Desde que grabó «Tous les garçons et les filles» en 1962, Hardy alcanzó una popularidad inmediata que trascendió las fronteras francesas, algo inusual para las artistas femeninas de su país en ese entonces. La canción se convirtió rápidamente en un himno generacional y ha vendido millones de copias desde su lanzamiento.
Su belleza y estilo la convirtieron también en un icono de la moda, siendo musa de destacados diseñadores de la época como André Courrèges y Paco Rabanne. Además, Hardy incursionó en el cine, participando en películas notables como «Un castillo en Suecia», «¿Qué tal, Pussycat?» y «Grand Prix».
Durante más de veinte años, la reconocida cantautora luchó contra un cáncer del sistema linfático y de faringe, cuyos efectos secundarios de la radioterapia e inmunoterapia hicieron que sus días fueran «un infierno», según declaró en una entrevista. En este tiempo, Hardy abogó públicamente por la regularización de la eutanasia en Francia, dirigiéndose incluso a Emmanuel Macron en una carta abierta para solicitar una muerte digna y legal.
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