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Camp Mystic, conocido como uno de los campamentos de verano más emblemáticos para niñas en Texas, se ha visto envuelto en una tragedia sin precedentes tras las inundaciones devastadoras que azotaron el estado a principios de julio.
El campamento, situado a orillas de una curva del río Guadalupe en el condado de Kerr, funcionaba como un santuario estival para generaciones de jóvenes texanas desde hace casi un siglo.
Pero la madrugada del 4 de julio, ese entorno idílico se tornó escenario de pánico y destrucción cuando el caudal del río se desbordó con una violencia inusitada, sorprendiendo a centenares de niñas y monitores mientras dormían.
En cuestión de minutos, la crecida súbita —con el nivel del agua ascendiendo hasta 8 metros en apenas 45 minutos— convirtió los caminos y cabañas en trampas mortales.
El personal intentó evacuar a las más de 750 niñas, cuyas edades oscilaban entre los 7 y los 17 años, pero la oscuridad y la rapidez del desastre complicaron los esfuerzos.
La cifra oficial de fallecidos tras el paso de las inundaciones supera ya las 27 víctimas, aunque en el condado de Kerr se contabilizan al menos 59 muertes, muchas de ellas menores. Aún se desconoce cuántas pertenecían al propio campamento, ya que varias niñas y una monitora permanecían desaparecidas días después del suceso.
Impacto social y emocional: el dolor compartido
El drama vivido en Camp Mystic ha calado hondo entre familias, autoridades y toda la comunidad texana. El propio congresista estadounidense August Pfluger relató cómo sus hijas tuvieron que ser evacuadas con urgencia: «El último día ha traído un dolor inimaginable a muchas familias y compartimos el duelo mientras mantenemos la esperanza por los supervivientes», publicó en redes sociales.
La escena tras la retirada parcial de las aguas era desoladora: coches apilados unos sobre otros, cabañas anegadas y pertenencias personales esparcidas o aplastadas contra los ventanales. Para muchas niñas, este era su primer verano lejos del hogar; otras llevaban repitiendo la experiencia desde hacía años. El sentimiento general entre las supervivientes es una mezcla de alivio por haber escapado y profunda tristeza por sus compañeras perdidas o heridas. Testimonios recogidos en medios locales muestran a adolescentes rescatadas aún conmocionadas y preocupadas por el destino de quienes no lograron salir a tiempo.
Perfil: Camp Mystic y la familia Eastland
Fundado hace casi cien años, Camp Mystic ha estado dirigido desde sus inicios por la familia Eastland. En esta ocasión, uno de los nombres más ligados al campamento también figura entre las víctimas mortales: Richard “Dick” Eastland, director e impulsor actual del centro, falleció durante el desastre según confirmó su propio sobrino. La gestión del campamento había pasado ya a manos de sus hijos e hijas políticas, quienes debieron coordinar junto al personal las tareas urgentes de evacuación y auxilio.
El campamento ocupa más de 700 acres en pleno corazón del Hill Country texano. Sus actividades habituales combinan deportes acuáticos —aprovechando la cercanía al río— con talleres creativos y actividades religiosas. Entre las tradiciones más queridas destacan las noches alrededor del fuego cantando canciones populares o aprendiendo a pescar lubinas; costumbres que han forjado amistades duraderas y un fuerte sentido comunitario entre generaciones.
Anécdotas y curiosidades sobre Camp Mystic
- En Camp Mystic han pasado sus veranos varias figuras conocidas del ámbito social tejano.
- La programación incluye desde clases de cerámica hasta retiros espirituales adaptados a diferentes edades.
- Cada año celebran una ceremonia especial para recibir a nuevas acampadas con un baile bajo las estrellas junto al río.
- El campamento ha sobrevivido a sequías, incendios forestales e incluso tormentas tropicales, pero nunca había enfrentado una catástrofe natural tan letal como esta.
- Muchas familias mantienen una tradición multigeneracional enviando a hijas, nietas e incluso bisnietas al mismo recinto.
Claves legales, logísticas y sociales tras la tragedia
Las autoridades han abierto varias líneas de investigación para esclarecer si existieron deficiencias en los protocolos de alerta temprana o evacuación. La rapidez con que se produjo la crecida sorprendió tanto a residentes como a equipos profesionales; sin embargo, algunos expertos subrayan que eventos extremos como este son cada vez más frecuentes debido al cambio climático.
A nivel legal, abogados especializados ya han empezado a asesorar a familias afectadas sobre posibles reclamaciones ante seguros o responsabilidades civiles derivadas de la gestión del campamento durante la emergencia. Por otra parte, organizaciones civiles y religiosas han movilizado recursos para ofrecer apoyo psicológico tanto a supervivientes como a familiares directos.
La tragedia ha reabierto también el debate sobre la seguridad en instalaciones juveniles ubicadas cerca de cauces fluviales. Numerosos padres exigen revisar los sistemas automáticos de alerta ante inundaciones repentinas y reforzar las infraestructuras críticas para minimizar riesgos futuros.
Un símbolo herido pero resiliente
Pese al profundo dolor que embarga hoy a Camp Mystic, muchos insisten en preservar su legado como espacio formativo clave para miles de jóvenes texanas. Las muestras de solidaridad llegan desde todos los rincones del estado: antiguos alumnos ofrecen voluntariado para limpiar y reconstruir; asociaciones locales coordinan donaciones materiales; psicólogos infantiles organizan sesiones grupales para ayudar a tramitar el trauma.
El futuro inmediato del campamento dependerá tanto del avance en las tareas forenses como del proceso colectivo de duelo. Lo cierto es que el nombre Camp Mystic quedará vinculado para siempre a uno de los episodios más trágicos —y humanos— que recuerdan las crónicas estivales texanas recientes.
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