Retorno a Vic, la llamada capital de la «Catalalunya catalana». Sol espléndido. Fácil aparcamiento en el parking continuo al Carrefour, junto al Recinte del Sucre. Mercado sabatino viguetano en la Plaça Major. Trajín e intercambios. Frescos productos de la payesía y olor a lavanda. Consumo un café con leche en el Bar de la Plaça. Saben, saben de vender los lugareños y los recién llegados. Cuánto comercio. Amabilidad en las tiendas que no se prodiga en la ciudad de Barcelona.
(El punto débil: 67 kilómetros separan Vic de Barcelona: ¿no pudiera un metro regional cubrir esta distancia en 40 minutos? Iría así cada sábado al mercado de la capital de Osona postergando mi contaminante Mazda. ¿Por qué hemos atribuido a los trenes un papel tan secundario?)