Chiste: el del inspector de colchones y el marido de la cachonda

No todos estamos igual de dotados para los chistes.

Muchos, de entrada, se declaran insolventes en este campo, y seguramente tienen razón.

Todos hemos escuchado alguna vez la frase… «el chiste no tiene mucha gracia, pero me parto con la forma en que lo cuenta«.

Esta frase podría explicar la eterna duda de por qué las personas del mundo se dividen en graciosas y no graciosas.

¿Por qué el mismo chiste contado por una persona considerada seria no nos divierte tanto como si lo contara un graciosete redomado?

Los investigadores han encontrado que la forma en que la gente percibe una broma divertida depende de la persona que la está soltando, no de la calidad intrínseca del material.

EL TIMBRE Y LA CAMA

• Un paisano está con una señora en la cama. Acaban de echar un polvo y suena el timbre: ¡ring, ring!!
  -Es mi marido, escóndete debajo de la cama.
  No es el marido sino el repartidor de butano, que está como un queso y la cachonda decide aprovechar y mientras el que se la acaba de zumbar permanece escondido, mete al nuevo en el lecho y sigue la faena.
  Suena de nuevo el timbre.
  -Corre, escóndete en el armario.
  Esta vez es el marido, que entra en cuarto y ve a su mujer desnuda y un pie que aparece por debajo de la cama.
  Escamado y temiéndose lo peor, exclama:
  -Oiga ¿qué hace ahí?
  -Un momento que no es lo que parece, yo soy inspector de colchones y me metí para observar el colchón
  -¿Desnudo?
  -Sí, es para notar en mi cuerpo por donde pierde aire el colchón.
  El marido, un poco confuso, se excusa:
  -Bueno, usted perdone.
  A continuación abre el armario y encuentra al del butano:
  -Y usted ¿qué hace ahí?.
  -¿Usted se creyó lo que le acaba de contar el señor que está debajo de la cama?
  -Pues sí.
  -Bueno pues cierre el ascensor que voy al quinto.