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Gestión polémica de especies invasoras en Extremadura

El Ministerio de la socialista Aagesen provoca un desastre ecológico intentando matar un pececito asiático

La actuación costó más de un millón de euros y se realizó de manera “precipitada” y “sin las medidas necesarias para garantizar su eficacia”

Periodista Digital 15 Ago 2025 - 10:22 CET
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Un pan como unas hostias.

Eso es lo que ha hecho el Ministerio para la Transición Ecológica, que dirige la socialista Sara Aagesen.

Con la sumisa la Confederación Hidrográfica del Guadiana como brazo ejecutor de la pifia.

El embalse de Alcollarín, en la provincia de Cáceres, era hasta hace poco un tranquilo reservorio de agua de más de 50.000 millones de litros.

Ahora, su paisaje es desolador: orillas agrietadas, peces muertos y un hedor que se mezcla con la indignación de sus vecinos.

¿El motivo? Una intervención del Ministerio dirigido por Aagesen, para erradicar al Pseudorasbora parva, un pequeño pez chino considerado invasor.

Conocido aquí como gobio asiático, es un pez plateado con cabeza y boca pequeñas, ligeramente jorobado y tiene los costados comprimidos.

Un pececillo plateado con reflejos azulados a violáceos y ligeramente dorados, con una línea gris acero oscuro en los lados.

Ese gobio, que llegó de China hace muchoi, es una molestia porque es un portador sano de patógenos, el más conocido de los cuales es la enfermedad de las rosetas. Esta enfermedad diezma algunas de las poblaciones de peces autoctonas.

Pedro vamos al grano… Lo que debía ser un ejemplo de gestión ambiental terminó en lo que muchos ya llaman el mayor desastre ecológico reciente de Extremadura.

La actuación, que ha costado más de un millón de euros, vació el embalse casi por completo en apenas tres meses. El objetivo oficial era claro: proteger especies autóctonas como el barbo o la boga del Guadiana y evitar que el pececillo del arrozal siguiese expandiéndose.

Pero la realidad superó cualquier previsión.

El plan que salió rana (o pez fuera del agua)

La operación, según denuncian vecinos y expertos en medio ambiente, se ejecutó de forma “precipitada” y “sin las medidas necesarias para garantizar su eficacia”. Las redes de contención colocadas para evitar la fuga del pez invasor no resistieron la presión del agua menguante ni la astucia natural de cientos de miles de ejemplares que, lejos de quedarse atrapados, aprovecharon para colonizar ríos cercanos como el Ruecas y el Guadiana.

Como resultado, no solo no se erradicó la especie problemática, sino que se facilitó su expansión por nuevos cauces fluviales, agravando el problema original. La escena en el embalse, ahora casi seco, es dramática: bancos de peces autóctonos muertos, agua estancada y una biodiversidad en crisis. El presidente de la Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medio Ambiente no ha dudado en calificar la gestión de “chapucera”, acusando a las autoridades de provocar “justo lo contrario de lo que pretendían”.

Coste millonario y daño social

Más allá del desastre ecológico, la gestión ha dejado una huella social profunda. Los habitantes de Alcollarín y de los pueblos ribereños han visto cómo desaparecía una de sus principales fuentes de agua y vida en cuestión de semanas. Muchos dependían del embalse para actividades agrícolas, ganaderas y recreativas. Ahora, la sequía amenaza sus cultivos y el turismo local se ha desplomado.

La inversión pública, superior al millón de euros, se ha convertido en el blanco de críticas tanto por la falta de resultados como por el impacto negativo en la economía local. El malestar vecinal se ha traducido en protestas y exigencias de responsabilidades políticas, mientras que expertos en gestión de especies invasoras advierten que este tipo de actuaciones “de manual” suelen requerir planificación a largo plazo, evaluación de riesgos y alternativas menos agresivas para el entorno.

Contexto de emergencia ambiental en Extremadura

Este episodio se suma a una oleada de emergencias ambientales que azotan a Extremadura y otras regiones españolas en pleno verano. A día de hoy, 15 de agosto de 2025, la provincia de Cáceres sufre también los efectos de varios incendios forestales que han obligado a cortar carreteras y evacuar a cientos de personas. La gestión de estas crisis ha puesto en el punto de mira la capacidad de las instituciones para anticipar y responder a amenazas ambientales complejas.

Las declaraciones oficiales insisten en la necesidad de actuar con rapidez ante especies invasoras, pero cada vez más voces reclaman transparencia, rigor científico y participación local en la toma de decisiones. La historia del embalse de Alcollarín es un claro recordatorio de que las soluciones rápidas a menudo generan problemas aún mayores.

Lecciones (y anécdotas) de una catástrofe

El desastre del embalse de Alcollarín quedará en la memoria como una advertencia sobre los peligros de actuar sin planificación. La naturaleza, como siempre, demuestra que rara vez se deja domar por decreto y que las soluciones más eficaces suelen ser las menos espectaculares.

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