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Kate Langley se quedó con dolor permanente tras un implantes de malla transvaginal

Los peligros de los implantes de mallas vaginales

Los implantes de malla vaginal se utilizan para tratar la incontinencia y el prolapso de órganos pélvicos

19 Abr 2017 - 07:24 CET
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Las mujeres denunciantes se quedaron con dolor permanente, incapaces de caminar, trabajar o tener relaciones sexuales a raíz de la implantación por cirugía de estas mallas.

Según Kate Langley, una de las afectadas, estos implantes son «barbáricos».

«La malla se abrió camino como un alambre cortador de queso»

Kate Langley, que tuvo que dejar su trabajo cuidando niños porque tenía demasiado dolor, le dijo a la BBC que el cirujano que la examinó «podía ver como la malla había pasado a través del tejido de mi vagina».

«La malla se abrió camino como un alambre cortador de queso», describe.

Otras mujeres, que describen síntomas similares, dijeron que la perforación era tan severa que sus parejas se habían herido durante el coito.

Tras la cirugía de implantación Langley se quedó con dolor permanente y con daños al sistema nervioso.

Le dijo a la BBC que pasó por 53 hospitalizaciones para tratar de poner fin a su dolor pero que la malla estaba tan cerca del nervio que los médicos no podían extraerla totalmente.

¿Cómo funcionan?

Estos implantes transvaginales están hechos de polipropileno, el mismo material con el que se hacen ciertos empaquetados de alimentos y tejidos, entre otros productos.

Se utilizan desde los años 90 para aliviar la incontinencia y el prolapso, dándole apoyo a órganos pélvicos como la vagina, el útero, la vejiga, los intestinos o la uretra.

La caída, descenso o salida de los órganos pélvicos tiende a ocurrir después de múltiples embarazos y partos, que producen un enorme estrés sobre el suelo pélvico de la mujer.

Se estima que cerca del 50% de las mujeres experimentará en su vida algún tipo de prolapso de órganos pélvicos, de las que un 11% requerirá cirugía, según el uroginecólogo Eduardo Cortés, especialista en los problemas de suelo pélvico e incontinencia de la mujer del Kingston Hospital NHS Foundation Trust, en Londres.

Según datos para Inglaterra del NHS obtenidos por el programa de la BBC Victoria Derbyshire, en los ocho años entre abril de 2007 y marzo de 2015 más de 92.000 mujeres recibieron este tipo de implantes.

Esas cifras sugieren que aproximadamente una de cada 11 mujeres sufrieron problemas.

Muchas de las mujeres con las que habló la BBC dijeron que los cirujanos nunca les habían advertido sobre los riesgos potenciales asociados a estos implantes.

Pelea legal

Además de demandar al sistema de salud público, las más de 800 mujeres afectadas en Reino Unido demandan a las compañías fabricantes de las mallas, la más grande de las cuales es el gigante farmacéutico Johnson & Johnson.

Su empresa subsidiaria Ethicon, dijo que «se defendería con vigor de la demanda».

Mientras, la agencia británica reguladora de las medicinas y los productos para la salud MHRA dijo que para la mayoría de las mujeres tratadas el uso de los implantes de malla vaginal eran seguros y eficaces.

Estos implantes continúan siendo prescritos en Reino Unido, aunque su uso no es recomendado como «de rutina».

La agencia dijo que aunque está determinada a estudiar las graves preocupaciones que destacan algunas pacientes, «la mayor parte de la comunidad clínica y las pacientes apoyan el uso de estos productos en el Reino Unido».

Pero actualmente hay más de 100 tipos distintos de implantes de malla transvaginal.

Hasta ahora ningún modelo particular ha sido retirado del mercado.

Problemas

Un correo electrónico filtrado de Johnson & Johnson sugiere que la compañía sabía que había problemas con uno de sus productos desde 2004.

Pero los fabricantes dijeron que ese e-mail aislado era «extremadamente engañoso».

«Estos productos han ayudado a millones de mujeres», dijo Ethicon.

La compañía asegura que «actuó apropiada y responsablemente en la investigación, desarrollo y promoción de sus productos de malla pélvica».

Las complicaciones asociadas a las mallas vaginales saltaron a la luz pública en 2008, cuando la Agencia para los Alimentos y los Medicamentos de Estados Unidos, FDA, recibió más de 1.000 informes en contra de su uso.

En un comunicado en 2011, la FDA recomendó a los pacientes y médicos considerar tratamientos alternativos para los problemas de suelo pélvico.

«No hemos tenido relaciones sexuales en años»

Claire Cooper empezó a tener dolor en la cuarentena, unos tres años después de la implantación.

Su doctor llegó a decirle que se estaba imaginando el dolor y en la desesperación pensó en el suicidio pero lo desestimó porque quería seguir viviendo por sus hijos.

Todavía vive con dolor y dice que su marido se convirtió en su cuidador.

«No hemos tenido relaciones sexuales en cuatro años y medio. Esto rompe matrimonios», le dijo a la BBC.

La doctora Sohiel Elneil, especialista en urología y ginecología, dice que en efecto ha visto pacientes que se quedaron con dolor severo e incapaces de caminar a raíz de los implantes.

Parte de su trabajo es hacer cirugías para retirar mallas transvaginales cuando las mujeres sufren complicaciones.

«La paciente típica que veo es una mujer incapacitada por un dolor severo de naturaleza crónica. Con frecuencia siguen una medicación de dosis altas, incluidos opiáceos»».

«Se vuelven tan incapacitadas que muchas tienen que caminar con muletas o sentarse en sillas de ruedas y, lo que es quizás más dramático, se vuelven incapaces de cuidar a sus familias», le dijo a la BBC.

Según el experto británico Carl Heneghan, los fabricantes no tienen que presentar muchas evidencias antes de que un producto sea aprobado para uso clínico.

Según Heneghan si los fabricantes proveen documentos que muestran que su malla vaginal es parecida a una que ya existe en el mercado es bastante probable que se apruebe.

Las mujeres afectadas por las mallas vaginales fueron instadas por los médicos a practicar sexo anal

La denuncia de 700 mujeres australianas implantadas con mallas transvaginales fabricadas por Johnson & Johnson que sufrieron dolorosas secuelas que afectaron a su vida cotidiana y las incapacitaron para tener relaciones sexuales ha tomado un giro «ultrajante», en palabras de los observadores. Las pacientes que acudieron al médico fueron instadas a practicar el sexo anal como solución y alternativa, según ha revelado una investigación del Senado australiano y la filtración de los emails de los propios desarrolladores del implante.

Se calcula que 100.000 mujeres en todo el mundo habrían recibido este tipo de implantes. Se trata de una malla de poliuretano que se introduce en las paredes de la vagina para reforzar el suelo pélvico para tratar los casos de prolapso e incontinencia urinaria que pueden derivar del parto. Se trata de una tipo de intervención popularizada desde los años noventa; las denuncias se centran en un modelo, ‘Prolift’, comercializado por Ethicon, filial de Johnson & Johnson, según recoge P.F. en El Español. —«Si te duele, déjate sodomizar»: el escándalo médico de las mallas vaginales–.

En los casos denunciados, la malla erosionó el tejido, provocando heridas e infecciones a las pacientes, así como un dolor intenso que en determinados casos la incapacitó para hacer su vida cotidiana. «Me atravesó como un rallador de queso», describía a la BBC Kate Langley, una víctima británica. Por su cercanía a los nervios, la malla no puede ser retirada, por lo que tras múltiples operaciones las mujeres afectadas apenas han logrado recuperar calidad de vida.

El senador Derryn Hinch ha comparado el escándalo sanitario al de la Talidomida, en la comisión parlamentaria que adelantó la existencia de los emails que ahora han visto la luz. Ginecólogos franceses que trabajaron en el desarrollo de los implantes eran conscientes de los trastornos que supondrían y ya en 2005 daban por perdida la posibilidad de las mujeres para tener relaciones sexuales, estableciendo como estrategia de marketing el proponer prácticas no vaginales.

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