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La Inmaculada de Gregorio Fernández más desconocida

Tres foramontanos en Valladolid 01 Ene 2022 - 07:29 CET
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Por José María Arévalo

(Imagen de la Inmaculada de Gregorio Fernández en la Vera Cruz de Salamanca)

Vamos a empezar el año con un tema bonito, y muy apropiado para celebrar la fiesta de nuestra Madre hoy, la Inmaculada de Gregorio Fernández más desconocida. Así lo comentaba La Gaceta Regional hace unas semanas, que esta imagen de la iglesia salmantina de la Vera Cruz que ahora celebra sus 400 años, es la Inmaculada de Gregorio Fernández más desconocida, incluso en Salamanca, por su recóndita ubicación.   Y asimismo que es la única imagen de Gregorio Fernández que se conserva en Salamanca; y que (entre muchos otros detalles que ahora veremos, tomados de un artículo del catedrático jubilado de  Historia del Arte de la Universidad de Salamanca Antonio Casaseca en la publicación ‘Lignum Crucis’) el elevado ‘caché’ de G. Fernández entonces, aplazó el contrato de la cofradía con el escultor un año: costó 2.100 reales nada menos.

Esta imagen del llamado “maestro de la gubia”, fue modelo que imitaron muchas esculturas de la Inmaculada que se hicieron en el Barroco. Gregorio Fernández repitió también este tema muchas veces. Yo conozco unas cuantas, bien suyas, bien de su taller de la calle de la capital vallisoletana que hoy lleva su nombre, una arteria que baja del paseo de Zorrilla hacia el río. Del propio maestro creo que la más conocida es la del Carmen Extramuros también de Valladolid, que ya hemos comentado en estas páginas porque fue una donación de la familia de mi amigo Luis Barco Balboa, que me contó –en aquellos años 70 y 80 en que trabajábamos juntos los casos de Renault- cómo luchó para que se pusiera en el Carmen Extramuros una cartela cerca de esta imagen que explicara que se trataba de una donación efectuada por la familia Barco, y no  lo consiguió, a pesar de llevarlo a los tribunales y de que mi amigo era un experto abogado vallisoletano. No sé si no lo consiguió por no poder acreditar fehacientemente la donación, o por cuestiones de procedimiento; me inclino a lo primero, ya que si hubiera constado claramente la donación, me extraña que la Iglesia no hubiera aceptado hacerlo constar de algún modo junto a la imagen, dado el extraordinario valor de ésta.

(La Inmaculada del valisoletano Carmen Extramuros)

Una Virgen supuestamente “pepona”

Por cierto, a esa imagen de la Inmaculada de Gregorio Fernández en el Carmen Extramuros, le hice unas fotos, unas con flash y otras con exposición, que me dieron un resultado muy interesante. Siempre me había sorprendido que Gregorio Fernández hiciera estas inmaculadas tan “peponas”, cuando tenemos en Valladolid muchas esculturas suyas extraordinarias, de un gran realismo, también de imágenes de la Virgen como la Piedad de la iglesia de la Vera Cruz. Es sabido que inicialmente esta Piedad la hizo G. Fernández para el conjunto llamado El Reventón, y gustó tanto a la gente que la pusieron en el retablo del altar mayor y le pidieron hiciera otra más sencilla para procesionar el conjunto escultórico, y así ahora pueden verse ambas en la iglesia penitencial, y ambas de un realismo total. Así me preguntaba yo porqué esculpía en cambio las inmaculadas con una papada excesiva, nada realista.

Pues bien, estas fotos que tomé hace años me dieron cumplida respuesta: en las fotos con flash aparecía efectivamente la Virgen muy, pero que muy pepona, en cambio en las que hice con exposición, se veía el rostro de la Virgen perfecto, el cuello totalmente oscuro porque la luz le entraba de arriba, de un lucernario que tenía en el techo la capilla en la que estaba entonces la imagen, una de las del lateral izquierdo –mirando al altar mayor- del Carmen Extramuros. Años después, en que he ido a hacer la romería de mayo a esta imagen con algún amigo, he comprobado que la han trasladado a la capilla -más grande- que hay cerca del altar mayor del lado del evangelio, en las que la luz no entra ya de arriba del todo sino de ventanales laterales, por lo que el efecto de rostro “pepón” se mantiene, como en las fotos que adjunto a este artículo, tanto de la inmaculada de Salamanca como de las del vallisoletano Carmen Extramuros.

Lo curioso es que todas estas inmaculadas –incluso he visto algunas así, de escuela andaluza del siglo XVIII- son igual de peponas y es evidente que no todas se esculpieron para colocar en altares iluminados desde un lucernario en lo alto. ¿Qué explicación hay? Pues la ya apuntada de que la primera que esculpiera Gregorio Fernández  tuvo tal aceptación y éxito que después ya todas siguieron el mismo modelo, como también ocurrió en pintura con la Inmaculada de Ribera que también hay en Salamanca. Además de la “papada” notable de estas tallas, otra característica que las hace poco realistas es el acusado volumen del vientre, que parece como si estuviera la Virgen en estado, lo que no concuerda con una representación de la Inmaculada; este abultamiento  es típico de las esculturas que se colocan en alto, como las crucifixiones que coronan los retablos, en las que se fuerza el tamaño de las rodillas del crucificado y los vientres de la –virgen y San Juan, para que la distancia y altura haga ver las figuras como normales. O sea, que además de estar pensada la imagen de G. Fernández para recibir iluminación de arriba, estaba pensada para colocar en alto. Y esas dos características, la cara “pepona” y el vientre saliente, de la primera Inmaculada de G. Fernández, se mantuvieron, dado el  exito que alcanzó, en las suyas posteriores y las otras muchas que en ellas se inspiraron. Lo que no ocurrió, por ejemplo, con los  yacentes, que de la misma forma se repitieron en G.  Fernández, su taller y otros muchos escultores, pero que por ser tallas para contemplar a la altura de la vista como mínimo, fueron talladas con el mayor realismo.

Ahora bien, ¿cuál fue anterior de estas dos que comentamos y pudo ser, quizá, la primera, que sirvió de modelo a todas las demás? La del Carmen Extramuros fue realizada –nos dice Wikipedia- por Gregorio Fernández en 1634, y la salmantina cumple ahora 400 años, es decir se compró en 1622, y a lo mejor se esculpió un año antes, ya que nos cuenta la Gaceta que el elevado ‘caché’ del escultor aplazó el contrato un año. Pero lo que no sabemos es si hay otras inmaculadas del “maestro de la gubia” anteriores, que pudieran ser las que sirvieron de modelo. La Gaceta Regional parece indicar que el catedrático de  Historia del Arte Antonio Casaseca, cuyas observaciones recoge, se inclina porque esta salmantina fue la primera.

(Un rostro de niña y manos largas y finas de la talla en Salamanca)

Rostro de niña y  manos largas y finas  

El patrón de la Inmaculada –explica, ya decimos, La Gaceta- de  la salmantina Vera Cruz se repite en las  imágenes de Gregorio  Fernández, pocas realizadas por él mismo, como la de  Salamanca, pero fue un modelo que se repitió en todo el Barroco. La  imagen representa el rostro de  niña, esbozando ligeramente  una sonrisa, con las manos  finas y alargadas. Me ha sorprendido mucho la imagen salmantina por ese parecido a una niña, pero sobre todo por ser bellísima, para mi gusto más que la del vallisoletano Carmen Extramuros.

La corona  está decorada con pedrería de  cristales y esmaltes, de las que  salen rayos de luz coronados  con doce estrellas. Los rayos dorados que rodean  la imagen representan al sol  de la gloria de Dios, que  envuelve a María, la mujer  apocalíptica. El delegado de  Patrimonio de la Diócesis de  Salamanca, Tomás Gil, detalla  en la publicación  ‘EvangelizARTE’, sobre la  representación de los rayos que rodean a la imagen de  Gregorio Fernández en una  especie de mandorla, que unos son curvos por ser el  fuego y otros rectos por ser la  luz.

Una de las aportaciones más  valiosas de la Inmaculada de  Gregorio Fernández es la delicada policromía realizada  por Antonio González. La orla  dorada del manto tiene unos  medallones dedicados a las letanías del Cantar de los  Cantares. En la decoración se  expresan las virtudes teologales: esperanza, fe y caridad

IV Centenario  de esta Inmaculada de Gregorio  Fernández

EL cardenal y arzobispo  emérito de Sevilla, Carlos  Amigo Vallejo, ponía la  primera piedra del IV Centenario  de esta Inmaculada de Gregorio  Fernández. Desde la parte superior del retablo mayor de la capilla de la Vera Cruz, ha pasado muchos años desapercibida debido, en gran parte, a que los detalles de la imagen  no son perceptibles desde la posición de los feligreses. Los salmantinos han podido disfrutar unos días  de la imagen en una posición mucho más cercana, una situación  que no se producía desde el año 2006, con motivo del V Centenario  de la cofradía salmantina.

La única imagen del prestigioso escultor Gregorio Fernández con que cuenta esta ciudad, no estuvo exenta de complicaciones hasta su llegada a Salamanca. El elevado caché del escultor obligó a la cofradía a  pensárselo varias veces antes de  acometer una obra que tenía un  coste de 2.100 reales, 1.100 que deberían pagarse tras firmar las escrituras y el resto tras recibir la imagen. Tras conocer el presupuesto, la cofradía se lo pensó  mejor y decidió encargarle el trabajo al escultor salmantino Pedro Hernández, pero siguiendo  las líneas maestras de Fernández en el convento vallisoletano  de San Francisco, tal y como detalla el catedrático jubilado de  Historia del Arte de la Universidad de Salamanca Antonio Casaseca en la publicación ‘Lignum  Crucis’.

Con el encargo ya realizado,  el colectivo se topó con las demoras y retrasos en el taller de Hernández que se había comprometido a tenerla realizada en cinco meses. El plazo se demoró y finalmente se optó por volver a la  idea inicial y pedir a Fernández  que hiciera la obra con el consiguiente cabreo para el escultor  salmantino que pidió una indemnización por sus traslados a  Valladolid. Finalmente, el 2 de  junio de 1620 —casi un año después de la primera visita a la ciudad del Pisuerga— se firmó el  contrato de una de las imágenes  que tendría mayor impacto entre  los fieles salmantinos y que sirvió de modelo para las siguientes  piezas de la época.

“Una de sus obras más logradas”

Hay que recordar que habría que esperar  dos siglos más para que el dogma  de la Inmaculada Concepción  fuera aprobado por la Iglesia Católica, pero en Salamanca hay buenas muestras del fervor despertado varios siglos antes. “Rara es la iglesia o convento que no  cuente con una Inmaculada inspirada en los modelos de Gregorio Fernández, y la que se venera  en la ermita de la Vera Cruz es  una de sus obras más logradas”,  detalla Casaseca. La imagen  cumple con gran parte de los  prototipos del dogma: el rostro de niña, el manto azul y uno de  los detalles que ofrece la imagen y no se responde en el resto de  inmaculadas: la magnífica policromía de Antonio González,  realizada en el mismo taller del  escultor, con la presencia de letanías.

Los visitantes han podido presenciar con mayor lujo de detalles esta obra que desde el camarín es prácticamente imperceptible por el conjunto de los feligreses. A lo largo del año, la  Vera Cruz ha organizado una serie de actos que tendrá a la Inmaculada como protagonista: el 1 de mayo volverá a salir a las calles, algo que no hacía desde 1932.

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