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Thomas Bernhard, el más genuino de los ‘comebarato’

Se reedita 23 años después un relato poco conocido del pérfido austriaco

José Catalán Deus 27 Ago 2012 - 13:08 CET
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Setenta y cinco páginas apretadas, irritantes y obsesivas sin un punto y aparte. Con ‘Die Billigesser’ (Los comebarato), Thomas Bernhard se superó a sí mismo pocos años y pocos textos antes de fallecer. Suerte de los países como Austria que elevan a celebridad respetada a sus virulentos enemigos. Suerte de los escritores que se ven respetados por insultar a su país y al prójimo. ‘Los comebarato’ es un relato aburrido, desagradable, que deseas arrojar lejos tras las primeras páginas y que terminas leyendo para sorpresa propia. Una metáfora de la insoportable levedad humana, tan ridícula y pretenciosa ella, un noqueante alegato de la despreciable existencia del común de los mortales.

Especialmente despreciable en aquella pequeña parte de los mortales que pretende no compartir la despreciable existencia del común de los mortales, sino que simulando y hasta convencidos de ser especiales, pretenden que su existencia no es despreciable porque abrazan supuestas grandes causas, proyectan ambiciosas tareas y aspiran a contribuir a la mejora del espíritu humano. Y sin embargo, su existencia despreciable es aún más despreciable que la del común de los mortales con existencia despreciable, que o bien están dispuestos a aceptar que su existencia es despreciable o simplemente ni se plantean que pueda ser su existencia despreciable.

Si escribiera varias páginas dando vueltas infinitas a las repeticiones premeditadas del párrafo anterior, estaría copiando el estilo de Bernhard. Si escribiera ochenta páginas de esa guisa, me tirarían tomates. Pero a Bernhard no sólo le aplaudieron en vida, sino que el Estado y la sociedad austriaca se las han arreglado para violar ‘legalmente’ su testamento, -que prohibía publicar y representar toda su producción en su país de nacimiento-, y elevarlo a gloria nacional.

Respondiendo a su genuino estilo personal, el argumento de ‘Los comebarato’ apenas importa, la trama casi ni existe y el texto es una repetición interminable de frases insulsas, escrita a punto y seguido para hacerla más intragable, aunque en realidad podría ser ordenada convencionalmente en tres partes y una docena de capítulos. Una papilla llena de grumos ante la que pronto sentirás cierta repugnancia y la tentación irrefrenable de saltarte líneas que nada aportan.

Sin embargo, Bernhard tiene un secreto y a pesar de todo, consigue atraparte en su tela de araña, consigue devorar tu escaso tiempo y consigue dejarte un tanto obnubilado. ¿Cuál es su secreto? Su implacable y monstruoso nihilismo, una vuelta de tuerca al teatro del absurdo, una plasmación literaria de la filosofía de Cioran, una condensación de elitismo aberrante pero tentador, un sadismo intelectual para masoquistas sofisticados, un dominio de la técnica de la sumisión por medio de la coacción violenta sin asomo de piedad alguna. El autor es como el protagonista, un comebarato incorregible que se siente superior a los comebarato pero que no es más que un genuino comebarato.

Bernhard afirmaba que sus obras no significaban nada especial, que eran lo que estaba escrito y nada más. Así que esta es una historia corta de un demente austriaco que gracias a una pensión vitalicia dedica todas sus energías a una supuesta obra maestra que nunca acabará. Atraído incomprensiblemente por este ser repugnante y avasallador, encontramos de repente a otro ser fantasmal que lo adora a pesar de todo y es su único interlocutor en la tierra. Y finalmente damos con un cuarteto de parroquianos de un restaurante barato cuya única pero férrea ligazón es comer siempre el menú más barato en la misma mesa del mismo restaurante durante toda su vida. Dan título al libro, son efectivamente los comebarato. El demente los elegirá como inspiración del capítulo central de la obra maestra que lleva en la cabeza. Y los convertirá en eje y razón de su repetitiva jornada cotidiana. Y cuando con agotador ceremonial decida revelar a su interlocutor el secreto de su vida, el por qué los comebarato son la clave de la obra maestra que al fin concluirá, nos dejará con un palmo de narices y se irá al otro mundo como quien dobla la esquina.

Así de simple. Pero su autor era el primero en saber que fondo trivial y forma exasperante conspiraban adecuadamente para crear un mecanismo atosigante, un ‘meme’ turbador en la mente del lector, más consistente que el escaso poso que dejan casi todas nuestras lecturas. ‘Los comebaratos’ es una alegoría de la vida, de su falta de sentido, de su insulso devenir, de su comienzo azaroso y su final insustancial: nada más que un salto y un desplome, y en medio nada.

Menos mal que aunque lo veamos así y coincidamos con este carismático gruñón, también lo vemos al revés, y de otra manera y bajo otro prisma. Como hacia él por cierto aunque nunca lo confesara para mantener intacto el personaje. No, no somos solamente un comebarato con muletas, ínfulas de genio y una deplorable existencia. Somos más cosas, y muchas de ellas respetables y válidas. Pero Thomas Bernhard se especializó en una sola tarea, reflejar en toda su crudeza no el claroscuro de la vida, sino únicamente la parte sombría, la Sombra.

Aproximación al libro (del 1 al 10)
Interés: 8
Argumento: 6
Texto: 7
Traducción: 8
Edición: 8

Los comebarato, de Thomas Bernhard
Edición y traducción de Carlos Fortea
Ediciones Cátedra
Colección: Letras Universales
Madrid, marzo 2012
11 x 18 cm.
144 Páginas
Rústica Hilo
I.S.B.N.: 978-84-376-2975-9
9,70 IVA incluido
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