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La disputa comercial entre Estados Unidos y China ha adquirido un nuevo matiz en 2025.
La crisis del fentanilo, un potente opioide sintético responsable de decenas de miles de muertes cada año en territorio estadounidense, se ha convertido en argumento central para la imposición de aranceles y recriminaciones cruzadas.
Las palabras del presidente Donald Trump, quien llegó a acusar públicamente a Pekín de «envenenar a nuestros ciudadanos» con opioides como el fentanilo, ilustran hasta qué punto la cuestión antidrogas ha contaminado las relaciones económicas entre las dos potencias.
- Estados Unidos sostiene que gran parte de los precursores químicos empleados por los cárteles mexicanos para fabricar fentanilo provienen de China.
- Pekín, por su parte, rechaza tajantemente esta acusación y denuncia que Washington utiliza el problema del fentanilo como pretexto para justificar políticas proteccionistas y sanciones comerciales adicionales.
Aranceles como arma política
En febrero de 2025, la administración Trump impuso un arancel adicional del 10% sobre casi todas las importaciones chinas, alegando la necesidad de combatir la proliferación del fentanilo y otros opioides sintéticos en suelo estadounidense. Esta medida se sumó a otras sanciones comerciales ya existentes, disparando las tensiones bilaterales:
- El 2 de abril, se introdujo una tarifa especial del 20% sobre productos vinculados al fentanilo.
- A esto se añadió un arancel recíproco del 34%, elevando temporalmente el gravamen sobre algunos productos chinos al 145% antes de negociaciones posteriores que lo redujeron al 30% durante un periodo provisional de 90 días.
El gobierno estadounidense justificó estas acciones bajo el paraguas de la International Emergency Economic Powers Act (IEEPA), alegando que la emergencia nacional creada por la crisis de los opioides requería medidas extraordinarias. Las órdenes ejecutivas dejaron claro que los aranceles se mantendrían «hasta que se alivie la crisis», vinculando explícitamente comercio y salud pública.
Respuesta china y consecuencias globales
La reacción china no se hizo esperar. Las autoridades en Pekín calificaron los aranceles como «injustificados» y contrarios a las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Recalcaron que desde 2019 China ha incluido todas las sustancias relacionadas con el fentanilo en su lista de drogas controladas y ha cooperado activamente con Estados Unidos en materia antidrogas. Insisten en que el problema reside principalmente en el consumo interno estadounidense y no en la exportación china.
- China advirtió que las tarifas podrían dañar gravemente la cooperación bilateral en la lucha contra el narcotráfico.
- Amenazó con represalias comerciales y defendió su derecho a proteger sus intereses ante medidas que considera discriminatorias.
Este cruce ha complicado aún más una relación ya marcada por años de guerra comercial, disputas tecnológicas y recelos geopolíticos. Para muchos analistas, convertir el drama del fentanilo en una herramienta negociadora podría tener efectos contraproducentes: dificultar la colaboración policial internacional y desviar recursos hacia disputas legales o arancelarias.
Impactos económicos y sociales
La introducción del «arancel fentanilo» ha generado múltiples efectos colaterales:
- Incremento inmediato del coste de importación para empresas estadounidenses dependientes de suministros chinos, incluidas farmacéuticas legales y sectores tecnológicos.
- Dificultades para distinguir entre productos legítimos y precursores químicos ilegales, lo que puede afectar cadenas productivas globales.
- Posible aumento del tráfico ilegal por vías alternativas o mediante triangulación a través de terceros países, complicando aún más los esfuerzos policiales internacionales.
Para los consumidores estadounidenses, esto implica encarecimiento potencial de medicamentos esenciales e insumos industriales. Y aunque el objetivo declarado es reducir el flujo ilegal de opioides, expertos advierten que las medidas unilaterales podrían incentivar el mercado negro.
¿Un avance diplomático a la vista?
A pesar del enfrentamiento dialéctico, tanto Washington como Pekín han mostrado señales recientes –aunque cautelosas– de buscar puntos comunes. En mayo, ambas partes alcanzaron un acuerdo preliminar para rebajar ciertos aranceles durante tres meses mientras continúan las negociaciones. En paralelo:
- China reiteró su disposición a reforzar los controles sobre precursores químicos si Estados Unidos modera sus sanciones comerciales.
- Estados Unidos exige pruebas tangibles del compromiso chino antes de relajar sus medidas.
Sin embargo, las negociaciones avanzan lentamente. La desconfianza mutua persiste: Washington teme concesiones insuficientes mientras crece la presión política interna por resultados visibles; Pekín sospecha que cualquier movimiento será insuficiente para frenar nuevas sanciones o restricciones tecnológicas.
Más allá del comercio: impacto social y político
El uso del fentanilo como argumento central redefine el debate sobre comercio global. Ya no solo se discuten déficits comerciales o acceso a mercados; ahora están en juego cuestiones humanitarias como la salud pública y la seguridad ciudadana. El caso ilustra cómo problemas sociales complejos pueden ser instrumentalizados en disputas económicas mayores.
Para muchos estadounidenses afectados por la epidemia de opiáceos –que cada año deja decenas de miles de muertos– la retórica dura puede resultar comprensible. Pero expertos advierten sobre los riesgos:
- Una estrategia basada solo en sanciones podría agravar la crisis sanitaria al dificultar el acceso a medicamentos legítimos o generar escasez inesperada.
- La cooperación internacional es clave para identificar rutas ilícitas y compartir inteligencia; sin ella, el tráfico puede adaptarse rápidamente a nuevas barreras regulatorias o comerciales.
Conclusión: ¿un precedente para futuras guerras comerciales?
Lo ocurrido con el fentanilo marca un antes y un después en las guerras comerciales contemporáneas. Por primera vez, una droga mortal es utilizada como argumento central para rediseñar políticas arancelarias entre dos superpotencias. Esto abre interrogantes importantes:
- ¿Veremos otras crisis sociales (sanidad, migración, medio ambiente) convertirse en excusa para imponer barreras comerciales?
- ¿Lograrán Estados Unidos y China encontrar un equilibrio entre presión económica y cooperación real frente a desafíos globales?
El futuro inmediato depende tanto del resultado de las negociaciones como –quizá más aún– del reconocimiento mutuo de que los grandes retos sociales requieren respuestas coordinadas más allá del proteccionismo o las acusaciones cruzadas.
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