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Comportamientos que marcan diferencias sociales

Seis gestos que hace sin darse cuenta la gente de clase media-baja en los restaurantes y que levantan la liebre

Muchos hábitos en restaurantes y hoteles parecen inofensivos pero proyectan inseguridad y tensión a ojos ajenos

Periodista Digital 07 Ago 2025 - 19:13 CET
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Salir a comer fuera sigue siendo un pequeño lujo para buena parte de la población española, especialmente para quienes forman parte de la clase media-baja.

Aunque la intención es disfrutar, hay gestos y costumbres que, de forma inconsciente, revelan el esfuerzo económico que implica sentarse a la mesa de un restaurante.

A menudo, estos comportamientos pasan desapercibidos para quienes los hacen, pero no para quienes los observan: pueden transmitir incomodidad, desconfianza o una tensión innecesaria en lo que debería ser un momento de disfrute.

El auge de los precios y la inestabilidad económica han cambiado la forma en que los españoles consumen ocio y cultura.

Según los últimos datos, el 28% de los ciudadanos en España se considera de clase baja o media-baja, y el 47% ha recortado en salidas a bares y restaurantes en el último año.

La presión por cuadrar el presupuesto familiar se traduce en comportamientos singulares que, aunque a veces resultan entrañables, otras veces causan una impresión negativa en el entorno social.

A continuación, exploramos seis de esos gestos habituales en restaurantes, con sus curiosidades y cómo pueden ser interpretados por los demás.

1. Narrar y criticar los precios en voz alta

Es uno de los gestos más reconocibles: leer la carta y comentar en voz alta cuánto cuesta cada plato o bebida. A menudo, frases como “¡Madre mía, qué caro está todo!” llenan la mesa de una tensión que va más allá de la broma. Para los acompañantes y el personal, la experiencia puede transformarse en una especie de auditoría financiera, en vez de un rato agradable. Este hábito, aunque comprensible, proyecta inseguridad y hace visible la preocupación por el gasto.

Curiosidad:

2. Jugar a adivinar cuánto será la cuenta

Antes de que llegue la factura, no es raro que alguien proponga “¿Cuánto crees que saldrá todo esto?” y empiece la porra. Aunque pueda parecer divertido, el foco de la conversación se desplaza al dinero, y deja en segundo plano la comida o la compañía. Para los observadores, esto puede transmitir la idea de que el gasto es una carga, no un placer.

Dato loco:

3. Pedir agua del grifo y compartir platos

Solicitar agua del grifo en vez de embotellada o pedir platos para compartir no solo es una estrategia para ahorrar, sino también una señal de que se prioriza el bolsillo. Aunque cada vez más aceptado, aún hay restaurantes donde estos gestos se perciben como poco elegantes o incluso incómodos para el personal.

Ranking de peticiones “ahorradoras”:

4. Comparar el restaurante con otros más baratos

Durante la comida, no faltan las referencias a restaurantes de precios más ajustados: “En el bar de la esquina esto cuesta la mitad”, “Donde vamos siempre ponen más cantidad”. Esta actitud, aunque busca justificar el gasto, puede ser interpretada como una forma de restar valor a la experiencia o al trabajo del establecimiento.

Curiosidad:

5. Llevarse el pan, servilletas o “regalitos” de la mesa

No es raro ver a alguien guardar discretamente el pan que sobra, las servilletas o incluso pequeños detalles como azucarillos o caramelos. Este gesto, que muchos heredan de la cultura del ahorro, puede parecer inocente, pero para el personal o el resto de comensales resulta una señal inequívoca de preocupación por aprovechar al máximo lo pagado.

Dato curioso:

6. Demostrar “valor” en vez de disfrutar la experiencia

Recalcar que “no ha sido tan caro” o que “ha merecido la pena por lo que hemos comido” es una forma de justificar el desembolso. Pero, en realidad, transmite más inseguridad que satisfacción. Los expertos recomiendan elegir restaurantes alineados con la economía personal y centrarse en disfrutar, sin sentir la necesidad de justificar el gasto.

Lista de frases típicas de “justificación”:

¿Por qué estos gestos llaman la atención?

A ojos ajenos, estos comportamientos reflejan la tensión de quien no termina de sentirse cómodo en un entorno que percibe como “superior”. Lo que para uno es una costumbre, para otros puede ser una señal de incomodidad o incluso de desconfianza hacia el entorno. Esta sensación no solo se da en restaurantes; también ocurre en hoteles, donde revisar el minibar sin intención de consumir, o hacer inventario de los amenities del baño, delata la conciencia de estar “en territorio ajeno”.

El contexto social y el impacto en la cultura del ocio

El aumento de la precariedad y la dificultad para ahorrar marcan el día a día de la clase media-baja en España. Un 23% de los hogares no puede ahorrar nada a final de mes, y el 20% de quienes viven de alquiler dedica más de la mitad de su sueldo a pagar la vivienda. Este ajuste constante del presupuesto se refleja en cada decisión de ocio: desde cuántas veces se sale a comer fuera, hasta cómo se comporta uno en el restaurante.

Pero, más allá de la anécdota, estos gestos hablan de la adaptación cultural a una realidad económica cada vez más exigente. La contención en el gasto ya no es solo una elección, sino una necesidad que deja huella en los pequeños detalles de la vida cotidiana.

Curiosidades y datos para cerrar con una sonrisa

La cultura popular recoge estos gestos con naturalidad, pero cada vez más voces reclaman normalizar la diversidad de comportamientos y dejar de asociar el disfrute a la ostentación. Al fin y al cabo, el objetivo sigue siendo el mismo para todos: pasar un buen rato y compartir, aunque sea con la cuenta en mente.

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