La jornada del 28 de abril quedará marcada en la memoria colectiva de los españoles como el día en que la Península Ibérica se sumió en el mayor apagón eléctrico de su historia reciente.
Desde el mediodía, millones de hogares, empresas y servicios públicos se vieron repentinamente privados de electricidad, generando una parálisis económica sin precedentes.
Las primeras estimaciones apuntan a un impacto inmediato de al menos 1.000 millones de euros, aunque algunas proyecciones elevan la cifra potencial hasta los 4.500 millones, dependiendo del alcance real y la duración de la interrupción.
La caída eléctrica, conocida ya como el “cero energético”, dejó fuera de juego a la práctica totalidad de la actividad productiva nacional durante varias horas. El fenómeno, según Red Eléctrica de España, supuso una desaparición súbita de 15 gigavatios del sistema, suficiente para cubrir el 60% de la demanda nacional en ese momento. Sectores como la industria manufacturera, la automoción y la petroquímica tuvieron que detener sus líneas, con fábricas emblemáticas como Seat y Ford parando su producción. Incluso grandes plantas petroquímicas como la de Tarragona y compañías ferroviarias como CAF suspendieron operaciones por seguridad.
El comercio no corrió mejor suerte: miles de tiendas y supermercados tuvieron que bajar la persiana ante la imposibilidad de operar sin suministro eléctrico. Aunque cadenas como Mercadona y El Corte Inglés lograron mantener abiertas parte de sus tiendas gracias a sistemas propios o ubicaciones menos afectadas, la mayoría del pequeño comercio y restauración sufrió pérdidas directas e irrecuperables por un día sin ventas. Las pymes del sector servicios, que representan cerca del 70% del PIB español, fueron especialmente vulnerables al corte.
Las cifras: ¿cuánto costará realmente?
El Producto Interior Bruto (PIB) diario español ronda entre los 4.100 y los 4.500 millones de euros según distintas fuentes oficiales. En el peor escenario, si toda la actividad se hubiera detenido durante un día completo —algo poco probable dada la recuperación parcial por zonas— esa sería la cifra máxima teórica del impacto.
Sin embargo, los expertos rebajan ese cálculo inicial. Las razones son varias:
- El apagón no afectó igual a todas las regiones ni duró exactamente lo mismo en todos los territorios.
- Parte de las actividades interrumpidas podrían recuperarse parcialmente en los días siguientes.
- Grandes empresas cuentan con generadores que permitieron mantener servicios básicos o reanudar antes su actividad.
- La banca y los sistemas electrónicos críticos aguantaron gracias a sus propios sistemas de respaldo.
La mayoría de analistas coinciden en que las pérdidas económicas directas podrían situarse entre los 1.000 y los 1.500 millones de euros para el conjunto del país por un solo día sin suministro, aunque advierten que los costes indirectos —pérdida de stocks perecederos, alimentos sin refrigerar, penalizaciones contractuales o indemnizaciones por daños— podrían elevar algo más el montante final.
Impacto sectorial: industria, servicios y transporte
Un vistazo rápido a cómo se distribuye el PIB español ayuda a entender el golpe:
- Industria: representa cerca del 14% del PIB diario (unos 575 millones). Fue el sector más afectado por tener que parar maquinaria y procesos continuos.
- Servicios: suponen alrededor del 70% del PIB. Hostelería, comercio minorista y restauración perdieron una jornada completa.
- Transporte: el tráfico aéreo se restringió hasta un 50% en algunos nodos clave; torres de control funcionaron con generadores y varios aeropuertos peninsulares operaron con limitaciones notables.
- Agricultura y alimentación: pérdidas aún no cuantificadas por productos almacenados sin refrigeración.
Las pymes —columna vertebral económica— fueron las más vulnerables. Sin grandes recursos para afrontar emergencias ni acceso inmediato a generadores, muchas no descartan reclamar indemnizaciones por daños económicos sufridos durante el apagón.
¿Pagaremos más allá del coste inmediato?
A corto plazo, los costes más evidentes recaerán sobre empresas que han visto interrumpida su actividad y sobre consumidores que han sufrido pérdidas materiales o alimentarias directas. El Estado podría verse obligado a activar indemnizaciones o ayudas para sectores especialmente dañados, lo que sumaría presión sobre las cuentas públicas.
Además, varias voces empresariales alertan sobre un posible efecto arrastre en las previsiones macroeconómicas para 2025. Un descenso “de varias décimas” en las expectativas de crecimiento es uno de los riesgos señalados por analistas consultados tras evaluar la magnitud del apagón. La revisión a la baja podría afectar tanto al empleo como a futuros ingresos fiscales si parte de la producción perdida no se recupera.
La factura final: incertidumbre y lecciones
Aunque todavía es pronto para fijar una cantidad definitiva —y habrá ajustes cuando se conozcan todos los datos reales— el consenso apunta a un impacto mínimo superior a los 1.000 millones de euros solo en pérdidas directas para este “Gran Apagón”. Si sumamos costes indirectos e indemnizaciones pendientes, el agujero económico para los españoles podría acercarse o incluso superar los 2.000 millones.
La experiencia deja claro que invertir en infraestructuras resilientes y planes de contingencia robustos no es solo una cuestión técnica: es también una prioridad económica nacional para evitar que eventos excepcionales acaben trasladándose al bolsillo colectivo.
El “apagón” ha puesto sobre la mesa cuán vulnerable sigue siendo nuestro tejido productivo ante fallos sistémicos. Su factura —en euros perdidos— tardará aún semanas en cerrarse completamente.
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