Ese mismo día, María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández, ciertamente emocionada, revisitará vivita, nostálgica y coleando, su pasado legendario en el delicioso pueblo manchego que la alumbró. En ciertos casos, la realidad sobrepasa la ficción y el camino recorrido, desde esa calle orcelitana donde su fastuosa juventud en flor cantaba al Cristo semanasantero, los sueños más fantasiosos.
El tiempo no afectó al mito, que sigue marvellous y de cine, como lo comprobamos en la intimidad de su salón madrileño, conversando a media luz sobre las cosas de su vida y vitalista ecuación de forma.
¿La receta? Optimismo, mucha gimnasia diaria, té, cero café, galletas, cereales y frutas al desayuno, pescado crudo, cocina arroces de todo tipo, aunque el alicantino sea su preferido, sopitas mallorquinas, papaya y mango a granel, nada de dulces ni de anoréxica nouvelle cuisine que no la agradan. Fumar podría seguir siendo su placer, empero hace tiempo que jubiló los puros por gravísimos problemas de tiroides, que la dejaron en puertas de Tanatos en su juventud y se agravaron con la madurez. Debe su salvación a la pericia de un médico clave, el Dr. Gregorio Marañón, que la cuidó durante un año.
Es bello contemplarla, risueña, joven y encantadora, desgranando con emoción sus primeros recuerdos culinarios familiares, aderezados de todo el cariño que le profesaba sus padres y sus cinco hermanos.
Tiempos brutales, de miedos agobiantes y atroz guerra civil, apenas nutridos por la llamada cocina básica del pobre, de cuchara manchega y de hambre siempre. Antonia rememora cariñosamente gachas, migas, judías blancas y esas peculiares tortillas maternas, de huevos y harina, truco sustancioso engañando al estómago maltrecho y paliando la cruel escasez de patatas soñadas. Su primer recuerdo culinario de Madrid, donde llega en 1943 es todo un lujazo, pescadilla con lechuga, pero también de muchas penurias, frío y hambruna.
Por las aceras neoyorquinas le encanta comer perritos calientes, french fries regados de Coca Cola muy fría y, en restaurantes especializados, los tejanos T bones steaks con ensaladas enormes, recuerdo del Hollywood de sus mocedades.
Después, se entregará el merecido galardón de Gigante Universal a esa manchega prodigiosa, cuya historia bien podría ser un guión versando sobre destino contrariado, belleza descomunal y voluntad férrea. A Cervantes le hubiera encantado. Besos, enhorabuena, larga vida y violetas para Ud., Señora, amor con amor se paga.
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