Las pájaras lingüísticas también existen. No son sólo cuestión de ciclistas porfiando en puertos de alta montaña. Acabo de salir de una que ha durado un par de semanas pero ya vuelvo a progresar en mis estudios de sueco.
Me autoadjudico el «alta» tras el trance pajaril después de haber escrito unos bellos textos durante el fin de semana y de haber leído artículos de nivel B-2 sobre la gestión de las diferencias culturales en Suecia.
Hay que seguir picando piedra pero es más grato cuando oyes el fluir subterráneo del agua del manantial que aspiras hacer aflorar a la superficie.
Plikten kallar (en sueco, el deber me llama).