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El hallazgo revela secretos de la órbita terrestre

Descubren una ‘cuasi luna’ que llevaba 60 años viajando junto al planeta Tierra

Se trata de un pequeño asteroide, denominado 2025 PN7

Periodista Digital 25 Oct 2025 - 07:31 CET
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Durante mucho tiempo, la humanidad ha considerado a la Luna como su única fiel compañera en el vasto firmamento.

Sin embargo, recientes observaciones astronómicas han desafiado esta visión: un pequeño asteroide, denominado 2025 PN7, ha sido reconocido como una “cuasi luna”, orbitando en sincronía con la Tierra desde hace aproximadamente 60 años sin que nadie lo advirtiese.

Este descubrimiento, realizado el 2 de agosto de 2025 por el observatorio Pan-STARRS en Hawái, ha despertado el interés tanto de astrónomos como de entusiastas, revelando que el espacio cercano es mucho más concurrido de lo que se pensaba.

Este objeto, que apenas mide 19 metros de diámetro, pasó desapercibido debido a su reducido tamaño y escaso brillo, lo que lo mantenía fuera del alcance de los telescopios convencionales hasta ahora.

Solo en ocasiones muy específicas —cuando su trayectoria lo acerca a nuestro planeta— se puede detectar, lo que explica por qué ha permanecido “escondido” durante tantas décadas.

¿Qué es exactamente una cuasi luna?

La tentación de llamarla “segunda luna” es fuerte, pero los científicos prefieren ser precisos. Una cuasi luna, a diferencia de la Luna real, no está conectada gravitacionalmente a la Tierra. En realidad, es un asteroide que sigue una órbita muy similar a la nuestra alrededor del Sol, lo que le permite mantener una especie de “danza sincronizada” con nuestro planeta. Desde nuestra perspectiva en la Tierra, parece girar a nuestro alrededor; sin embargo, ambos cuerpos celestes viajan juntos por el espacio, como dos corredores que se mantienen al lado sin llegar a entrelazarse.

Este fenómeno se conoce como “resonancia 1:1”: tanto la Tierra como 2025 PN7 tardan casi el mismo tiempo en completar una vuelta al Sol. Así las cosas, durante décadas el asteroide ha permanecido cerca, alternando entre acercamientos y alejamientos sin alejarse demasiado ni quedar bajo la influencia gravitacional total de nuestro planeta.

Diferencias entre cuasi lunas y minilunas

Es importante no confundir las cuasi lunas con las llamadas “minilunas”. Estas últimas son capturadas temporalmente por la gravedad terrestre y orbitan nuestro planeta durante semanas o meses antes de escapar. En cambio, las cuasi lunas nunca quedan atrapadas; simplemente acompañan en paralelo, como un ciclista que pedalea junto a otro en la carretera sin desviarse hacia él.

En la actualidad, solo hay siete cuasi lunas conocidas en las proximidades de la Tierra, siendo Kamoʻoalewa la más famosa; incluso ha sido objeto de una misión espacial china lanzada en 2025. Con este reciente hallazgo, 2025 PN7 se une a este selecto grupo de compañeros orbitales.

Un ciclo orbital de ida y vuelta

El análisis del trayecto de 2025 PN7 indica que su ciclo como cuasi luna no es eterno. Los cálculos sugieren que ha estado acompañando a la Tierra durante seis décadas y continuará haciéndolo hasta aproximadamente 2083, momento en el cual las fuerzas gravitacionales del Sol y otros planetas lo desplazarán hacia una órbita diferente. En total, este ciclo abarca unos 128 años; después regresará al profundo espacio hasta un destino incierto.

En su aproximación más cercana, esta cuasi luna se sitúa a unos 299.000 kilómetros de nuestro planeta; una distancia similar a la que separa a la Tierra de su Luna. Sin embargo, normalmente se mantiene mucho más lejos, pudiendo alejarse hasta 17 millones de kilómetros en su órbita más lejana.

Ciencia y vigilancia: un laboratorio orbital

Aunque 2025 PN7 no representa ninguna amenaza para nuestro planeta —su tamaño y trayectoria lo descartan como peligroso—, su descubrimiento es valioso para el ámbito científico. Este tipo de objetos permiten estudiar detalladamente las complejas interacciones gravitatorias dentro del Sistema Solar y entender mejor cómo se forman y evolucionan los asteroides cercanos a nosotros. Además, contribuyen al perfeccionamiento de los sistemas de vigilancia planetaria esenciales para anticipar posibles riesgos futuros.

La composición exacta del asteroide aún no ha sido determinada; sin embargo, se sospecha que se trata de un cuerpo rocoso natural y no un fragmento artificial. A veces los restos de cohetes o satélites pueden acabar en órbitas similares; no obstante, los astrónomos están convencidos de que este objeto es genuinamente “nativo” del Sistema Solar.

Curiosidades científicas y anécdotas de la órbita compartida

En resumen, la llegada inesperada de 2025 PN7 nos recuerda que nuestro vecindario planetario es mucho más vibrante y activo de lo que parece. La Tierra no está sola; comparte su danza cósmica con pequeños acompañantes invisibles que pueden pasar décadas saludándonos desde las sombras. ¿Quién sabe qué otras maravillas aguardan oculta en la inmensidad del espacio?

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