Entrar en la historia universal por la puerta grande del disparate es un arte reservado a unos pocos.
Boris Skossyreff, nacido en Vilna en 1896 y criado entre privilegios de la nobleza rusa, supo convertir su vida en una sucesión de episodios dignos de una novela picaresca.
A día de hoy, 20 de agosto de 2025, su nombre vuelve a resonar con fuerza gracias al estreno del documental Boris Skossyreff, el estafador que fue rey en los Cinemes Girona de Barcelona y en festivales internacionales, donde la figura de este aventurero sigue fascinando a públicos de todas las edades.
La vida de Skossyreff es un tapiz tejido con hebras de espionaje, colaboracionismo, engaños sentimentales y una capacidad de seducción tan arrolladora como peligrosa.
Miembro de la aristocracia rusa, vivió la Revolución Bolchevique en primera persona y escapó de la Rusia de los zares enrolándose en la Royal Navy británica, lo que le permitió salvar la vida mientras el resto de su familia caía en desgracia.
Ya en el exilio, su carrera se bifurca en múltiples direcciones: desde hacerse pasar por barón de Orange y supuesto ayudante de la reina Guillermina de los Países Bajos, hasta ejercer de espía británico, gigoló, organizador de orgías, y colaboracionista nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
El golpe maestro: Andorra, 1934
En el verano de 1934, Skossyreff ejecutó su jugada maestra: convenció a buena parte de la prensa internacional —incluido The New York Times— y a numerosos incautos de que era el legítimo rey de Andorra. Desde la cercana Seo de Urgel, proclamó una nueva constitución, se autodenominó Boris I y llegó a declarar la guerra al obispo de Urgel, uno de los co-príncipes del pequeño país pirenaico. La escena tenía todos los ingredientes de una opereta: discursos populistas, promesas de modernización y bienestar social, y una corte improvisada de personajes excéntricos.
Durante esos días, la prensa mundial no escatimó en titulares. The New York Times y otros grandes periódicos publicaron crónicas dando por hecho que Boris era el nuevo monarca andorrano. La notoriedad internacional fue tal que, pese a la ausencia de cualquier reconocimiento oficial, su figura quedó asociada para siempre a la historia del Principado.
El fin de un reinado absurdo
La aventura duró exactamente nueve días. El 20 de julio de 1934, la Guardia Civil española, preocupada por el eco mediático y el posible deterioro de las relaciones diplomáticas entre España, Francia y Andorra, lo detuvo y trasladó a Barcelona. Allí fue puesto a disposición judicial bajo la acusación de vagancia y maleantería, y, tras un breve paso por la Cárcel Modelo de Madrid, fue expulsado a Portugal.
Lejos de apagarse, su leyenda creció. El episodio fue interpretado por algunos como un simple delirio, pero para otros simbolizó las tensiones internas de una Andorra en plena transformación, marcada por el paso de una economía pastoril a la modernización y el turismo de invierno. El propio Boris, con su monoculo y su elegancia impostada, encarnaba ese aire de modernidad exótica que tanto fascinaba a las élites y a la prensa de la época.
Un historial delictivo de película
La vida de Skossyreff siguió siendo un carrusel de engaños y excesos. Tras su expulsión de España, viajó por Gibraltar, el norte de África, Francia y otros países europeos, siempre perseguido por la justicia y dejando tras de sí un reguero de víctimas. En Marsella, se casó con María Luisa Parat, una rica divorciada a la que explotó sin escrúpulos, como relatan quienes han investigado su biografía. También tuvo una relación tóxica con Florence Marmon, una heredera estadounidense que acabó ingresada en un psiquiátrico tras ser manipulada por el falso rey.
Su expediente incluye acusaciones de falsificación de cheques, estafas a millonarias, colaboracionismo nazi y un paso por campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. En los años 40 y 50, se movió entre Alemania y Francia, asumiendo identidades falsas y sobreviviendo gracias a su carisma, su dominio de los idiomas y su falta de escrúpulos.
Un mito renovado
La figura de Boris Skossyreff ha renacido en los últimos meses gracias al documental dirigido por Jorge Cebrián, que reconstruye su vida a partir de una década de investigación y entrevistas con expertos, historiadores y descendientes de sus víctimas. El filme, que ha recibido premios en festivales internacionales, ofrece una visión poliédrica del personaje: desde su faceta de visionario y modernizador frustrado hasta su perfil de estafador profesional y figura mediática.
En la actualidad, Skossyreff se ha convertido en un símbolo del poder de la impostura y la fascinación que ejercen los falsos profetas en épocas de crisis e incertidumbre. Su historia, que mezcla espionaje, nobleza, crimen y delirios de grandeza, sigue inspirando novelas, ensayos y ahora también documentales, recordando que la frontera entre la realidad y la ficción puede ser, a veces, tan fina como la voluntad de quienes quieren creer.
La estela de Boris I de Andorra demuestra que, en la Europa convulsa del siglo XX, los mayores impostores podían llegar a seducir incluso a los más poderosos. Y que, en el fondo, todos somos un poco cómplices de quienes convierten la mentira en arte.
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