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El magnicidio que selló el destino del comunismo

El asesinato de Trotsky: la trama de Stalin y el fanático español que cambió la historia

Un español, un piolet y una operación secreta de del Zar Rojo acabaron con la vida delm 'discrepante' en México en 1940

Mario Lima 21 Ago 2025 - 07:45 CET
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El ambiente en la Ciudad de México a finales de los años 30 era de expectación, vigilancia y miedo.

León Trotsky, exiliado en Coyoacán, vivía rodeado de sospechas y amenazas. Tras escapar de la represión soviética, el antiguo líder revolucionario y enemigo declarado de Iósif Stalin había hecho de su residencia una fortaleza, reforzando muros, tapiando ventanas y erigiendo torres de vigilancia.

Pero ni la paranoia ni la seguridad extrema serían suficientes para protegerle de uno de los magnicidios más icónicos del siglo XX.

A día de hoy, 21 de agosto de 2025, se cumplen 85 años de aquella tarde en que la historia del comunismo internacional cambió de rumbo.

El 20 de agosto de 1940, Ramón Mercader, un joven español de familia acomodada, militante comunista y agente secreto de la NKVD soviética, penetró en la casa de Trotsky con un pretexto banal: mostrarle un artículo para su revisión.

En ese instante, la sombra de Stalin se cernía sobre el escritorio del revolucionario ruso.

Un golpe mortal en el corazón de Coyoacán

Ramón Mercader había conseguido infiltrarse en el círculo íntimo de Trotsky bajo la falsa identidad de “Frank Jacson”. Había entablado una relación sentimental con Sylvia Ageloff, colaboradora y amiga de la familia Trotsky, y así se hizo habitual en la casa de Coyoacán. La confianza y la rutina jugaron a favor del plan de Stalin.

El día del asesinato, mientras Trotsky leía el supuesto artículo junto a la ventana, Mercader aprovechó un descuido para sacar un piolet —una herramienta de alpinismo de metal y mango de madera— que ocultaba bajo su abrigo. Con un golpe certero en la cabeza, dejó malherido al exiliado. Sin embargo, Trotsky, aún consciente, luchó con su atacante e incluso ordenó a sus guardaespaldas que no lo mataran: “Que confiese todo”, exclamó con dificultad.

Trotsky fue trasladado de urgencia al hospital, pero las heridas resultaron mortales. Murió el 21 de agosto de 1940, tras resistir una operación y entrar en coma horas después del ataque.

El rostro español del estalinismo

La figura de Ramón Mercader encarna uno de los episodios más oscuros del espionaje y la represión política internacional. Nacido en Barcelona y reclutado por su propia madre, Caridad Mercader —miliciana republicana y espía soviética—, se formó como agente en la Unión Soviética y recibió instrucciones directas de la policía secreta estalinista para ejecutar a Trotsky. Su papel fue premiado en secreto con el título de “Héroe de la Unión Soviética” tras cumplir 20 años de prisión en México, a pesar de que Stalin organizó una fallida operación para liberarlo durante su encarcelamiento.

Después de su liberación en 1960, Mercader pasó por Cuba y Praga antes de instalarse en Moscú, donde murió en 1978 bajo el nombre de Ramón López. Sus restos descansan en el cementerio de Kúntsevo.

Curiosidades y datos locos del magnicidio

Un crimen que selló el destino de la revolución

El asesinato de Trotsky fue mucho más que un ajuste de cuentas personal. Supuso la victoria definitiva del estalinismo dentro del comunismo internacional y el silenciamiento de una de las voces más críticas contra la deriva autoritaria de la Unión Soviética. Trotsky dejó una vasta obra intelectual, desde La revolución permanente hasta La revolución traicionada, que sigue inspirando a generaciones de militantes y académicos.

La pregunta sigue vigente: ¿fue Trotsky un mártir de la libertad de pensamiento dentro del socialismo o un líder revolucionario que también ejerció la violencia en sus días de poder? Lo que nadie discute es que, con aquel golpe de piolet en Coyoacán, la historia del siglo XX dio un giro brutal e inolvidable.

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