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El silencio solemne de la Capilla Sixtina vuelve a ser protagonista. Este 7 de mayo, 133 cardenales menores de 80 años se han encerrado bajo el fresco del Juicio Final de Miguel Ángel para decidir quién será el próximo líder espiritual de los más de 1.400 millones de católicos del mundo. Pero, más allá del ritual y la tradición, lo que se juega en este cónclave es una batalla por el rumbo futuro de la Iglesia católica: entre la continuidad y la restauración, entre la apertura reformista y el retorno a posturas doctrinales más rígidas.
Contexto histórico y cultural: un cónclave decisivo
La muerte de papa Francisco el pasado 21 de abril marca el cierre de una era para la Iglesia. A sus 88 años, Jorge Mario Bergoglio deja un legado que ha transformado no solo las formas pastorales, sino también el debate interno sobre temas sociales, económicos y ambientales. Su apuesta por una “Iglesia en salida”, su apertura hacia colectivos tradicionalmente excluidos (como la comunidad LGTBI) y su énfasis en la justicia social han generado tanto adhesión como rechazo dentro del catolicismo global.
En este ambiente, el cónclave adquiere un valor simbólico especial: es el primero donde una mayoría clara de cardenales ha sido creada por el propio Francisco, muchos provenientes de las llamadas “periferias” eclesiales —África, Asia y América Latina— que históricamente habían estado al margen del poder central romano. Esto convierte a esta elección en una de las más internacionales y menos previsibles en la historia reciente.
Las facciones: cinco bloques clave
El Colegio Cardenalicio no se divide solo por geografías, sino por visiones sobre el futuro eclesial. Según los análisis recientes, los 133 electores se agrupan principalmente en cinco grandes facciones ideológicas:
- Bergoglianos (53 miembros): El grupo mayoritario. Encarnan el legado del pontificado anterior: misericordia pastoral, diálogo abierto y reformas inclusivas. Entre ellos destaca Pietro Parolin, actual Secretario de Estado vaticano y uno de los favoritos para suceder a Francisco.
- Progresistas (15 miembros): Liderados por figuras como Reinhard Marx, impulsan cambios estructurales profundos como el “Camino Sinodal” alemán. Promueven una Iglesia inclusiva, especialmente hacia mujeres y comunidad LGTBIQ+, desafiando dogmas tradicionales.
- Periféricos (39 miembros): Provenientes del Sur Global (África, Asia, América Latina), representan un “conservadurismo compasivo”. Suelen combinar rigor doctrinal con sensibilidad social frente a pobreza y migración.
- Conservadores clásicos: Defienden una vuelta a posturas litúrgicas y doctrinales firmes. Menos organizados en número pero influyentes en determinados círculos curiales.
- Curiales técnicos: Centrados en la gestión interna del Vaticano y menos identificados con grandes causas ideológicas.
Tabla: Principales facciones del cónclave 2025
| Facción | Nº miembros | Características clave | Nombre relevante |
|---|---|---|---|
| Bergoglianos | 53 | Continuidad reformista | Pietro Parolin |
| Progresistas | 15 | Reformas profundas | Reinhard Marx |
| Periféricos | 39 | Sensibilidad social + rigor doctrinal | Luis Antonio Tagle |
| Conservadores | — | Defensa tradición doctrinal/litúrgica | — |
| Curiales | — | Gestión interna | — |
Polémicas y debates internos
En este cónclave está en juego mucho más que una simple alternancia personal. La herencia de Francisco polariza a los cardenales entre quienes quieren profundizar su revolución pastoral —más sinodalidad, mayor inclusión— y quienes consideran que sus reformas han diluido la identidad doctrinal católica.
Entre las grandes polémicas destacan:
- La gestión de los abusos sexuales dentro de la Iglesia.
- El papel creciente (o no) de la mujer en ministerios eclesiales.
- El enfoque hacia comunidades LGTBIQ+.
- La relación con las periferias geográficas frente al tradicional eurocentrismo vaticano.
- El debate sobre pobreza, migración y ecología integral.
El propio proceso previo al cónclave ha estado marcado por congregaciones generales donde estos temas han sido discutidos intensamente entre cardenales venidos literalmente “de cada rincón del planeta”.
Los nombres propios: candidatos y favoritos
Aunque tradicionalmente “quien entra papa al cónclave sale cardenal”, esta vez destacan varios perfiles por encima del resto:
- Pietro Parolin (Italia): Experiencia diplomática, moderado pragmático. Visto como figura de consenso entre bergoglianos y periféricos.
- Luis Antonio Tagle (Filipinas): Carismático, enfoque social progresista. Su elección reforzaría la proyección global hacia Asia.
- Matteo Zuppi (Italia): Arzobispo cercano a movimientos sociales e interreligiosos; perfil pastoral fuerte.
- Peter Turkson (Ghana): Representante africano con sólida trayectoria en justicia social.
- Otros nombres emergentes: Pierbattista Pizzaballa (Jerusalén), Mario Grech (Malta), Jean-Marc Aveline (Marsella).
Listas y rankings: ¿quiénes son los papables?
Basándonos en presencia mediática y peso interno:
- Favoritos claros: Pietro Parolin, Luis Antonio Tagle.
- Candidatos fuertes con proyección internacional: Matteo Zuppi, Peter Turkson.
- Outsiders con opciones según alianzas internas: Mario Grech, Jean-Marc Aveline.
Esta vez no hay un favorito incuestionable; la dinámica dependerá mucho de alianzas cruzadas entre bloques ideológicos y acuerdos surgidos durante las votaciones a puerta cerrada.
El papel determinante del legado Francisco
La mayoría relativa bergogliana podría inclinar la balanza hacia un candidato continuista o moderadamente reformista. Sin embargo, la fragmentación ideológica deja abierta la posibilidad a sorpresas; no se descarta que emerja un perfil inesperado capaz de consensuar posturas enfrentadas.
Lo cierto es que quien sea elegido tendrá que gestionar una Iglesia globalizada pero dividida; su primer reto será unir facciones enfrentadas bajo un mensaje creíble para fieles cada vez más críticos o distantes.
En palabras recientes del cardenal chileno Fernando Chomalí: “Es la herencia de 2 mil años de vida eclesial… pero también es la herencia del papa Francisco”. Y esa herencia —de apertura o tensión— será el principal factor que marque el futuro inmediato del catolicismo.
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