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En el inmenso catálogo de rarezas que ofrece la naturaleza, pocas pueden presumir de poner patas arriba los cimientos de la biología como lo ha hecho Sukunaarchaeum mirabile.
Este microscópico ser marino, detectado durante un estudio de secuenciación genética en Japón, no es ni una bacteria, ni un virus, ni una célula corriente.
Es, según sus descubridores, el habitante más enigmático del planeta: un organismo que ni vive ni muere según los criterios clásicos, pero que existe, se replica y desconcierta a todo aquel que se cruza en su camino.
El hallazgo se produjo casi por casualidad, o mejor dicho, por ese fenómeno tan querido por los científicos llamado “serendipia”.
Mientras analizaban el genoma del plancton marino Citharistes regius, los investigadores japoneses detectaron un bucle de ADN que no cuadraba con nada registrado hasta la fecha. “Era como encontrar un jeroglífico en una sopa de letras”, admiten.
Tras exhaustivos análisis, el resultado fue sorprendente: se trataba de una forma de vida completamente nueva que, de algún modo, se sitúa en el límite mismo de lo que la ciencia considera estar vivo.
¿Vivo? ¿Muerto? ¿Ambas cosas a la vez?
El gran enigma de Sukunaarchaeum mirabile radica en su genoma ultraminimalista: apenas 238.000 pares de bases.
Eso es menos de la mitad del tamaño del genoma arqueal más pequeño conocido y, para mayor asombro, aún menor que el de muchos virus.
Su código genético contiene solo lo absolutamente esencial: instrucciones para replicarse, transcribir y traducir el ADN. Nada de lujos ni adornos biológicos.
Aquí llega el verdadero giro argumental:
- Produce su propio ARN mensajero y ribosomas (los “obreros” que fabrican proteínas), algo que los virus no pueden hacer por sí solos.
- No puede sintetizar las moléculas necesarias para sobrevivir: depende de “colarse” en otra célula y aprovechar sus recursos, como un inquilino que no paga la luz ni el agua, pero sí se encarga de barrer el suelo.
Esta paradoja sitúa a Sukunaarchaeum a medio camino entre lo que entendemos por vida autónoma y vida parasitaria. Por un lado, tiene maquinaria propia; por otro, necesita un huésped. Así, los biólogos han comenzado a llamarlo “la entidad celular más cercana a una estrategia de existencia viral jamás descubierta”.
Un eslabón perdido en la evolución
El descubrimiento ha provocado un auténtico terremoto en la comunidad científica, porque obliga a replantear la frontera entre virus y células, y a reconsiderar cómo pudieron surgir los primeros seres vivos en la Tierra.
- Algunos expertos sugieren que Sukunaarchaeum podría ser un eslabón perdido entre las formas de vida no autónomas y los organismos celulares modernos.
- Otros lo ven como un modelo evolutivo viviente de las primeras etapas de la vida, cuando las células apenas sabían hacer otra cosa que copiarse a sí mismas y buscar cobijo en otros organismos.
Su hallazgo, publicado en la plataforma científica bioRxiv, ha puesto sobre la mesa nuevas preguntas:
- ¿Cuándo dejó de ser la vida un simple juego de replicación genética?
- ¿Dónde está el límite entre lo vivo y lo inerte?
- ¿Es posible que existan formas de vida aún más simples, esperando ser descubiertas en los rincones más remotos del planeta?
No menos importante es el simbolismo de su nombre. “Sukuna” alude a una deidad japonesa diminuta, y “mirabile”, del latín, significa “maravilloso”. Un homenaje a su tamaño minúsculo y a su capacidad de asombrar incluso a los más escépticos.
Redefiniendo la biología con humor y asombro
El caso de Sukunaarchaeum mirabile es un recordatorio de que la ciencia nunca está completamente escrita. No solo desafía la taxonomía biológica clásica, sino que abre la puerta a nuevos debates sobre el origen de la vida y la posibilidad de que existan entidades similares en otros mundos. Como suele suceder, el hallazgo fue más fruto del azar que de una búsqueda dirigida, lo que da pie a esa vieja máxima de laboratorio: “Si no entiendes lo que ves, probablemente has hecho un descubrimiento”.
Palabras clave como “vida”, “virus”, “células primitivas”, “origen evolutivo” y “genoma mínimo” aparecen ahora en todas las conversaciones sobre el tema en los congresos de biología, y no es para menos: estamos ante un ser que podría reescribir capítulos enteros de los libros de texto.
Anécdotas y curiosidades científicas
¿Sabías que…?
- El genoma de Sukunaarchaeum es tan pequeño que cabría, literalmente, en una memoria USB de los años 90… y sobraría espacio para guardar un álbum de fotos familiares.
- Algunos investigadores han bromeado diciendo que, si tuviera conciencia, Sukunaarchaeum sería el “minimalista definitivo”, solo lleva lo puesto y no gasta en caprichos bioquímicos.
- El descubrimiento se hizo casi por accidente, como la penicilina o el microondas: la ciencia adora los golpes de suerte, aunque después toque descifrar el enigma.
- El debate sobre si está “vivo” o “muerto” recuerda a la paradoja del gato de Schrödinger, pero en versión microscópica y marina. Un auténtico rompecabezas para los filósofos de la biología.
- En la mitología japonesa, Sukuna es una deidad diminuta que desafía las expectativas, igual que nuestro microbio. Si algún día se hace una película, el casting parece claro.
Este pequeño gigante de la biología invita a mirar el mundo microscópico con nuevos ojos, porque, como suele decirse entre científicos, “la vida es mucho más rara de lo que la imaginación puede concebir”. Y, a veces, la realidad supera cualquier ficción… incluso la de los seres “ni vivos ni muertos”.
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