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La sana relación del niño con sus cuidadores (especialmente con la madre), genera beneficios evidentes: protección, contacto sensorial, relación eficaz con el entorno, aprendizaje, etc.
Para lograr niños con apego seguro, los adultos tenemos que mostrarnos como soporte útil en el pro- ceso de equilibrar las condiciones innatas del niño y el entorno.
Atenderemos sus demandas en función de su edad, respondiendo con amor, coherencia, inteligencia y procurando generar una relación cargada de bienestar, empatía y buen humor.
Hay que entender que ser consecuentes, establecer criterios, normas o sancionar conductas, nada tiene que ver con mostrarnos hostiles, enfadados y mucho menos agresivos.
Premiamos las conductas adecuadas porque hay que hacerlo, y sancionamos o ignoramos las inadecuadas por la misma causa, no porque estamos enfadados.
Y es, en este caso, al enfrentamos a conductas no deseadas, cuando especialmente tenemos que reducir la carga emocional.
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