La escena parecía sacada de un mal sueño: José Luis Rodríguez, el legendario cantante venezolano conocido como “El Puma”, de pie en medio de un avión de American Airlines, con la mirada incrédula de quien no da crédito a lo que está viviendo. Frente a él, el piloto le ordenó abandonar la aeronave sin miramientos, ante la mirada atónita de los pasajeros y el zumbido de sus celulares grabando cada segundo del bochornoso episodio.
“Desembarque de mi avión ahorita”, se oye decir al comandante, en un tono seco y autoritario, mientras el artista intenta explicar que solo grababa lo sucedido tras haber sido increpado por la tripulación.
“No me siento bien y de parte de la tripulación no me dejan estar aquí, primera vez en mi vida”, alcanzó a decir Rodríguez, visiblemente afectado.
El incidente, ocurrido en un vuelo que cubría la ruta Quito–Miami, trascendió rápidamente por redes sociales, encendiendo una oleada de críticas contra la aerolínea norteamericana. Según la versión que circula entre allegados, el conflicto comenzó por un maletín que el cantante insistió en mantener cerca de su asiento, pues contenía medicamentos esenciales que debía tomar tras su trasplante pulmonar.
Pero la tripulación habría mostrado más rigidez que empatía. En lugar de permitirle conservar a mano un bolso médico, la discusión escaló hasta el límite de la humillación pública: el desalojo de un artista de renombre internacional, tratado como un pasajero indeseable.
“La situación era absurda”, relató su exmánager, Beatriz Parga. «El pasajero al lado de El Puma se sintió molesto por su maletín, y la tripulación respondió sin sensibilidad. Hablamos de un hombre que depende de sus medicinas para vivir».
El resultado fue un vuelo perdido, la etiqueta de “pasajero disruptivo” y una mancha más en la reputación de la aerolínea estadounidense, que ya ha sido señalada en otras ocasiones por su trato frío y desconsiderado hacia pasajeros vulnerables.
Mientras el video sigue viralizándose y las redes exigen explicaciones, American Airlines guarda silencio. Pero el público no: la indignación ya vuela más alto que cualquier avión.
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