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En el mundo de los refrescos, pocas cosas han sido tan misteriosas como la fórmula de la Coca-Cola.
Durante más de 130 años, la receta ha sido custodiada con celo, generando teorías, leyendas urbanas y hasta intentos de espionaje industrial dignos de una novela de Ian Fleming.
Pero el pasado julio de 2025, el panorama cambió radicalmente: la compañía reconoció públicamente haber hecho caso a una sugerencia de Donald Trump y, por primera vez, desveló detalles inéditos sobre su composición, desatando un tsunami mediático y científico.
¿El detonante? Un post en redes sociales del expresidente estadounidense, conocido por su afición desmedida a la Diet Coke, asegurando que había convencido a la compañía para volver a utilizar azúcar de caña en lugar de jarabe de maíz de alta fructosa en sus refrescos para el mercado estadounidense. Aunque hasta entonces solo la versión mexicana de la bebida contenía este ingrediente, la noticia no tardó en confirmarse: a partir de otoño, una nueva línea de Coca-Cola con azúcar de caña llegará a los supermercados estadounidenses, sin reemplazar la receta original pero sí ampliando la oferta.
Un cambio de ingredientes, una revolución en salud y bienestar
La diferencia entre azúcar de caña y jarabe de maíz de alta fructosa puede parecer mínima para el consumidor ocasional, pero no lo es tanto si atendemos a la ciencia. El azúcar de caña es casi 100% sacarosa (50% glucosa y 50% fructosa), mientras que el jarabe de maíz utilizado en Estados Unidos contiene un 55% de fructosa y un 45% de glucosa. Aunque ambos son azúcares simples y aportan las mismas calorías, la fructosa se metaboliza de forma diferente y, según algunos expertos, su consumo excesivo podría estar relacionado con el aumento de enfermedades metabólicas como la obesidad y la diabetes tipo 2.
Diversos estudios han analizado el impacto de los azúcares añadidos en la dieta occidental. Si bien el debate sobre si uno es “más sano” que otro sigue abierto, los nutricionistas coinciden en que reducir el consumo total de azúcares añadidos es clave para la salud y el bienestar personal. De hecho, la Organización Mundial de la Salud recomienda limitar su ingesta a menos del 10% de las calorías diarias.
Para quienes buscan alternativas, la nueva Coca-Cola con azúcar de caña puede representar un guiño nostálgico a la receta original, pero no una panacea nutricional. En palabras de la propia compañía, este lanzamiento busca “complementar su portafolio y ofrecer más opciones según las preferencias de los consumidores”. La clave, como siempre, está en el consumo moderado y en la información clara al consumidor.
El secreto mejor guardado: entre la leyenda y la química
La fórmula de la Coca-Cola ha sido uno de los secretos comerciales más codiciados del planeta. El famoso “Merchandise 7X” —ese misterioso concentrado aromático— ha alimentado durante décadas todo tipo de especulaciones. Aunque la lista de ingredientes básicos es pública (agua carbonatada, azúcar, colorante caramelo, ácido fosfórico, cafeína y aromas naturales), la composición exacta de los saborizantes sigue siendo un enigma.
No obstante, filtraciones históricas y declaraciones recientes apuntan a una mezcla de aceites esenciales que incluye naranja, canela, limón, cilantro, nuez moscada y neroli. La dosificación precisa y el proceso de mezcla son, según la leyenda, conocidos solo por dos ejecutivos que nunca viajan juntos en el mismo avión. Bromas aparte, la ciencia detrás de la percepción del sabor —especialmente en productos tan icónicos— es un campo fascinante, donde la neurociencia, la química de alimentos y hasta la psicología del color juegan un papel crucial.
Curiosidades científicas y anécdotas refrescantes
La historia de la Coca-Cola está plagada de datos insólitos y episodios dignos de una comedia de enredos:
- El botón rojo de Trump: Durante su mandato, Donald Trump mandó instalar un botón rojo en el Despacho Oval. Pero no, no era para lanzar misiles; servía para que le trajeran una Diet Coke bien fría en bandeja de plata.
- La “Coca-Cola mexicana”: Desde 2005, la versión mexicana —con azúcar de caña y botella de cristal— se ha convertido en un fetiche para coleccionistas y gourmets estadounidenses, dispuestos a pagar el doble por un sabor “auténtico”.
- El mito del secreto en la caja fuerte: Se dice que la receta original está guardada en una caja fuerte de alta seguridad en Atlanta y que solo dos personas tienen acceso a ella en todo momento.
- De medicamento a refresco global: La Coca-Cola nació en 1886 como un remedio patentado para la fatiga y las molestias digestivas. Su creador, John S. Pemberton, era farmacéutico y nunca imaginó que su invento acabaría vendiéndose en más de 200 países.
- Ciencia del color: El color caramelo, responsable del tono oscuro de la bebida, es objeto de debate científico. Algunos estudios han analizado la presencia de compuestos potencialmente cancerígenos en grandes dosis, aunque las autoridades sanitarias aseguran que los niveles presentes en los refrescos comerciales son seguros para el consumo.
El impacto cultural y social de una bebida universal
Hablar de Coca-Cola es hablar de globalización, marketing y hasta geopolítica. Sus campañas publicitarias han marcado época (“Share a Coke”, con nombres personalizados en las botellas, disparó las ventas y se estudia en escuelas de negocios), y su logotipo es uno de los más reconocibles del mundo. Incluso en tiempos de crisis o conflicto, la llegada de un cargamento de Coca-Cola puede convertirse en símbolo de normalidad o, según el lugar, de imperialismo cultural.
Pero, más allá de la leyenda y el márketing, la reciente apertura en torno a su fórmula demuestra que la ciencia y la industria de la alimentación están cada vez más expuestas a la presión de consumidores informados, debates sobre salud y, cómo no, a las excentricidades de personajes públicos. Como diría aquel: “La vida sabe mejor con burbujas… y con una pizca de misterio”.
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