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LA CIENCIA REDEFINE EL ENVEJECIMIENTO CORPORAL

¿Sabías que el deterioro físico comienza a los 30 y que cada órgano humano envejece a su ritmo?

El envejecimiento no es igual para todos los órganos y comienza antes de lo que imaginas: tu aorta puede ser más vieja que tu cerebro sin que lo sepas

Periodista Digital 05 Ago 2025 - 16:39 CET
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¿Quién no ha escuchado la frase “la edad solo es un número”?

La ciencia actual, sin embargo, le da una vuelta de tuerca: la verdadera edad está repartida entre nuestros órganos, y cada uno corre a su ritmo.

Desde la treintena, ese “tercer piso” donde nos creemos eternamente jóvenes, el cuerpo humano empieza a mostrar señales de desgaste, pero lo hace de manera desigual, como una orquesta en la que cada instrumento interpreta su propia partitura.

El mapa del envejecimiento humano que han trazado equipos internacionales en los últimos años revela que el deterioro físico comienza de forma significativa a partir de los 30 años, con trayectorias muy diferentes para cada tejido y sistema. La aorta, por ejemplo, parece ser la gran adelantada de esta carrera, mientras que otros órganos como el cerebro o los riñones llevan un paso más pausado.

La clave está en las proteínas que circulan por nuestra sangre, auténticos mensajeros de la edad biológica, que permiten a los científicos medir con precisión cuándo y cómo envejece cada rincón del organismo.

El “senohub” y el papel de la aorta: cuando el envejecimiento se propaga

Uno de los hallazgos más fascinantes de la investigación reciente es el concepto de “senohub”: órganos que no solo envejecen antes, sino que además transmiten señales de envejecimiento al resto del cuerpo. La aorta destaca como el principal “emisario” de este proceso: a partir de los 30-35 años, experimenta cambios moleculares sostenidos, especialmente en la composición de proteínas como GAS6, que no solo reflejan el envejecimiento, sino que lo inducen en otros tejidos.

Esta proteína, GAS6, aumenta con la edad y, en experimentos con células humanas y ratones, ha demostrado capacidad para provocar inflamación, disfunción vascular y deterioro físico observable. Como si fuera el portavoz de un motín interno, la aorta avisa a otros órganos de que ha llegado la hora de envejecer, acelerando la senescencia sistémica y abriendo la puerta a enfermedades cardiovasculares, renales e incluso neurodegenerativas.

¿Por qué no envejecemos igual por dentro y por fuera?

La edad cronológica, la que marca nuestro carnet de identidad, no siempre se corresponde con la edad biológica de nuestros órganos. Los científicos han desarrollado “relojes proteómicos” capaces de predecir la edad real de tejidos individuales con una precisión sorprendente. No es raro encontrar adultos de 50 años con corazones o riñones que parecen tener 70… o viceversa.

Este fenómeno se conoce como “ageotipo” y tiene consecuencias directas sobre la salud: las personas con órganos “prematuramente envejecidos” tienen un riesgo mucho mayor de desarrollar enfermedades específicas. Por ejemplo, quienes presentan un corazón biológicamente envejecido tienen hasta un 250% más de riesgo de insuficiencia cardíaca, incluso si el resto de su cuerpo se mantiene joven.

Cambios visibles y silenciosos a partir de los 30

Aunque el envejecimiento interno no se refleja de inmediato en el espejo, el cuerpo comienza a dejar pistas sutiles a partir de la tercera década de vida:

Mientras tanto, órganos invisibles como el cerebro, los riñones o el hígado emprenden sus propias rutas hacia la madurez y el desgaste, cada uno afectado por su genética, el entorno y los hábitos de vida.

El reloj biológico: ¿se puede ralentizar el envejecimiento?

La buena noticia es que el envejecimiento no es un destino inalterable. Los estudios sugieren que el estilo de vida, la alimentación, el ejercicio y el descanso influyen directamente en el ritmo al que envejecen nuestros órganos. Por ejemplo, un corazón bien entrenado puede mantenerse joven más tiempo, mientras que el sedentarismo y el estrés aceleran el deterioro.

Algunas recomendaciones sencillas para cuidar nuestros relojes biológicos:

  1. Mantener una dieta equilibrada rica en antioxidantes.
  2. Practicar ejercicio físico regular, adaptado a la edad y condición.
  3. Dormir lo suficiente y respetar los ciclos circadianos.
  4. Evitar el tabaco y el consumo excesivo de alcohol.
  5. Controlar el estrés y fomentar la vida social activa.

Curiosidades científicas sobre el envejecimiento: del laboratorio al día a día

En definitiva, el cuerpo humano es un mosaico de edades, donde cada órgano lleva su propio calendario y, en ocasiones, también el de los demás. Así que la próxima vez que celebres un cumpleaños, recuerda: quizá tu aorta sopló las velas antes que tú… ¡y tu hígado aún está de fiesta!

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