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En el corazón de la provincia de Segovia, entre riscos y encinas, la prehistoria ha susurrado un secreto que llevaba 43.000 años esperando ser descubierto.
Un equipo multidisciplinar de científicos ha encontrado, en el yacimiento conocido como Abrigo de San Lázaro, la huella dactilar humana más antigua del planeta.
No se trata de un fósil humano ni de una pintura rupestre al uso, sino de una delicada impresión digital dejada por un neandertal en un canto rodado cubierto de ocre rojo. Este pequeño gesto, aparentemente cotidiano, es en realidad una ventana única a la mente simbólica de nuestros parientes extintos.
La roca, cuidadosamente transportada desde el lecho fluvial hasta el refugio rocoso, fue decorada con un punto rojo aplicado con la yema del dedo.
Al analizarla con tecnologías de última generación —desde microscopía electrónica de barrido hasta análisis multiespectrales y forenses—, los investigadores confirmaron la autenticidad y la intencionalidad del acto: no fue un accidente ni una mancha fortuita, sino una intervención consciente y cargada de significado.
Neandertales: artistas y pensadores
Durante décadas, los neandertales han soportado injustamente la etiqueta de «brutos» o «primitivos». Sin embargo, hallazgos recientes como el del Abrigo de San Lázaro desafían este prejuicio y nos obligan a repensar su lugar en la historia evolutiva. La huella segoviana no es solo una marca biológica; es un testimonio cultural que demuestra que los neandertales practicaban actividades simbólicas y artísticas mucho antes de que los Homo sapiens dominaran Europa.
El uso deliberado del pigmento ocre rojo sobre una piedra sin utilidad práctica —es decir, que no servía como herramienta— apunta a intenciones rituales o expresivas. Los arqueólogos creen que esta acción podría estar vinculada a ritos de identidad personal o grupal, prácticas funerarias o incluso a formas tempranas de arte abstracto. En otras palabras: los neandertales pensaban, sentían y buscaban dejar huella en su mundo.
Tecnología al servicio del pasado
Uno podría imaginar a Indiana Jones soplando polvo para desvelar tesoros ocultos. La realidad científica es menos cinematográfica pero mucho más precisa. Para identificar la antigüedad y autenticidad de esta huella dactilar, el equipo liderado por el CSIC empleó técnicas como:
- Microscopía electrónica de barrido (SEM), para analizar la morfología exacta de la impronta.
- Análisis multiespectrales que permiten diferenciar pigmentos naturales aplicados intencionalmente.
- Fluorescencia de rayos X para confirmar la composición química del ocre.
- Métodos forenses modernos para cotejar patrones papilares.
La datación estratigráfica sitúa este hallazgo en el Paleolítico Medio, cuando las últimas comunidades neandertales ocupaban la península ibérica justo antes de su desaparición definitiva hace unos 30.000 años.
Un pequeño gesto, un gran salto para la humanidad
Lo fascinante del descubrimiento reside en su humildad aparente: una marca minúscula en una piedra que ha superado milenios bajo tierra para recordarnos que los primeros artistas no necesitaban grandes frescos ni estatuas monumentales. Bastaba con un dedo manchado de ocre y una intención.
Este hallazgo refuerza la idea —cada vez más respaldada por nuevas pruebas— de que los neandertales compartían con nosotros capacidades cognitivas avanzadas: pensamiento abstracto, sentido identitario y deseo de comunicar algo más allá del aquí y ahora. De hecho, este tipo de comportamiento simbólico se considera uno de los hitos fundamentales en la evolución cultural humana.
“Esta huella no es solo un vestigio biológico. Es una declaración cultural. Una muestra de pensamiento abstracto, de identidad, de arte”, resumen los investigadores implicados en el estudio.
Curiosidades científicas para dejarte con la boca abierta
La ciencia nunca deja de sorprendernos… ¡y mucho menos cuando se trata de nuestros ancestros! Aquí van algunas anécdotas que demuestran lo mucho (y lo poco) que hemos cambiado:
- El patrón dactilar hallado es único e irrepetible, igual que nuestras huellas actuales; si tuviésemos un lector biométrico prehistórico podríamos identificar al artista original… aunque seguramente tendría problemas con el GDPR.
- El pigmento rojo usado es ocre natural, extraído probablemente del entorno cercano al río Eresma; este material era muy apreciado tanto por neandertales como por sapiens para rituales y decoraciones corporales.
- Hasta ahora, las huellas humanas más antiguas conocidas eran mucho más recientes (de hace unos 20.000 años), lo que convierte este descubrimiento en un auténtico “récord Guinness” prehistórico.
- El Abrigo de San Lázaro está a escasos metros de otros importantes yacimientos musterienses; parece que a los neandertales les gustaba tanto reunirse como a nosotros irnos “de cañas”.
- Los análisis indican que no hay rastros similares en ninguna otra piedra del mismo nivel arqueológico; esto sugiere que la acción fue especial o excepcional, posiblemente relacionada con algún acontecimiento relevante para el grupo.
¿Quién sabe qué otros secretos guarda todavía la península bajo sus capas geológicas? Lo cierto es que cada nuevo hallazgo nos acerca un poco más a entender —con humor y admiración— cómo éramos cuando apenas estábamos aprendiendo a dejar nuestra marca… ¡literalmente!
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