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Perfil / En Covarrubias (Burgos), presentó su libro 'La flor del norte' el 12 de marzo de 2011

La escritora bilbaína Espido Freire: la fortaleza de una mujer

Lleva un anillo dorado con una oquedad. Misteriosa, dice que es para guardar el antídoto de un veneno

21 Mar 2011 - 10:39 CET
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Kristina de Noruega, ¿la princesa envenenada?

[11 de enero de 2011. Covarrubias, Burgos. Resturante de Galo]. Espido Freire camina suntuosa hacia la mesa restangular. Se sienta hacia la mitad para no quedar muy alejada de ninguno de los comensales. Se gira para dejar el abrigo apartado y deja ver el generoso escote de su vestido negro abierto hasta debajo de los omóplatos. Su piel es blanca, casi traslúcida. Un collar de piedra volcánica y coral cuelga de su cuello. Cuando ya está acomodada, se quita un anillo de plata barroco y los guantes de gasa negros que lleva puestos. Se recoloca el anillo. Pide sopa de pescado, filete y lubina.

Freire nació en Bilbao en 1974. Se llama Laura –Espido es su primer apellido–. Su familia es gallega y tiene una hermana, Mila, a la que cree más centrada e inteligente que ella. A los 25 años ganó el Premio Planeta con el libro ‘Melocotones helados’. La escritora más joven en ganar el galardón. El 12 de enero de 2011 presentaba su libro ‘La Flor del Norte’ (Ed. Planeta) en Covarrubias, el pequeño pueblo burgalés en el que vivió la princesa Kristina de Noruega, protagonista de esta novela histórica.

El 11 de enero de 2011, en un restaurante llamado ‘de Galo’, de cena con los periodistas que acuden a la presentación en Covarrubias, no para de hablar… de su última obra. Sus ojos grandes captan rápidamente la atención, escrutadores y pintados con una ligera raya negra. Se enfrasca en una conversación con un reportero acerca de la leyenda de la princesa Xristina. Las ojeras le dan un aspecto lánguido, un tanto mortuorio. Fuera, en la noche, la niebla envuelve las murallas del pueblo que conserva su aspecto medieval, con construcciones de piedra y arcos de medio punto.

Freire acude al viaje acompañada de su agente de prensa, Nika Jiménez. Hacen buenas migas. Nika es callada y de aspecto frágil, y Espido una mujer de armas tomar. Se confiesa independiente y dice que ese es su atractivo frente a los hombres. Camino a Covarrubias en el autobús, se jacta de que nunca ha vivido con uno y no tiene planes de hacerlo, aunque comparte su vida con alguien.

Su próximo libro será un ensayo sobre la psicología masculina. Jamás se atrevería a dar el primer paso con uno de ellos y le obsesiona comprenderlos. Según cuenta, se lleva mejor con las mujeres. Está convencida de que éstas se topan con una media de dos hombres psicópatas en su vida. Ella ya encontró a los suyos durante su estancia en Noruega, donde conoció la existencia de la princesa Xristina (1234-1262), vikinga que cambió las tierras nórdicas para casarse con el infante Felipe de Castilla y mudarse a la corte del rey Alfonso X El Sabio.

Según la teoría de Freire, estos psicópatas anulan a las mujeres y ejercen una fuerza destructiva en ellas. Entre las féminas no hay psicópatas, pero sí «manipuladoras», «quiero y no puedo» y «mosquitas muertas». Afirma no conocer a ninguna que sea débil.

A finales de febrero de 2011, en entrevista con Nieves Herrero en el ‘Magazine’ de El Mundo, confesó que en su juventud padeció bulimia. En las fotos del suplemento aparece echada en el suelo de costado, con un ajustado vestido bicolor y los pechos rebosando. Pero Freire recuerda su adolescencia como una etapa feliz, embullida en la música –estudió canto en esa época– y en los libros.

En el viaje, repite una historia acerca de su encuentro con un gato siamés de ojos grises. Una servidora la escuchó contarla tres veces. En el trayecto de ida del autobús, en la cena y en la presentación del libro a la mañana siguiente de la cena. Se encontró con el gato a los pies de la estatua de la princesa Xristina en Covarrubias. Dudó si llevárselo o no. En su casa tiene varios. Tres meses después lo adoptó su fisioterapeuta. En una de las historias el gato tenía los ojos azules. Azules como los ojos de la princesa Xristina.

Los destinos trágicos se repiten en su prosa. Xristina de Noruega acabó muerta, quizás envenenada con los vasos de vino que le daban a beber con brebajes disueltos para curar una desconocida enfermedad. Otros dicen que murió de pena. Freire lleva un anillo dorado en el dedo índice de la mano derecha. Tiene forma de flor y se asemeja a un diente de león pero con el centro blanco. El anillo tiene una oquedad. Misteriosa, dice que es para guardar el antídoto de un veneno en los servicios de un restaurante de la carretera de Burgos, mientras hace cola para entrar.

En la mañana de la presentación del libro en el Centro Cultural Arlanza de Covarrubias –Arlanza es el río que baña esas tierras, Arlanza es el vino, Arlanza los hoteles–, la escritora bilbaína acudió a la presentación oficial del libro ante los medios con un vestido rojo burdeos, lleno de pedrería bordada y de reminiscencia medieval. Camina por el empedrado del pueblo con tacones y se quita y pone el abrigo a cada foto, a cada toma de cámara. Espido Freire es fantasía y una deliciosa puesta en escena.

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