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Cada verano, las playas se llenan de bañistas y, con ellos, aparecen los encuentros inesperados con uno de los animales más antiguos del planeta: la medusa.
Pocas experiencias veraniegas despiertan tanto temor como el roce accidental con sus tentáculos. Sin embargo, el mundo de las medusas va mucho más allá de sus aguijones; son criaturas misteriosas, con propiedades biológicas únicas y un pasado evolutivo que desafía la imaginación.
El contacto con una medusa puede provocar desde una leve molestia hasta un dolor intenso, dependiendo de la especie y la sensibilidad de la persona. Lo primero es mantener la calma. La mayoría de las picaduras en aguas europeas no revisten gravedad, aunque sí pueden ser muy desagradables.
- Sal del agua inmediatamente para evitar nuevos contactos.
- No rasques ni frotes la zona afectada, ni siquiera con toallas o arena. Esto solo facilita que más células urticantes (nematocistos) descarguen su veneno.
- Enjuaga la zona con agua salada, nunca dulce. El agua dulce puede hacer que se disparen más nematocistos.
- Retira los restos de tentáculos con pinzas o, si no hay otra opción, usa guantes o un objeto rígido como una tarjeta.
- Aplica frío local mediante hielo envuelto en un paño durante unos 10-15 minutos para aliviar el dolor. No pongas el hielo directamente sobre la piel.
- Si hay dolor intenso, fiebre, dificultad para respirar o reacción alérgica, acude a un centro médico.
¿Y la orina? El mito de orinar sobre la picadura está tan extendido como desaconsejado: no solo no ayuda, sino que puede empeorar la situación.
El veneno: un prodigio bioquímico
Las medusas han perfeccionado durante millones de años un arsenal químico para defenderse y cazar. Su veneno contiene proteínas capaces de paralizar pequeños peces y causar reacciones urticantes en humanos. Algunas especies mediterráneas, como la temida Pelagia noctiluca, son responsables del 90% de las picaduras en nuestras costas.
Aunque la mayoría son molestias pasajeras, existen especies peligrosas como la “avispa de mar” australiana (Chironex fleckeri) o la Carabela portuguesa (Physalia physalis), cuyo veneno puede ser potencialmente mortal en minutos. Afortunadamente, estas especies raramente aparecen en aguas españolas.
Curiosidades científicas: supervivientes gelatinosos
Si piensas que las medusas son simples bolsas flotantes esperando a picar turistas despistados, prepárate para sorprenderte:
- Longevidad evolutiva: Las medusas existen desde hace más de 600 millones de años. Son anteriores a los dinosaurios y hasta a los árboles.
- Casi todo agua: Su cuerpo es un 95% agua; por eso pueden evaporarse rápidamente si quedan varadas al sol.
- Sin cerebro ni corazón: Ni sangre ni sistema nervioso central. Se manejan con una red nerviosa primitiva pero eficaz.
- Boca multifunción: Solo tienen una abertura que hace las veces de boca y ano.
- Bioluminiscencia: Muchas especies emiten luz propia gracias a reacciones químicas; lo usan para defenderse o atraer presas en las profundidades marinas.
- Regeneración asombrosa: Algunas pueden regenerarse a partir de fragmentos cortados e incluso hay una especie, Turritopsis dohrnii, considerada “biológicamente inmortal” porque es capaz de revertir su ciclo vital y volver a ser un pólipo juvenil.
- Movimientos a propulsión: Se desplazan por contracción muscular en forma de “jet”, aprovechando las corrientes marinas.
Medusas peine y avances médicos
No todas las criaturas gelatinosas son iguales. Las “medusas peine” (Mnemiopsis leidyi), aunque parecidas en aspecto, no tienen células urticantes y utilizan unas células pegajosas llamadas coloblastos para atrapar a sus presas. Son famosas por su bioluminiscencia azulada y por ser consideradas los primeros animales complejos del planeta.
Recientes estudios sobre cómo dos medusas peine pueden fusionarse sin rechazo inmunológico han abierto nuevas vías para el desarrollo de terapias regenerativas humanas. Esta capacidad podría inspirar técnicas para reparar tejidos u órganos dañados sin provocar rechazo.
¿Sabías que…?
A modo de anécdota final, aquí van algunas curiosidades para sorprender este verano a tus amigos entre baño y baño:
- Hay unas 2.000 especies distintas repartidas por todos los océanos del planeta.
- La “medusa melena de león” puede medir más de 30 metros; ¡más larga que una ballena azul!
- Algunas siguen picando incluso después de muertas; ojo con recogerlas en la orilla.
- En Asia se consumen como manjar e incluso se están investigando aplicaciones biomédicas gracias a su alto contenido en colágeno.
- Los tentáculos pueden contener miles de nematocistos listos para disparar su veneno ante el menor roce.
- Las medusas inspiraron el desarrollo del “autogiro” —precursor del helicóptero— gracias al estudio científico sobre cómo se desplazan usando el agua como propulsor.
Así que ya sabes: si este verano tienes un encuentro inesperado con una medusa, actúa rápido y sigue estos consejos científicos. Y cuando te recuperes del susto… presume ante tus amigos de conocer algunos secretos fascinantes sobre uno de los animales más antiguos (y misteriosos) del planeta.
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