Observo que desde Vilassar de Mar se distingue la silueta del hotel Vela de Barcelona. Qué grato es recorrer el litoral del norte barcelonés, incluso en días lluviosos como ayer.
El Maresme es una comarca que no tiene desperdicio. Y tan cerca de la capital catalana. Tiene un aire de paraíso cercano. Y Mataró, el sabor de la proximidad y de una vida que no es atolondrada, bien cerca de la residencial Vilassar de Mar.
Me encanta ver los chiringuitos sobre la arena mordida por el temporal en las playas. Es una desolación leve que tiene algo de República Dominicana, de Caribe en horas bajas que espera el infalible retorno del sol, tarde o temprano.