Por José María Arévalo
(‘Paisaje del Pardo al disiparse la niebla’. Muñoz Degrain, Antonio 1866. Óleo sobre lienzo, 200 x 300 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado. Adquirido en 1867)
Del 30 de junio de 2025 al 11 de enero de 2026 presenta el Museo Nacional del Prado una exposición de gabinete dedicada a Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1840-Málaga, 1924), una de las figuras más originales del arte español del siglo XIX, continuando así su labor de difusión y recuperación de las colecciones del siglo XIX. La muestra, ubicada en la sala 60 del edificio Villanueva, reúne una decena de obras –cinco de ellas restauradas recientemente– que abarcan diferentes etapas y temáticas de su producción.
(“Los escuchas marroquíes”, Muñoz Degrain, Antonio, 1879)
Entre las obras expuestas, la mitad de las que atesora el Museo de este artista, destaca la espectacular Paisaje del Pardo al disiparse la niebla (1866), recientemente restaurada, considerada su paisaje más destacado. Este gran lienzo, que le valió una medalla en la Exposición Nacional de 1866, se caracteriza por una pincelada suelta que recuerda a Velázquez y una atmósfera captada con gran sensibilidad. Además, se exhiben otros paisajes como Recuerdos de Granada (1881) y Vista de Granada y Sierra Nevada (h. 1915), que muestran su enfoque subjetivo y evocador, donde la imaginación se fusiona con la realidad.
(Interior del estudio de Muñoz Degrain en Valencia, 1867, de Francisco Domingo Marqués)
La exposición también recupera su faceta de pintor de historia y temas literarios. El estudio preparatorio a lápiz para su obra de mayor fama, Los amantes de Teruel, expuesta en la sala 75, permite acercarse a su proceso creativo. En Antes de la boda, la representación de Isabel de Segura, protagonista de aquella pintura, revela la influencia veneciana en el vibrante colorido y la pincelada suelta.
(Antes de la boda, Muñoz Degrain, Antonio, 1882, 120×95)
La fascinación del artista por el exotismo norteafricano en Los escuchas marroquíes (1879), la pintura religiosa en Jesús en el Tiberíades (1909) y el detalle cotidiano en Rincón de un patio toledano (1904), confirman la versatilidad del artista y su constante búsqueda de nuevos lenguajes pictóricos. La obra Interior del estudio de Muñoz Degrain en Valencia, de su amigo Francisco Domingo Marqués, añade además un valioso testimonio de la vida artística y de la importancia del cuadro en la Valencia del XIX.
(Vista de Granada y Sierra Nevada, Muñoz Degrain, Antonio, 1915, 50×67)
Con esta presentación, el Prado continúa la línea iniciada en 2009 de mostrar al público conjuntos de interés de la vasta colección del siglo XIX del Museo Nacional del Prado a través de pequeñas exposiciones monográficas, que ya han sido protagonizadas por artistas como Aureliano de Beruete, Rogelio de Egusquiza, Genaro Pérez Villaamil, Federico de Madrazo, Antonio María Esquivel, Francisco Pradilla, Joaquín Sorolla, Eduardo Rosales y José de Madrazo (dibujos); técnicas, como la acuarela en la época de Fortuny y sus seguidores; temas, como la pintura religiosa a mediados del siglo y los retratos infantiles en el Romanticismo; y donaciones, como la de Hans Rudolf Gerstenmaier. A ellas se han agregado el escultor Miguel Blay y los grabados japoneses del siglo XIX.
Junto a las pinturas, la muestra incluye el discurso de ingreso de Muñoz Degrain en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1899, donde defendió “la sinceridad en el arte” como rasgo esencial de la creación artística. La obra Interior del estudio de Muñoz Degrain en Valencia, de su amigo Francisco Domingo Marqués, añade además un valioso testimonio de la vida artística y de la importancia del cuadro en la Valencia del XIX. También se exhibe un dibujo donado a las colecciones y una fotografía del retrato escultórico realizado por Miguel Blay, que subraya el reconocimiento y prestigio del pintor en su época.
Comisariada por Javier Barón, jefe de colección de Pintura del siglo XIX, el Prado ofrece la oportunidad de acercarse a la obra de Muñoz Degrain, un artista que desarrolló un lenguaje pictórico propio y una visión estética singular que ahora pueden apreciarse en toda su dimensión en el mismo espacio.
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