Días atrás sonaba mi móvil inclemente de madrugada en función despertador: no conseguía encontrarlo para poderlo apagar. Tras arduos intentos, palpar y palpar el cajón de la mesita de noche donde lo deposito, decidí abrir la luz general: en realidad no estaba allí, en el cajón habitual. Erróneamente lo había dejado en el cajón inferior.
(En la vida no se trata sólo de buscar con ahínco sino de hacerlo además en el lugar adecuado. Explicaba aquel cuento oriental sobre el hombre que buscaba denodadamente la llave de su casa en el jardín. Le pregunta el vecino: «¿Dónde la dejaste?». Contesta: «En mi casa». Repregunta el vecino:» ¿Entonces porqué la buscas fuera de ella?» Contesta el vecino: «Me es más cómodo. Fuera hay más luz»).