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EL HALLAZGO QUE REESCRIBE LA HISTORIA ANDINA

Peñico, la ciudad prehispánica de 3.500 años que emerge en el legendario Perú

El descubrimiento de la ciudad de Peñico, más antigua que Machu Picchu, revela sofisticadas redes comerciales y enigmas sobre las primeras civilizaciones de América

Periodista Digital 07 Jul 2025 - 09:00 CET
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En pleno siglo XXI, las arenas del norte de Perú vuelven a dar una lección sobre la capacidad de sorpresa del pasado. Peñico, una ciudad oculta durante 3.500 años, ha sido desenterrada por un equipo de arqueólogos liderados por la reconocida Ruth Shady, la misma que décadas atrás iluminó el mundo con el descubrimiento de Caral. Este nuevo enclave no solo rivaliza en antigüedad con los grandes centros civilizatorios del planeta, sino que cambia nuestra manera de entender los primeros contactos y redes comerciales en Sudamérica.

Situada a unos 200 kilómetros al norte de Lima, en la provincia de Barranca, Peñico ocupó un lugar estratégico: a 600 metros sobre el nivel del mar y rodeada por cerros que alcanzan los 1.000 metros. Esta ubicación privilegiada facilitó el contacto entre la costa del Pacífico, los Andes y la Amazonía, convirtiéndose en un auténtico nodo de intercambio cultural y económico.

Más allá de Machu Picchu: la sofisticación antes del mito

Cuando pensamos en civilizaciones peruanas, el imaginario colectivo suele volcarse hacia Machu Picchu. Sin embargo, Peñico es miles de años más antigua. Se estima su fundación entre 1800 y 1500 a.C., contemporánea a las primeras ciudades mesopotámicas y egipcias. Lo fascinante es cómo sus habitantes levantaron pirámides, plataformas y plazas circulares empleando piedra y barro, adaptándose a un entorno climático extremo y aprendiendo de los fracasos y éxitos previos de culturas como la propia Caral.

Entre los restos identificados hasta ahora destacan:

Centro comercial prehistórico: un cruce de caminos

Uno de los hallazgos más relevantes es el papel central que tuvo Peñico como punto de encuentro e intercambio. Según los investigadores, aquí confluyeron productos del mar, bienes agrícolas de los Andes e incluso objetos procedentes del interior amazónico. Esto desmonta el mito de sociedades aisladas: hace tres milenios ya existía una compleja red económica en Sudamérica.

La ciudad fue testigo del trueque entre culturas costeras expertas en pesca y navegación fluvial, agricultores andinos e incluso comunidades amazónicas portadoras de productos exóticos. Esta interacción queda reflejada en piezas cerámicas, herramientas líticas y restos orgánicos hallados durante las excavaciones.

Curiosidades y datos locos: lo inesperado bajo la arena

Peñico no solo aporta información “seria” sobre política o economía; también está repleta de detalles sorprendentes:

Perspectivas futuras para la investigación

El descubrimiento de Peñico ha abierto nuevas preguntas sobre cómo se desarrollaron las primeras civilizaciones americanas tras la caída climática de Caral. Los equipos liderados por Ruth Shady planean continuar las excavaciones para identificar más estructuras bajo la superficie árida. Se espera que nuevos análisis arqueobotánicos y genéticos permitan reconstruir cómo era realmente la vida cotidiana en esta ciudad pionera.

Además, este hallazgo refuerza la idea de continuidad cultural en el valle peruano: lejos de ser sociedades efímeras o aisladas, hubo una cadena ininterrumpida de avances técnicos, artísticos y sociales durante milenios.

Un nuevo relato para el pasado peruano

Peñico reescribe parte esencial del relato histórico peruano y latinoamericano. No solo es testimonio material del ingenio humano ante climas adversos y desafíos geográficos; también nos invita a mirar más allá del mito incaico para descubrir una sucesión asombrosa —y aún poco explorada— de culturas resilientes e innovadoras.

Este hallazgo nos recuerda —con cierta ironía— que mientras discutimos sobre tecnología moderna e integración global, hace miles de años ya existían verdaderos “influencers” culturales en las orillas del Pacífico sudamericano. Y quizás ahí radica lo más fascinante: cada palada bajo la arena puede transformar radicalmente todo lo que creíamos saber sobre nuestro propio origen.

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