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La noche del martes 18 de noviembre de 2025 quedará grabada en la memoria colectiva del arte.
En Nueva York, en la nueva y emblemática sede de Sotheby’s, obra del arquitecto Marcel Breuer, el Retrato de Elisabeth Lederer de Gustav Klimt alcanzó la impresionante cifra de 236,4 millones de dólares (cerca de 203 millones de euros), convirtiéndose así en la obra moderna más cara jamás subastada.
Lo más asombroso es que esta cantidad casi duplica la estimación inicial de 150 millones de dólares que la casa había fijado para la pieza.
Durante más de diecinueve minutos, seis coleccionistas se enfrentaron en una batalla de pujas sin tregua, decididos a hacerse con una de las obras más intrigantes del maestro austriaco.
El comprador final, cuya identidad sigue siendo un misterio, realizó su oferta a través de un representante de Sotheby’s, sellando un momento que transformará el mercado del arte moderno en los próximos años.
Este logro no solo constituye un hito para Klimt, sino que también marca un cambio significativo para la propia institución.
Sotheby’s ha superado su propio récord en una sola noche, logrando recaudar un total de 527 millones de dólares con la colección del magnate cosmético Leonard A. Lauder, fallecido en junio de 2025.
De esa cifra astronómica, 392 millones provinieron únicamente de tres cuadros y dos dibujos del artista austriaco, evidenciando la extraordinaria demanda por las obras del creador vienés.
La sala estaba repleta, con miles de personas haciendo cola durante horas para acceder a las piezas, especialmente para contemplar este retrato que cambiaría el rumbo del mercado del arte.
La historia detrás de Elisabeth: supervivencia, identidad y arte
Cada gran obra maestra tiene una historia humana detrás, y la vida de Elisabeth Lederer es tan fascinante como su pintura. Elisabeth Franziska Lederer nació en Viena en 1894, hija de August y Serena Lederer, considerados los mecenas más destacados del trabajo artístico de Klimt.
Su familia acumuló riqueza gracias a su destilería y su industria del almidón, ocupando el segundo puesto entre las familias más adineradas del país, solo superados por los legendarios Rothschild. Elisabeth mantenía tal cercanía con el pintor que lo llamaba cariñosamente «tío», aunque su relación era más bien una mezcla entre admiración profesional y afecto familiar.
La vida de Elisabeth dio un giro dramático cuando decidió dejar la Comunidad Israelí en 1921 para adoptar la fe protestante; al día siguiente contrajo matrimonio con el barón Wolfgang Freiherr von Bachofen-Echt. Tuvieron un hijo que falleció trágicamente en julio de 1938, justo ese mismo año en que se separó.
Sin embargo, lo más extraordinario ocurrió cuando el régimen nazi anexó Austria en 1938. Temiendo las políticas genocidas que acechaban a los judíos europeos, Elisabeth ideó un plan audaz: afirmaría que Gustav Klimt, quien había fallecido en 1918 y no era judío, era su padre biológico. Con ayuda de su excuñado, un alto funcionario nazi, logró obtener un certificado que acreditaba su «sangre germana», lo cual le permitió vivir con relativa seguridad hasta su muerte por enfermedad el 14 de octubre de 1944; fue enterrada en el cementerio de Hietzing.
El viaje del cuadro
La procedencia detrás del Retrato posee un peso histórico significativo que va mucho más allá de su simple valor económico. Durante la ocupación nazi en Austria, la familia Lederer sufrió el saqueo sistemático de toda su colección artística; sin embargo, existe un detalle particularmente irónico: los nazis consideraban los retratos familiares demasiado personales para robarlos, permitiendo así la permanencia intacta de esta obra maestra. Esto contrasta fuertemente con el destino de otras obras notables de Klimt, como el famoso Retrato de Adele Bloch-Bauer I, confiscado durante la ocupación nazi y recuperado décadas después.
La historia sobre cómo utilizó dicho retrato para salvarse resulta prácticamente única en los anales del Holocausto: al combinar la estrategia de afirmar que Klimt era su padre biológico con la ayuda de un excuñado nazi, logró conseguir documentación oficial que le brindó protección contra la persecución. Es un testimonio perturbador de cómo el arte, la identidad y la supervivencia se entrelazaron trágicamente durante uno de los períodos más oscuros de la historia europea. Al fallecer Elisabeth en 1944, el retrato permaneció en Viena hasta que finalmente fue recuperado por la familia, pasando por sucesivas manos antes de llegar a la colección de Leonard A. Lauder.
Lo irónico y conmovedor es que esta pintura ahora vendida por 236 millones fue precisamente lo que le salvó la vida.
La obra maestra: técnica, belleza y misterio
Pintado entre 1914 y 1916, el Retrato de Elisabeth Lederer destaca por su monumentalidad y sofisticación visual.
Klimt recibió una suma considerable por esta comisión: 35.000 coronas, dedicando tres años meticulosos a perfeccionar cada detalle mientras reflejaba su característico perfeccionismo. La pintura mide casi dos metros y presenta a una joven luciendo lo que muchos expertos interpretan como un elegante vestido blanco nupcial; sin embargo, también podría tratarse de una túnica imperial china con forma dragón, reflejando así la admiración del pintor por las artes orientales —una fascinación compartida por otros maestros renacentistas como Van Gogh, Manet o Monet.
Lo verdaderamente excepcional radica en su composición.
Detrás de Elisabeth se despliega un triángulo indefinido formado por elementos decorativos dispuestos como si fueran piezas de un rompecabezas; esto refuerza la línea sinuosa que predomina todo el conjunto. El suelo presenta incrustaciones junto a diversos elementos geométricos organizados simétricamente, recordando los trabajos realizados en los Talleres de Viena, donde Klimt tuvo vínculos profundos. La ornamentación brillante y colorida es característica del último periodo del maestro; esos tonos dorados y plateados son ya parte inconfundible su firma visual.
Elisabeth aparece con mejillas sonrosadas; emana frescura y elegancia al capturar la esencia misma de la juventud aristocrática vienesa antes del estallido bélico.
Antes esta venta histórica, el Retrato de Elisabeth Lederer era uno solo dos retratos completos restantes en manos privadas creados por Klimt; sus otras obras maestras están resguardadas en museos alrededor del mundo lo cual hace esta pieza prácticamente única entre coleccionistas privados.
Su tamaño imponente, acabado perfecto e importancia histórica convierten este retrato en un tesoro irreemplazable.
Los números que marcan historia: ranking entre las obras más caras subastadas
El precio alcanzado —236,4 millones— coloca al Retrato de Elisabeth Lederer entre los grandes hitos históricos dentro del mercado artístico mundial; aunque no se sitúa necesariamente al tope absoluto. Para comprender mejor esta hazaña hay que observar el listado correspondiente a las obras más caras jamás vendidas:
| Posición | Obra | Artista | Año | Precio (millones USD) |
|---|---|---|---|---|
| 1 | Salvator Mundi | Leonardo da Vinci | 2017 | 450,3 |
| 2 | Retrato de Elisabeth Lederer | Gustav Klimt | 2025 | 236,4 |
| 3 | Shot Sage Blue Marilyn | Andy Warhol | 2022 | 195 |
| 4 | Nu couché | Amedeo Modigliani | 2018 | 157 |
| 5 | Le Rêve | Pablo Picasso | 2013 | 155 |
El Retrato no solo ostenta el título como obra moderna más costosa subastada hasta ahora; también establece un récord inédito para Klimt. Hasta entonces su precio anterior era únicamente alcanzado por Dame mit Fächer (Dama con abanico), vendido por unos modestos (en comparación) 108 millones dólares hace apenas dos años, lo cual significa que este nuevo récord duplica dicha cifra anterior. Además ha desbancado al famoso Shot Sage Blue Marilyn creado por Andy Warhol, quien había mantenido desde entonces el tercer lugar.
Curiosidades e datos sorprendentes sobre el mercado artístico
El universo subastador está repleto anécdotas extraordinarias junto cifras desafiantes ante cualquier lógica económica convencional. Durante esa misma noche mágica del pasado noviembre celebrado en Sotheby’s, se vendió incluso un retrete funcional construido completamente con oro sólido dieciocho quilates diseñado por el artista conceptual Maurizio Cattelan titulado America, alcanzando los impresionantes doce millones dólares. Lo curioso es cómo comenzó esa puja: partió desde el valor bruto correspondiente al peso total oro presente dentro pieza sumándole comisiones correspondientes al evento subastador. No obstante dicha venta fue considerada «decepcionante» según expertos ya que concluyó tras una única oferta sin competencia feroz similar a lo vivido con el Retrato.
Otro dato fascinante radica en cómo esos tres cuadros subastados pertenecientes a Klimt generaron asombrosos ganancias totales: ¡392 millones! Esto representa nada menos que el setenta y cuatro por ciento total recaudado esa noche memorablemente mágica . Los otros dos cuadros fueron Blumenwiese (Pradera florecida) vendido finalmente por unos impresionantes ochenta seis millones , mientras tanto Waldabhang bei Unterach am Attersee (Pendiente boscosa sobre Unterach am Attersee) logró alcanzar sesenta ocho millones . Ambos paisajes nunca antes habían salido bajo martillo lo cual otorga valor histórico adicional estas transacciones.
La colección perteneciente a Leonard A.Lauder incluía veinticuatro piezas destacadas artistas mundialmente reconocidos tales como Edvard Munch , Henri Matisse , Vincent van Gogh así como Agnes Martin ; sin embargo fue claramente dominada presencia notablemente fuerte Gustav Klimt . Este último legado filantrópico extiende significativamente hacia Whitney Museum of American Art donde sus contribuciones financieras facilitaron traslado institución actual sede ubicada centro ciudad . Su célebre coleccion cubista incluye noventa obras fundamentales donadas Museo Metropolitano Arte considerada colección privada definitiva cubismo mundo entero.
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