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UN CASO INSÓLITO DE ARREPENTIMIENTO Y DEVOLUCIÓN

Sesenta años después, el turista devuelve el cráneo robado de la catedral de San Esteban en Viena

La reliquia sustraída en los años 60 regresa a la catedral tras décadas de misterio y una inesperada confesión

Periodista Digital 01 Nov 2025 - 06:55 CET
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En un gesto que mezcla culpa acumulada y redención tardía, un tipo anónimo del norte de Alemania ha devuelto un cráneo robado hace seis décadas de las catacumbas de la Catedral de San Esteban en Viena.

El artefacto, parte de los restos de unas 11.000 personas enterradas principalmente en el siglo XVIII —incluyendo nobles vieneses—, fue sustraído durante una visita guiada por un joven turista impulsado por una exuberancia juvenil, como él mismo la describe en una carta adjunta al paquete.

El envío llegó hace poco a la catedral, donde el archivero Franz Zehetner lo abrió con incredulidad: “No es algo que uno espera”, confesó a la prensa, aún procesando el hallazgo inesperado.

La historia, que evoca las tramas de novelas góticas pero anclada en la realidad contemporánea, revela cómo un acto impulsivo puede perseguir a alguien por media vida. El remitente, ahora en las etapas finales de su existencia, motivó su devolución con un deseo profundo de hacer las paces consigo mismo.

En su misiva, detalla el robo como un arrebato de curiosidad malsana en las oscuras galerías subterráneas de la catedral, un laberinto de osarios que alberga no solo huesos, sino ecos de la historia Habsburgo.

Zehetner, tras verificar la autenticidad del cráneo —preservado con esmero durante décadas—, lo elogió por su cuidado: “Fue conmovedor que alguien quisiera enmendar un acto de exuberancia juvenil”, y subrayó que, en lugar de destruirlo, el ladrón optó por custodiarlo con respeto, desafiando incluso las normas éticas.

Una vez más, este episodio ilustra el poder atávico de los objetos patrimoniales: no solo como reliquias, sino como catalizadores de conciencia moral.

El cráneo, cuya identidad sigue siendo un misterio envuelto en el anonimato de los siglos, fue reenterrado solemnemente en la catedral, cerrando un ciclo que cruzó fronteras y generaciones.

En un mundo acelerado por el turismo depredador, este retorno silencioso invita a reflexionar: ¿cuántos tesoros robados yacen aún en cajones privados, aguardando su momento de confesión? Viena, guardiana de su legado óseo, recibe de vuelta un fragmento de su pasado con una mezcla de alivio y asombro.

Esta semana, la catedral recibió un paquete inesperado.

Dentro del envoltorio, cuidadosamente resguardado, se hallaba el cráneo desaparecido, acompañado por una carta de arrepentimiento firmada por quien lo había robado.

El autor del acto, cuya identidad se mantiene en secreto, confesó que había guardado la reliquia en su hogar durante décadas.

Sin embargo, el peso de la culpa y su respeto por la historia lo llevaron a tomar la decisión de devolverla.

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