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En la aldea de Bozanbai, ubicada en el distrito de Ulan en la Región de Kazajistán Oriental, Aizere Markskyzy se encuentra rodeada por águilas y perros que son parte esencial de su cotidianidad.
Esta adolescente de 15 años no solo participa en competiciones regionales, sino que ya está ideando un centro cultural para asegurar que esta tradición perdure. Criada en una familia dedicada a la caza, su historia entrelaza el legado nómada con un presente vibrante.
Desde que tenía ocho años, Aizere acompaña a su padre en el cuidado de las águilas doradas, llamadas berkut en la cultura kazaja. “No fue un momento aislado, sino una constante inmersión en ese mundo”, señala. Su padre comenzó a los 14 años en Mongolia, y ahora ella se encarga de tres águilas: Aqiyq, Champion y Qandykoz, con la que ha conseguido premios en el campeonato regional de Kazajistán Oriental. Cada ave tiene su propia personalidad, y su atención diaria es esencial: una dieta rigurosa, control del peso y cuidados durante la muda de plumas, que se produce desde primavera hasta otoño y es crucial para la caza.
La cetrería en Kazajistán trasciende lo deportivo.
Es un patrimonio inmaterial reconocido por la UNESCO desde 2010, con raíces que se remontan a al menos 4.000 años en Asia Central. Los berkutchi, cazadores especializados en águilas, entrenan a hembras doradas para atrapar zorros, liebres e incluso lobos. Esta práctica emergió entre los nómadas kazajos como una forma de sobrevivir en las exigentes estepas y se transmite de generación en generación. En Kazajistán, se combina con los perros tazy, razas veloces y silenciosas que pesan entre 7 y 10 kg y persiguen sin ladrar.
Además, Aizere cuida cinco tazy: Zholaman, Kokserkek, Kokzhal, Bazaraly y Kokkutan. “Son compañeros, no solo perros de caza”, comenta. En 2024, presentó a Bazaraly en competiciones. Estos animales trabajan junto a las águilas: mientras el perro acosa a la presa, el ave se encarga del remate. La clave está en la disciplina; un tazy hambriento puede volverse agresivo. La mejor época para cazar es al inicio del invierno, después de la primera nevada; así se sale a caballo con el águila posada en el brazo y los perros cerca. El año pasado lograron capturar un zorro bajo estas condiciones.
Curiosidades fascinantes sobre esta tradición
Algunas curiosidades sobre la cetrería kazaja revelan su complejidad:
- Las águilas doradas hembras seleccionadas pueden pesar hasta 7 kg y son capaces de cazar presas grandes sin dañar sus pieles, ideales para confeccionar abrigos.
- El vínculo entre cazador y ave es eterno: una vez que el ave acepta al cazador, solo responde a su voz; esto sucedió durante la primera competición de Aizere, tras apenas dos días de preparación.
- La muda obliga a suspender las actividades cinegéticas durante meses; cualquier error en su cuidado es rápidamente percibido por el ave.
- En festivales como Shygys Salburyny (del 8 al 11 de octubre), Aizere exhibió su habilidad y anunció planes para crear un etno-aldeano destinado a turistas.
- Un evento similar tiene lugar durante el Golden Eagle Festival en Mongolia (el primer fin de semana de octubre, Bayan-Olgii), donde más de 100 cazadores participan junto con juegos ecuestres como kokpar (tirar una cabra muerta) y tenge ilu (recoger monedas montando).
Estas competiciones no son meramente deportivas. Incluyen danzas como Kara Zhorgha, luchas a caballo y exhibiciones culturales con yurts. Nacieron con el objetivo de preservar estas tradiciones ancestrales, como ocurrió en Mongolia hace más de dos décadas gracias a la Asociación de Cetrería Kazaja. La película The Eagle Huntress (2016), que narra la historia de Aisholpan Nurgaiv, quien fue la primera chica en ganar allí, contribuyó notablemente a popularizar esta práctica globalmente y desafiar estereotipos de género.
La cetrería kazaja también ha encontrado eco entre sus vecinos como Kirguistán, donde se celebra el Festival Salburun, que reúne águilas, perros taigan, arquería y caballos. Allí también hay artesanos ofreciendo equipamiento tradicional. En Kazajistán, Aizere aspira a crear un etno-complejo que incluya una escuela dedicada a la cetrería y rutas turísticas. “No es solo pasado; es presente y futuro”, afirmó durante el festival. Se encuentra preparando su ingreso a la universidad con una beca, honrando así a sus padres.
En su amplia familia –siete hermanos– creció rodeada por caballos y naturaleza. “Me enseñó paciencia, respeto y disciplina. El águila aporta sinceridad; el tazy lealtad”. Para ella no es simplemente un pasatiempo; es una forma integral de vida. Su historia resulta inspiradora: una adolescente que fusiona tradiciones ancestrales con visiones modernas mientras recorre las estepas nevadas con águilas posadas sobre sus hombros.
Este arte vivo en Bozanbai invita a ser descubierto más allá del ámbito museístico.
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