La concepción de lo imaginario, la metáfora y otras figuras retóricas en el “Poema de la Caballada de Atienza”
por Juan Pablo Mañueco
Prólogo a la edición digital del “Poema de la Caballada de Atienza” de febrero de 2016
El “Poema de La Caballada de Atienza” es una larga composición de casi mil versos que apareció publicada por primera vez en el libro en papel “Castilla, este canto es tu canto. Parte I. La Historia, la Literatura, el Futuro”, de Aache Ediciones, (2014).
Su segunda edición, ya como poema por sí solo, tuvo lugar en el año 2015, alojado en el interior de la revista digital “Atienza de los Juglares”, publicado en ella en diversos fragmentos o capítulos, durante varios meses, dada la extensión del poema y el carácter mensual de dicha revista digital.
En febrero de 2016, a la tercera de cambio, conoció en versión digital, su edición individualizada completa, lo cual vino a suponer la puesta de largo del poema, capaz de adquirir vida propia por sí mismo.
Rigor histórico e influencia lorquiana
Los comentarios personales y las críticas más profesionales al poema han señalado su rigurosa documentación histórica, por una parte, puesto que se limita a embellecer formalmente y a poner en rima una historia documentada fehacientemente, desde hace ya casi novecientos años.
El poema no sólo recoge unos acontecimientos históricos, sino que también señala unos hechos y celebraciones que se siguen conmemorando en la actualidad, año tras año, cuando asoma en el calendario el domingo de Pentecostés.
Por otro lado, no han sido pocas las voces que han señalado que el poema presenta fuertes influencias lorquianas, formal y metafóricamente. E incluso, salvando todas las distancias entre un genio de la palabra y quien no lo es, hay quien asegura que no he salido trastabillado y trompicado del todo en dicho envite y reto.
Naturalmente, me halaga dicha imposible comparación, por lo que tiene de aprecio a las estrofas que están a punto de comenzar. Y acepto tal influencia desde el momento en que el poema lleva por subtítulo, después de “La Caballada de Atienza” nada menos que una imagen como “la luna en harina baila”, cuyo blancor y albor de una luna en movimiento nos remite de inmediato a una figuración acuñada para los restos por el poeta granadino.
La concepción de lo imaginario en este poema
No obstante, debo aclarar que lo que ha llevado a que se produzca semejante coincidencia lunar no ha sido mi voluntad propia, sino la necesaria presencia del satélite terrestre en los acontecimientos. Los cuales, por tratarse de una rápida carrera diurna pero también nocturna, por entre medias de las sierras y tierras de Castilla, han transmitido igualmente ese vibrante movimiento a la bóveda celeste (luna y estrellas) que veían pasar el trepidante galope.
El inicio de la “Caballada histórica”, la de 1162, o galope de los caballos de los arrieros atencinos para burlar el sitio del ejército invasor que rodeaba el doble anillo de las murallas de su villa, requiere necesariamente la penumbra del amanecer, primero, al dar comienzo su periplo con su preciada carga.
Y el galope ligero después, sin descanso, día y noche, a la luz de la luna si era menester, para que se abreviaran las jornadas de viaje entre Atienza y la más fuertemente amurallada y defendida Ávila de los Caballeros, destino final de la odisea, por valles, llanos, sierras y cordilleras, de los improvisados expedicionarios altomedievales.
Luces, sombras y tonalidades del amanecer
Esta es la razón por la que los centinelas leoneses se transforman en topacios amarillos somnolientos, cuando llega el alba del día en que los atencinos van a iniciar su cabalgada. Esto es, del domingo de Pentecostés de 1162.
Nadie ama la libertad
como la amara un arriero
y aún más la madrugada
cuando a muralla abren lienzo.
El amanecer va llegando poco a poco. Toda la escena se va iluminando lentamente:
La luz rosada del alba
despunta por entre cerros.
Por la puerta de San Juan
comienza a salir viajeros.
Atada recua de mulos
por las testuces sujetos.
Unos, los montan los rústicos,
capote pesado envueltos.
Cargados, otros los llevan
del ronzal prieto, los dueños.
¡La procesión mercadera
sombras son aún con sueño!
A la vez que a los vigías
luz rosa que prende el fuego
del sol les muda en topacios
amarillos somnolientos.
A veces, la vivificación de los elementos inertes o la personificación de componentes no humanos de los sucesos les concede una participación activa en los hechos que se relatan, como cuando se dice, para señalar que los rayos del sol han comenzado a irradiar la luz amarillenta del amanecer sobre la punta de las más altas almenas del castillo de Atienza que “un limón exprime su zumo sobre el castillo de Atienza”, mientras la luz de la luna todavía es tenue, harinada.
La penumbra de la guerra
parece que ya se calma,
mientras sol sale temprano.
La luz es tenue, harinada.
Continúa en el prólogo de:
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