacques Lipchitz o Paul Klee.

Menos conocida es la Gaceta del Arte, editada en Tenerife por el pintor y crítico canario Eduardo Westerdahl, que se expone junto a una obra, Antro de Fósiles, de Maruja Mallo, una de las artistas que promovió.

Entre las obras más destacadas del recorrido se pueden ver, por primera vez en conjunto, tres de gran formato de Dalí: Cuatro mujeres de pescadores en Cadaqués, Composición abstracta y Sin Título, que reflejan la atracción del catalán por lo deforme.

(Picasso)

Frente a ellas, el guiño de Comiendo erizos, de Buñuel, que muestra a la familia del artista de Cadaqués. El cineasta está presente también con Un perro andaluz y La edad de oro.

La expansión del surrealismo en el mundo de la fotografía se puede ver en un grupo de instantáneas de Man Ray, Dora Maar, Brassai y otros autores sobre el cuerpo de la mujer que ocupan toda una sala.

Tampoco faltan algunas de las mejores obras de los fondos del museo, como Rostro del Gran Masturbador de Dalí, La nadadora de Picasso o Graffiti de Brassai.

Conexión vanguardia-flamenco

La conexión entre vanguardia y lo popular se encuentra a lo largo de todo el recorrido, especialmente en apartados dedicados a las Misiones Pedagógicas, La Barraca o la Residencia de Estudiantes, pero es especialmente destacable en la sala dedicada al flamenco, ubicada en un lugar de honor: en la sala contigua al Guernica.

“El cante jondo es el enigma, eso que solo se puede expresar por la voz. El flamenco permite a los artistas reconectar con la gente, pero no a través del arte ilustrado, sino del movimiento del cuerpo”, explica Borja-Villel.

Símbolos inequívocos del universo del flamenco aparecen una y otra vez en obras como Bailarina española de Miró, La Guitarra de Juan Gris, El gitano de Robert Delanunay o Mujer con abanico de María Blanchard y otras muchas más congregadas en la sala.

Pero no solo en pintura: la sala incluye también un traje de baturro y gran parte del decorado que el pintor y escultor Alberto Sánchez hizo para La romería de los cornudos (1933) de Federico García Lorca. Un decorado, por cierto, muy alejado de lo folclorico.

Este tipo de iniciativas forma parte del viaje del arte español hacia lo popular, que ocurre desde el principio del arte moderno en nuestro país pero que se explicita de manera contundente a finales de los 20 y durante los 30 sobre todo través de las colaboraciones entre artistas músicos, bailarines, etc.

En este sentido, una de las piezas más evocadoras de la sala es Bailes primitivos flamencos, una idea del bailaor Vicente Escudero filmada por Herbert Matter y en el que el bailarín, que defendió la conexión entre danza, cubismo y surrealismo, se mueve al compás de un sonido de motor, ahora bailando a escasos metros del Guernica.

Muchos artistas vanguardistas incorporaron en sus obras el flamenco a través de motivos como la guitarra que aparece en Bodegón (1926) de Manuel Ángeles Ortiz (1895 España-1984, Francia), el abanico de María Blanchard (1881, España-1932, Francia) en Mujer con abanico (1916) o los vestuarios de bailarinas españolas diseñados por Natalia Goncharova (1881 Rusia-1962, Francia).

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