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Trump da luz verde a las deportaciones masivas de "ilegales"

Empieza la «caza» al inmigrante en Estados Unidos

Los agentes migratorios podrán operar prácticamente en cualquier lugar para detener a inmigrantes en cualquier parte: escuelas, iglesias, refugios, tribunales...

Paul Monzón 22 Ene 2025 - 06:02 CET
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La decisión del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) de eliminar la regla de “áreas sensibles” marca un cambio significativo en la política migratoria de Estados Unidos, levantando preguntas y generando preocupación entre defensores de derechos humanos, comunidades religiosas y jurídicas.

Este cambio permite a los agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) realizar operativos en espacios antes considerados fuera de límites, como escuelas, iglesias, refugios y tribunales. Aunque la justificación oficial enfatiza la necesidad de combatir el crimen y reforzar el cumplimiento de la ley, las implicaciones de esta medida son profundas y multifacéticas.

La secretaria interina del DHS, Benjamine Huffman, sostiene que esta acción busca frenar una “invasión” en la frontera sur y garantizar que los criminales no se escuden en lugares protegidos. Sin embargo, detrás de este discurso aparentemente pragmático, surgen interrogantes fundamentales sobre las repercusiones en la vida diaria de millones de inmigrantes y en el tejido social estadounidense.

Las escuelas y las iglesias, tradicionalmente percibidas como espacios de seguridad y refugio, podrían convertirse en zonas de temor e incertidumbre para comunidades vulnerables.

Este cambio político no solo afecta a quienes se encuentran en el país de manera irregular, sino también a aquellos que dependen de estas instituciones para su educación, desarrollo espiritual y apoyo emocional.

Por otro lado, Huffman defiende esta política como una respuesta a lo que describe como la “abuso” del programa de libertad condicional humanitaria bajo la administración Biden. Según sus declaraciones, esta herramienta fue utilizada para permitir la entrada de 1.5 millones de migrantes, una cifra que considera inaceptable. La nueva directriz pretende regresar al análisis “caso por caso”, un enfoque que podría ser más selectivo pero también más excluyente, especialmente si no se acompaña de recursos suficientes para garantizar la evaluación justa de cada caso.

Históricamente, la política de “áreas sensibles” había sido una herramienta clave para fomentar la confianza entre las comunidades inmigrantes y las autoridades.

En administraciones pasadas, estados como Nueva York implementaron leyes para proteger estas zonas, reconociendo que el acceso a la justicia y la colaboración ciudadana son pilares esenciales para una sociedad equitativa. La eliminación de esta protección podría disuadir a testigos de delitos o víctimas de violencia de presentarse ante la ley por miedo a ser detenidos o deportados, creando un efecto dominó en la seguridad pública.

Detrás de estas políticas también resuena el eco de posturas políticas polarizadoras. Las medidas adoptadas por el DHS se alinean con una narrativa que prioriza el control migratorio por encima de los derechos humanos y la integración social. Esto plantea una reflexión importante: ¿hasta qué punto estas decisiones fortalecen la seguridad nacional y a qué costo para los valores democráticos y la cohesión comunitaria?

Más allá de los argumentos oficiales, es crucial considerar el impacto humano de estas políticas. Familias separadas, niños traumatizados al ver a agentes migratorios irrumpir en sus escuelas, comunidades de fe perturbadas en su capacidad de ofrecer refugio moral y físico; estas son las historias que podrían multiplicarse bajo la nueva normativa. En un país construido por inmigrantes, la pregunta no debería ser solo cómo controlar la migración, sino también cómo honrar los principios de justicia y dignidad que han definido a la nación.

En este momento crítico, es esencial que la sociedad civil, los líderes comunitarios y los responsables políticos consideren cuidadosamente las consecuencias de estas decisiones. Las áreas sensibles no solo son espacios físicos; representan un pacto social que garantiza que, incluso en tiempos de tensión, la humanidad prevalece sobre el miedo y la división.

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