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OCHO DÉCADAS DE LA FIESTA MÁS INTERNACIONAL DE VALENCIA

La Tomatina cumple 80 años con mucho tomate: Buñol inventa la ‘Tomaterapia’ con récord de turistas

La Tomatina de Buñol entre récords, anécdotas y atrayendo a miles de visitantes y renovando el espíritu festivo tras años difíciles

Periodista Digital 28 Ago 2025 - 18:13 CET
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La explosión roja más divertida del planeta.

La cuenta atrás ya ha terminado.

El bullicio de Buñol vuelve a teñirse de rojo.

La Tomatina se celebra el último miércoles de agosto de cada año.

La pequeña localidad valenciana se transforma en el epicentro mundial de la diversión desenfrenada, gracias a una tradición que cumple nada menos que 80 años: La Tomatina.

Este 2025, tras varios años marcados por restricciones y desafíos, el festival recupera su esplendor con el lema “Tomaterapia”, un guiño al poder terapéutico de arrojar tomates como símbolo de liberación y alegría colectiva.

Ha tenido esta vez 22.000 participantes, con el aforo completo semanas antes del evento.

Las calles, normalmente tranquilas, se han visto invadidas por visitantes de todo el mundo que buscan sumergirse –literalmente– en una de las experiencias más surrealistas y liberadoras del calendario festivo español.

La economía local y la imagen internacional de la comarca viven su particular agosto, con hoteles llenos y la hostelería desbordada.

La edición número 80 llega con récord y ganas de celebrar.

El pueblo, de apenas 10.000 habitantes, multiplicó por tres su población en cuestión de horas.

Una catarsis colectiva tras años de incertidumbre y dificultades.

Las redes sociales arden con imágenes y vídeos virales, y la cobertura mediática vuelve a situar a Buñol como la capital mundial del tomate.

En palabras de un participante habitual: “La Tomatina no es solo una batalla, es una forma de celebrar la vida y olvidar los problemas, aunque solo sea por un día”.

El origen: de la trifulca al mito global

Corría 1945 cuando un grupo de jóvenes, en pleno desfile de gigantes y cabezudos, desató una pelea cerca de un puesto de verduras. Nadie imaginó entonces que aquel estallido espontáneo, a base de tomates lanzados por pura rabia y diversión, sería el germen de una de las fiestas más emblemáticas del mundo. El evento se repitió al año siguiente y, pese a intentos de prohibición en los años 50, la presión popular llevó incluso a celebrar un simbólico “Entierro del Tomate” como protesta. Desde entonces, la Tomatina solo ha parado en contadas ocasiones, como la pandemia de 2020, pero siempre ha regresado con fuerza y más participantes.

Hoy, la fiesta es Interés Turístico Internacional, está regulada y vigilada, y ha exportado su formato a países tan dispares como India o Australia, aunque el original de Buñol sigue siendo el auténtico imán para los amantes del turismo festivo.

Así se vive la Tomatina: rituales, normas y “Tomaterapia”

El último miércoles de agosto arranca pronto en Buñol. Los más osados alargan la noche anterior con la famosa “empalma”, que consiste en enlazar la fiesta nocturna con la batalla matinal. A las 10:00, el pueblo calienta motores con el “palo jabón”, un poste engrasado con un jamón en la cima: solo cuando alguien logra derribarlo, se da el pistoletazo de salida para la auténtica guerra roja.

A las 11:00, seis camiones entran en escena y descargan 120.000 kilos de tomates tipo pera, cultivados especialmente para la ocasión y no aptos para el consumo. Tras la señal, comienza una hora frenética donde todo vale, salvo dañar a otros: los tomates deben aplastarse antes de lanzarlos, y el uso de gafas y guantes es más que recomendable. Cuando suena la segunda carcasa, la batalla termina y empieza una limpieza exprés que deja las calles impolutas gracias a la acidez del tomate.

El lema de este año, “Tomaterapia”, refleja el espíritu de una fiesta que, tras la tempestad vivida por la DANA de octubre y los coletazos de la pandemia, busca ser un bálsamo colectivo. El concejal de fiestas, Sergio Galarza, lo resume así: “Renacemos y estamos preparados para lo que nos venga”.

Datos locos

Ranking

  1. La “empalma”: vivir la noche previa en los bares y chiringuitos del pueblo.
  2. El “palo jabón”: espectáculo de habilidad y risas aseguradas.
  3. La llegada de los camiones y el primer tomate lanzado.
  4. El instante en que las cajas vuelcan toneladas de tomate sobre la multitud.
  5. El baño improvisado en las fuentes o charcos del pueblo tras la batalla.
  6. El ambiente en la Plaza del Pueblo, teñida de rojo, con música y alegría desbordante.
  7. El desfile del “Entierro del Tomate”, cuando la fiesta estuvo prohibida: pura historia local.

La Tomatina, como toda fiesta multitudinaria, ha evolucionado en legislación y control. El acceso está regulado, el aforo limitado y la venta de entradas supervisada por el ayuntamiento. Se han implementado normas estrictas para evitar incidentes: no se pueden lanzar objetos duros, es obligatorio aplastar los tomates, y la seguridad sanitaria es prioritaria, sobre todo desde la pandemia. Además, se promueve el respeto al entorno y la colaboración en la limpieza, que es casi tan espectacular como la propia batalla.

El auge del turismo festivo ha puesto a Buñol en el mapa global, pero también ha obligado a repensar el modelo para hacerlo sostenible. La fiesta no solo atrae visitantes, sino que impulsa la economía local y refuerza el sentido de identidad de toda la comarca.

 

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