Es un placer escribir desde el tren rápido que me lleva de Estocolmo a la sureña Växjö, villa de 60.000 habitantes de tan difícil pronunciación. Es domingo y el tren va repleto. El cielo está gris y calculo que nos desplazamos a 140 por hora.
Por cierto, los billetes del tren son caros comprados a última hora. He pagado el pato. Aquí funciona como con los aviones: la oferta y la demanda. Cuanto más tarde, más caros.
Sobre la mesita del tren, mis manuales de sueco, ultrasubrayados. Voy a darles un nuevo repaso. Que todo se olvida rápido. Muy rápido.