Los chavales no ven televisión.
Y no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo.
Unan ambas cosas y entenderán lo que pasa en el entorno del marido de Begoña.
En los pasillos de La Moncloa se respira inquietud.
La maquinaria mediática, que durante años ha sido un activo imprescindible para el relato del Gobierno, da muestras de fatiga. Las 12 horas de emisión en directo que RTVE dedica cada día a blanquear el sanchismo no son suficientes para el Gobierno.
Las recientes tensiones internas en RTVE, junto al creciente desapego de parte de la audiencia, han encendido todas las alarmas. Los asesores más cercanos a Pedro Sánchez saben que la influencia de la televisión pública ya no es suficiente para salvaguardar la imagen del Ejecutivo en un contexto de polarización y pérdida de confianza.
Las maniobras para reforzar el control y la afinidad en otros grandes grupos de comunicación se han acelerado.
El objetivo es claro: blindar el ecosistema mediático y, si es posible, neutralizar cualquier voz crítica que ponga en aprietos al Gobierno.
RTVE: entre la rebelión interna y el desfile de afines
La situación en RTVE es tensa y se ha convertido en tema de conversación obligado en el sector. Los trabajadores veteranos, los “de toda la vida”, denuncian la llegada masiva de periodistas y tertulianos con vínculos estrechos con el PSOE. En la lista de nombres recurrentes sobresalen Jesús Cintora, Javier Ruiz, Xabier Fortes, Mamen Intxaurrondo y Sarah Santaolalla. Su presencia en espacios clave y debates es constante, lo que ha alimentado el debate sobre la pluralidad y la independencia de la televisión pública.
Entre las curiosidades más comentadas destaca el caso de Santaolalla, cuya habilidad para acaparar titulares es notable: ha generado más tendencias en Twitter que muchos ministros y sus intervenciones superan habitualmente las 100.000 visualizaciones en TikTok. Su rol en RTVE es difuso: colaboradora, influencer, activista, según convenga. No faltan anécdotas surrealistas, como cuando posó con una camiseta acusando a Isabel Díaz Ayuso de las muertes en residencias durante la pandemia y lo acompañó de fotos “con morritos”, una mezcla de activismo y postureo digital que no pasa inadvertida.
La plantilla de la corporación pública, por su parte, está al límite. Los históricos critican que se contraten los programas a productoras externas mientras se deja sin carga de trabajo a los trabajadores del Ente. Y todo ello cuando esos espacios están controlados por personas claramente afines al Gobierno. El malestar se traduce en protestas simbólicas como los Viernes negros, que amenazan con resurgir este otoño.
- Se denuncia la duplicidad de recursos y el sobrecoste de productoras externas.
- Los equipos internos afirman estar perfectamente capacitados para cubrir eventos clave, pero son apartados en favor de formatos más controlados.
Enchufados y méritos: la polémica de los fichajes mediáticos
Uno de los debates más candentes gira en torno a la selección de periodistas y colaboradores para RTVE y otros medios cercanos al poder. Se cuestiona abiertamente cuáles son los méritos reales de los llamados “periodistas sanchistas” para ocupar posiciones de privilegio en la parrilla pública.
- Nombres como Ana Cuesta, Gonzalo Miró, Pepa Bueno, Bob Pop, Ignacio Escolar, David Broncano, Inés Hernand y Marta Flich se suman a la lista de “estrellitas del bulo” señaladas por su afinidad con el Gobierno y su presencia mediática asegurada.
- Las sospechas de nepotismo y favoritismo se multiplican, sobre todo cuando surgen relaciones sentimentales entre tertulianos, presentadores y responsables de la programación.
- El coste de esta política no es menor: se estima que el “chiringuito” de RTVE ha movido más de 1.000 millones de euros en los últimos años en favor de productoras y rostros afines.
Este clima ha provocado una auténtica rebelión interna, con el Consejo de Informativos advirtiendo del riesgo de erosionar la independencia y de vaciar de contenido el modelo de servicio público.
Más allá de RTVE: el “asalto” a otros medios y el caso Prisa
Los estrategas de La Moncloa no se conforman con el control de la televisión pública. El desgaste de la marca RTVE y el trasvase de audiencias a plataformas privadas y digitales han forzado al Gobierno a buscar nuevas fórmulas para amarrar el relato. En este contexto, el Grupo Prisa –propietario de medios clave como El País y la cadena SER– se percibe como un activo fundamental.
- Se exploran fórmulas para garantizar una línea editorial alineada con los intereses del Ejecutivo. Prisa es considerado “clave en el ecosistema de medios” por su capacidad de marcar agenda y moldear la opinión pública.
- Los analistas coinciden en que, si el Gobierno logra blindar su influencia en Prisa, la resistencia de otros grupos será mucho menor.
Este “asalto masivo” no solo implica la captación de periodistas y tertulianos, sino también el refuerzo de alianzas empresariales y la negociación de favores cruzados en el tablero mediático.
Curiosidades y datos locos: el otro lado de la pantalla
- Sarah Santaolalla ha superado en viralidad a muchos ministros: sus intervenciones, memes y polémicas han llegado a cifras récord en redes sociales, con miles de compartidos en TikTok y X (Twitter).
- El fenómeno de las camisetas reivindicativas ha llegado a límites insospechados: desde mensajes políticos directos hasta guiños a la cultura pop, algunos tertulianos han convertido el plató en una pasarela de activismo visual.
- Nadie sabe, ni siquiera en los pasillos de RTVE, cuál es la función exacta de algunos colaboradores: entre la tertulia, el activismo y la influencia digital, el perfil profesional se diluye en favor del espectáculo.
El futuro inmediato: polarización, recelos y búsqueda de audiencias
El pulso mediático se juega ahora en varios frentes. Por un lado, la televisión pública vive una crisis de identidad y de confianza, con la plantilla dividida y la audiencia fragmentada. Por otro, el Gobierno intensifica su presión sobre los grandes grupos privados, buscando blindar la narrativa de cara a un ciclo político incierto.
- La pluralidad informativa, la independencia y el modelo de servicio público están más en cuestión que nunca.
- El fenómeno de los “enchufados” y los fichajes mediáticos genera recelos tanto dentro como fuera de las redacciones.
- La batalla por la audiencia se traslada cada vez más a las plataformas digitales y las redes sociales, donde la viralidad y el espectáculo marcan la agenda.
En este escenario, la capacidad de La Moncloa para controlar el relato dependerá menos de la televisión pública y más de su habilidad para tejer alianzas, atraer a los nuevos “influencers” políticos y adaptarse a un ecosistema mediático en transformación constante. La partida, lejos de estar decidida, promete nuevos episodios de tensión, curiosidades y movimientos inesperados en el gran circo de la televisión española.
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