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El realismo íntimo de Isabel Quintanilla, en el Thyssen 

Tres foramontanos en Valladolid 05 May 2024 - 07:24 CET
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Por José María Arévalo

(‘Homenaje a mi madre’ es uno de los lienzos que realizó en memoria de su progenitora, que era modista. Se conserva en la Pinakothek der Moderne de Múnich)

La artista madrileña, que captó con minuciosidad los detalles de la vida cotidiana, se convierte en la primera española a la que el Museo Thyssen dedica una exposición monográfica, del 27 de febrero al 2 de junio de este año. Uno no siempre es profeta en su tierra y ese es el caso de la artista madrileña Isabel Quintanilla, una de las máximas representantes del realismo contemporáneo español, que ha sido más reconocida fuera de España que en su país. Al menos, hasta ahora, ya que el Museo Thyssen le rinde tributo con una exposición monográfica, la primera dedicada a una mujer, compuesta por un centenar de obras que descifran a Quintanilla como una figura fundamental del arte.

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza dedica por primera vez una exposición monográfica a una artista española, Isabel Quintanilla (1938-2017), figura fundamental del realismo contemporáneo. La muestra reúne 90 obras, incluyendo sus pinturas y dibujos más sobresalientes, muchos de los cuales no se han visto nunca en España ya que pertenecen a museos y colecciones de Alemania, donde tuvo gran reconocimiento en las décadas de 1970 y 1980. La selección de obras abarca las seis décadas en las que pintó, desde La lamparilla (1956), la más antigua que se conserva, hasta Bodegón Siena (2017), la última que entregó a su galerista poco antes de fallecer, y se presentan a través de seis secciones temáticas y cronológicas en las que se suceden bodegones, interiores, paisajes y jardines.

(Parcial de «Cuarto de baño».1968. Óleo sobre tabla, 100 × 75 cm . Colección privada)

La muestra, comisariada por Leticia de Cos, propone un recorrido por el universo de la pintora, protagonizado por sus objetos personales y por la intimidad de sus viviendas y talleres. Pero estos ambientes y elementos cotidianos forman parte, a su vez, del imaginario colectivo, por lo que apelan directamente a las emociones del espectador, un objetivo que la artista siempre tuvo presente.

La pintura de Quintanilla es el resultado de un dominio rotundo de la técnica y de un oficio adquirido en distintas escuelas pero, sobre todo, de un trabajo intenso y continuado en el tiempo. La artista se refería con frecuencia a la lucha constante que supone resolver los problemas que la pintura plantea a todo el que quiere valerse de ella para experimentar la realidad de otra manera.

Realistas de Madrid

Isabel Quintanilla forma parte de un grupo de artistas que vivieron y trabajaron en Madrid desde mediados de la década de 1950, a los que unía tanto su formación y trayectoria como relaciones familiares y de amistad. Conocido como los realistas de Madrid, entre sus integrantes se encuentran Antonio López (1936), María Moreno (1933-2020), los hermanos Julio (1930-2018) y Francisco López Hernández (1932-2017), Esperanza Parada (1928-2011) y Amalia Avia (1930-2011).

(Autorretrato. 1962. Lápiz sobre papel, 53 × 38 cm. Colección privada)

Como ellos, Quintanilla conoce las vanguardias, pero pronto se inclina por el realismo dentro de la tradición española, que siente como algo propio y cercano. Pinta su entorno. Ya sea un bodegón, un interior doméstico o un patio, lo que retrata son sus objetos personales, las habitaciones de sus casas, los árboles y plantas de su patio. Se interesa por motivos cotidianos, lo que tiene más a mano, como el vaso de cristal, protagonista de decenas de obras. En ocasiones, sus pinturas y dibujos descubren homenajes a su madre modista o a su marido escultor a través de una máquina de coser, unas tijeras de costura, un molde o un saco de escayola.

Isabel Quintanilla nace el 22 de julio de 1938 en Madrid. Durante la Guerra Civil, su padre lucha en el ejército republicano y muere en 1941 en un campo de concentración de Burgos, por lo que su madre tiene que sacar adelante a sus dos hijas con su trabajo de modista.

Con 11 años empieza a asistir a clases en talleres particulares de artistas y con 15 ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí conoce a Antonio López, a Julio y Francisco López y a María Moreno, que está en su mismo curso. En 1959 obtiene el título de profesora de Dibujo y Pintura y empieza a dar clases como ayudante en un instituto. Además, expone por primera vez en una muestra colectiva organizada por la Fundación Rodríguez-Acosta de Granada.

(Roma, La casa roja. 1962. Óleo sobre lienzo, 78 × 108 cm. Colección privada, Madrid)

En 1960 se casa con Francisco López y se trasladan a Roma durante cuatro años, ya que el escultor había obtenido el Gran Premio de Arte de la Academia de Bellas Artes para formarse en Italia. Conocen a artistas, músicos y creadores y viajan por Europa. Quintanilla también sigue formándose y presenta su primera individual en Caltanissetta (Sicilia). Tras su regreso a España retoma la docencia pero no deja de pintar, y en 1966 protagoniza con gran éxito una exposición en la Galería Edurne de Madrid con obras realizadas en su mayoría en Roma.

Alemania, París, Nueva York, etc.

En 1970 conoce a Ernest Wuthenow, coleccionista y socio fundador de la Galería Juana Mordó de Madrid, encargado, además, de la promoción de sus artistas en el extranjero. Junto a los galeristas Hans Brockstedt y Herbert Meyer-Ellinger consigue durante las décadas de 1970 y 1980 exponer su obra por toda Alemania, en muestras colectivas como Arte después de la realidad: un nuevo realismo en América y Europa, en Hannover (1974), y la Documenta 6 de Kassel (1977), y en exposiciones individuales en Fráncfort, Hamburgo y Darmstadt, entre otras ciudades, y es en este país en el que vende gran parte de su producción.

También expone en París, Nueva York, Helsinki, Róterdam, Múnich y, por supuesto, en España, donde participa en la gran muestra de la Fundación Marcelino Botín Otra realidad: compañeros en Madrid (1992) en Santander, expone en el Museo de Belas Artes da Coruña junto a Amalia Avia y María Moreno (2005) y concurre en una colectiva en el Museo del Prado (2007).

 

(El teléfono. 1996 . Óleo sobre tabla, 110 × 100 cm .Colección privada, Madrid)

En 1996, el Centro Cultural Conde Duque de Madrid le dedica una antológica y la madrileña Galería Leandro Navarro una monográfica. Veinte años después, en 2016, su obra se presenta en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza en la muestra colectiva Realistas de Madrid. Un año y medio después, en octubre de 2017, Isabel fallece a los 79 años.

Legado disperso

La comisaria, Leticia de Cos Martín, explicó en la presentación los innumerables viajes, llamadas y horas de investigación que ha empleado a lo largo de casi una década para localizar algunas de las obras expuestas, muchas de ellas en manos de coleccionistas privados. Como muchas mujeres artistas de la época, el legado de Quintanilla está disperso y no existe un catálogo razonado.

Quintanilla (Madrid, 1938-2017) se dedicó a la pintura en un momento de la historia de España en el que las mujeres artistas no tenían el peso ni el protagonismo que sus compañeros masculinos.  Aunque no pudo ver en vida este reconocimiento público, «ella hubiera contado mejor que nadie su pintura, que no es otra cosa que su vida», explicó De Cos. «Veo la realidad y me produce una emoción tan grande que la quiero pintar», solía decir la artista.

En sus habituales bodegones nunca había elemento humano. Era su forma de contar la historia. La pintora se dedicó sin descanso a capturar su entorno: objetos personales, las habitaciones de su casa, los árboles y las flores de su jardín y otros elementos en apariencia insignificantes como un teléfono o un vaso vacío. Todos ellos configuran excepcionales bodegones y escenas evocadoras bajo su mirada. Casi nunca hay figuras humanas en estos excepcionales bodegones. «Ella decía que si ponía una persona la historia ya estaba contada, pero si dejaba la ausencia el espectador puede recrear su evocación», profundizó la comisaria. Así, una máquina de coser es un tributo a su madre, modista, y un saco de yeso evocaba la presencia de su marido, el escultor Francisco López. La muestra recorre seis décadas del trabajo de la artista, desde los 50 hasta poco antes de su muerte, en  2017.

 

(Jardín. 1966 . Óleo sobre tabla, 122 × 217 cm . Colección privada)

Técnica y tiempo

Su pintura es el resultado de un dominio rotundo de la técnica y de un trabajo muy meticuloso -pintaba unas tres o cuatro obras al año-.

En la muestra se han reunido óleos, acuarelas y dibujos, que muestran su gran capacidad para captar la esencia de cualquier elemento cotidiano y darle entidad ya fuera unos pensamientos -flores en un vaso duralex -su favorito- o una repisa de su baño.

En 2016, el Museo Thyssen dedicó una exposición a los Realistas de Madrid, aquella fue su presentación para el gran público en la capital y aunque entonces, la gran estrella era Antonio López, ella le robó parte del show.

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