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No sólo nosotros, los humanos, somos conscientes del nacimiento o fallecimiento de nuestros congéneres y lloramos su muerte

El momento en que la gorila Calaya pare a Moke y le hace los primeros mimos

Periodista Digital 18 Abr 2018 - 09:57 CET
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El zoo de Smithsonian, en Washington, está de enhorabuena.

Una de sus gorilas, la gigantesca Calaya, ha dado a luz a un pequeño macho al que han apodado como Moke, que significa ‘pequeño’ en la lengua lingala, la lengua bantú que se habla en el Congo.

EMOCIONES ANIMALES

No sólo nosotros, los humanos, somos conscientes del nacimiento o fallecimiento de nuestros congéneres y lloramos su muerte. También lo hacen los cuervos, las ardillas, los delfines o las ballenas.

De hecho, la literatura científica apunta que algunas especies animales pueden llegar a determinar las causas de la muerte de sus allegados. Ahora bien, la reacción ante un episodio como este difiere según la especie.

Algunos cetáceos, por ejemplo, se aferran al cuerpo de sus familiares muertos y los acompañan durante días en una especie de intento de devolverles la vida.

La reacción de los cuervos, en cambio, es un tanto más extraña, pues además de graznar en señal de alerta cuando muere uno de los suyos, pueden responder a la muerte de sus allegados de forma agresiva, o sexual –hasta en un 4 % de los casos-, es decir, manteniendo relaciones con ellos.

Un estudio publicado este mes de abril en la revista especializada PeerJ revela que, aunque entre los gorilas no existe la cópula post mortem, estos sí que lloran la muerte de sus congéneres, e incluso la de los que no lo son, lo que denota cierta inteligencia emocional.

De hecho, estos primates están genéticamente más cerca de los humanos que otros como los chimpancés.

Parte de esta cercanía se manifiesta en su inteligencia, pues están considerados como altamente inteligentes.

Así lo demuestran su capacidad para usar herramientas para buscar alimento o de aprender un lenguaje de signos simplificado, entre otras.

Esto es relevante desde el punto de vista de la conservación de este género de primates en peligro de extinción, ya que el hecho de que se acerquen tanto a sus muertos puede conllevar la transmisión de las mismas enfermedades que han puesto punto y final a la vida de sus allegados.

Un duelo arriesgado

El contacto entre individuos sanos y cadáveres puede ser una vía importante a través de la cual enfermedades como el ébola, que han afectado y matado a miles de gorilas en África Central, se propagan entre los gorilas.

Uno de los episodios más trágicos de mortalidad por culpa de este virus se produjo en 2004, cuando una población de varios cientos de gorilas del parque nacional Odzala, ubicado en la República del Congo, fue esencialmente eliminada.

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