Un distinguido amigo (de esos que constituyen lo más granado de la sociedad civil catalana) me advierte de la importancia del temperamento para comprender las reacciones de las naciones ante los grandes retos. Buen ejemplo de ello, la crisis económica.
Me advierte mi apreciado interlocutor que la palabra alemana «Schuld» significa tanto culpa como deuda, lo que revela la improcedencia moral de estar endeudado desde el punto de vista germánico. De ahí el empecinamiento por la austeridad de la cancillera alemana Angela Merkel. Por contra, el temperamento de los Estados Unidos (cuyo presidente Barack Obama ha visitado hoy Madrid) es todo lo contrario: gastando se crea dinamismo que revierte en salir del marasmo económico. Es la lógica del Plan Marshall que con éxito aplicaron en Europa tras la segunda guerra mundial.
De ahí la importancia del temperamento para entender a las naciones…y también a las personas. En el fondo de nuestro ser hay una tendencia que acaba saliendo a la superficie y que determina hacia qué derrotero conduce nuestra vida.