El juez Marlaska habla de su marido Gorka

Pocas veces se habla tan claro. Fernando Grande-Marlaska, el juez del momento, explica con toda naturalidad su relación con Gorka, su marido, con el que llevan nueve años juntos y nueve meses de casados. «Llevamos viviendo juntos desde 1997 y nos casamos el pasado mes de octubre«, dice en una entrevista al dominical EPS.

«Gorka y yo nunca hemos ocultado nuestra relación, sin hacer proselitismo ni exhibicionismo siempre lo hemos llevado normalmente, como cualquier pareja heterosexual».

El Periódico de Cataluña nos resume que el instructor multiusos –por su juzgado ha pasado Arnaldo Otegi, se las ha visto con HB y hasta ha tenido que estudiar un turbio asunto como es el del Fórum Filatélico– asegura en la entrevista que su marido es

«euskaldún pleno, pero le da rabia que el hecho de hablar euskera le identifique dentro de determinados términos políticos. Y sí, habría que rescatar eso para todos».

También reflexiona sobre los pocos matrimonios homosexuales que se han producido hasta el momento. «Casarse supone la salida del armario«, opina, en referencia a «esas parejas de dos hombres o dos mujeres que simplemente parece que comparten piso«. Una situación que no va con este juez.

El instructor se define, sin miedo, como «vasco y español«. Este hombre discreto asegura que dejó su tierra, donde vivía amenazado, por Madrid. Pero, ante todo, emigró por esos extremismos, en relaciones personales y profesionales, que atrapan «dentro del binomio nacionalismo sí, nacionalismo no, ETA sí, ETA no«.

Grande-Marlaska confiesa que «no iba abocado a la judicatura» y se encaminaba al mundo de la empresa. Pero las casualidades llevaron al abogado a unas oposiciones. No quiere burocratizarse ni perder el sentido de la justicia. Asegura que sus casos actuales, pese al despliegue mediático, no le quitan el sueño, aunque sabe que sus resoluciones «siempre van a ser miradas con lupa«.