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Es una señal de los cambios profundos que enfrenta el mundo empresarial en un contexto en el que la tradición y la nostalgia ya no son suficientes para sostener un negocio. A pesar de los esfuerzos para mantenerse relevante en un mercado cada vez más competitivo y consciente de los problemas ambientales, Tupperware no pudo adaptarse a las exigencias de una nueva generación de consumidores.
Desde su fundación en 1946, Tupperware logró lo impensable: convirtió sus recipientes de plástico en sinónimo de almacenamiento de alimentos.
Las célebres «fiestas Tupperware» fueron un fenómeno social, empoderando a muchas mujeres a través de una forma de comercio directo. Sin embargo, esos tiempos dorados ya no resonaban con las audiencias modernas. Los consumidores de hoy están más preocupados por la sostenibilidad, la innovación tecnológica y la conveniencia digital, tres áreas donde Tupperware quedó rezagada.
En su desesperado intento de recuperar terreno, la empresa intentó renovarse, expandiendo su línea de productos y entrando en mercados minoristas como Target. Incluso la pandemia de COVID-19, que impulsó temporalmente las ventas debido al aumento de la cocina en casa, no fue suficiente para revertir una tendencia de caída en la demanda.
La incapacidad de Tupperware para capturar la atención de los jóvenes y ofrecer soluciones verdaderamente sostenibles, junto con el aumento de costos de materias primas y logística, sellaron su destino.
El fracaso de Tupperware es una lección para las empresas que aún dependen de un legado histórico sin innovar profundamente. Como dijo Susannah Streeter, experta en mercados, «la fiesta ya terminó».
Los hábitos de consumo han cambiado y, mientras otras marcas han sabido evolucionar hacia prácticas más ecológicas y canales de distribución modernos, Tupperware se quedó atrapada en un modelo de negocio obsoleto. Es un recordatorio de que ningún negocio, por fuerte que sea su historia, está exento de la necesidad de reinventarse.
El ocaso de Tupperware no debe verse solo como el fin de una era, sino como una advertencia para las empresas tradicionales: en un mundo que cambia rápidamente, la nostalgia no es suficiente para garantizar la supervivencia.
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