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Un titán de hielo, A23a, ha iniciado el último capítulo de su larga travesía por el océano Austral.
Tras casi cuatro décadas vagando desde la Antártida, este iceberg—más grande que Londres y con un peso cercano al billón de toneladas—se está fragmentando rápidamente a pocos kilómetros de la remota isla de South Georgia.
A día de hoy, 4 de septiembre de 2025, su desintegración ya es visible en imágenes satelitales: enormes bloques se desprenden, con uno de ellos alcanzando los 80 km², lo que sería un iceberg considerable por sí solo.
Este coloso había permanecido encallado durante meses en una plataforma submarina cerca de South Georgia, girando atrapado en una curiosa formación oceanográfica llamada columna de Taylor, que lo mantuvo “en pausa” hasta que las corrientes lo liberaron y empujaron hacia aguas más cálidas.
La exposición prolongada al aumento de temperatura ha sido letal para su estructura: “Está prácticamente podrido”, señala Andrew Meijers, oceanógrafo del British Antarctic Survey.
Así concluye—por ahora—la historia del mayor iceberg visible en nuestros días: un gigante cuya caída nos invita a reflexionar sobre los misterios ocultos bajo el hielo… ¡y sobre cómo todo lo grande puede acabar hecho pedazos!
¿Por qué importan los icebergs gigantes?
Aunque la imagen popular del iceberg es la de una amenaza fantasmagórica para barcos incautos, estos gigantes son mucho más que obstáculos flotantes. Los icebergs como A23a desempeñan un papel crucial en los ciclos globales de nutrientes: al derretirse, liberan hierro y otros minerales esenciales para la vida marina, fertilizando zonas oceánicas que pueden transformarse en auténticos oasis para el fitoplancton y otras especies.
- Contribuyen a la redistribución global del agua dulce.
- Alteran las rutas marítimas, creando desafíos para la navegación y la pesca.
- Generan hábitats temporales para aves marinas, focas y pingüinos.
- Actúan como “camiones de nutrientes” en su lento peregrinaje.
La llegada de A23a a South Georgia suscitó inquietud entre los científicos: si quedaba encallado demasiado tiempo, podía bloquear zonas clave para la alimentación de colonias vitales de pingüinos y focas. Sin embargo, su rápida fragmentación parece haber minimizado este riesgo inmediato para la fauna local, aunque aumenta el peligro para los barcos que navegan por la zona, ya que los trozos pequeños son difíciles de rastrear por satélite.
El deshielo antártico: un síntoma global
La ruptura acelerada de A23a es también un espejo del cambio climático. La Antártida pierde actualmente unos 150 mil millones de toneladas de agua al año solo en forma de icebergs; el resto se funde directamente en el océano. Los científicos advierten que el calentamiento global está acelerando tanto el desprendimiento como el derretimiento del hielo antártico.
El impacto no es solo local. El deshielo masivo puede alterar las corrientes oceánicas que regulan el clima planetario y desencadenar cambios en la biodiversidad marina. Algunas investigaciones sugieren que estos eventos podrían convertirse en “puntos críticos” capaces de modificar irreversiblemente los patrones climáticos globales.
Curiosidades científicas: cuando el hielo sorprende
El viaje y destino de A23a no ha estado exento de fenómenos fascinantes:
- Durante su deriva, se documentaron arcos espectaculares y cavernas en sus bordes causados por la erosión marina; algunos parecían auténticas catedrales góticas esculpidas por olas persistentes.
- Los icebergs pueden crear microhábitats donde nuevas especies encuentran refugio o alimento; tras desprendimientos similares se han descubierto organismos nunca antes vistos bajo las placas heladas.
- El fenómeno del iceberg negro: recientemente, otro iceberg sorprendió a los científicos por su color oscuro debido a sedimentos acumulados durante siglos. Este tipo raro podría revelar pistas sobre el estado ambiental y la historia geológica del continente helado.
- La columna de Taylor que atrapó a A23a es tan singular que se estudia como ejemplo extremo de cómo la dinámica oceánica puede influir en el destino y comportamiento de estos gigantes polares.
De titanes a fragmentos: ¿qué viene ahora?
El futuro inmediato para A23a es claro: desaparecerá como bloque único en semanas o meses. Sus restos seguirán diseminándose por el Atlántico Sur, nutriendo ecosistemas marinos y obligando a los barcos a extremar precauciones.
- Más del 90% de los icebergs antárticos siguen rutas similares; todos acaban fundiéndose lejos del continente blanco.
- La monitorización científica continúa con vuelos especiales—como la operación Cold Stare—para cartografiar riesgos y estudiar las consecuencias ecológicas.
- El deshielo ha generado debates sobre si estos eventos son ahora más frecuentes o simplemente más visibles gracias a las nuevas tecnologías satelitales.
- El nombre “A23a” no tiene glamour hollywoodense: proviene simplemente del sector antártico donde nació (zona A) y su orden entre otros desprendimientos.
- En 1986, cuando A23a se desprendió del Filchner Ice Shelf, Madonna aún cantaba “Like a Virgin” y nadie imaginaba que ese trozo iba a protagonizar titulares casi cuatro décadas después.
- Si todos los icebergs antárticos desaparecieran mañana… no subiría notablemente el nivel del mar; ya flotan sobre agua salada. Pero sí cambiaría radicalmente la vida marina en esas latitudes.
- Algunos exploradores han descrito navegar junto a un iceberg gigante como cruzar junto a una montaña fantasma envuelta en silencio absoluto; solo interrumpido por crujidos inquietantes cada vez que una grieta anuncia una inminente ruptura.
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