Éste es un aspecto comúnmente ignorado pero con soterrada relevancia: cómo debe el orador gestionar su ego.
El uso de la palabra te imbuye de una pretendida autoridad. Y con ella, el riesgo de hacer un mal uso de ella. Muchas veces las audiencias callan…pero no otorgan. El embarazo, la convención, la prevención al qué dirán quizá disuada de respuestas airadas pero quienes escuchan tienen ciertamente sus razones y sus sentimientos.
Lleva mucho tiempo desarrollar mecanismos sutiles de captación del pensamiento real de las audiencias. El lenguaje corporal da unas pistas pero la embriaguez que a veces despierta el uso de la palabra nos lleva a ningunear estos indicadores de que algo no fue tan bien como parecía.