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Hoy, lunes 16 de junio de 2025, la tensión en Oriente Medio alcanza uno de sus picos más altos en años.
Irán y Israel han intercambiado múltiples oleadas de ataques desde el viernes, con un saldo devastador: más de 224 muertos y 1.277 heridos solo en territorio iraní, tras intensos bombardeos israelíes sobre infraestructuras críticas y zonas residenciales.
Del otro lado, los misiles iraníes han caído sobre ciudades israelíes, dejando al menos 14 fallecidos y casi 400 heridos.
Este domingo, los israelíes eliminaron también al jefe de la Unidad de Inteligencia de las Fuerzas Armadas iraníes.
El jefe de la Unidad de Inteligencia de las Fuerzas Armadas iraníes eliminado por Israel es el general de brigada Mohammad Kazemi, jefe de la Organización de Inteligencia del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (IRGC).
Junto a él, también murió su adjunto, el general Hassan Mohaqqeq.
La población civil, tanto en Teherán como en Tel Aviv o Jerusalén, vive bajo el constante sonido de sirenas y explosiones.
La escalada ha enterrado, al menos por ahora, cualquier esperanza de diálogo.
Las conversaciones previstas sobre el programa nuclear iraní entre representantes estadounidenses e iraníes en Omán fueron canceladas a última hora, reflejando el colapso diplomático que acompaña a la violencia. La comunidad internacional observa con inquietud cómo la región se desliza hacia un conflicto abierto a gran escala.
Ataques sin precedentes y objetivos estratégicos
La ofensiva israelí ha sido especialmente contundente este fin de semana. Fuentes militares israelíes aseguran que los primeros ataques emplearon tanto aviones como drones infiltrados previamente en territorio iraní para golpear instalaciones clave y eliminar figuras relevantes del programa nuclear persa. El propio jefe de inteligencia de la Guardia Revolucionaria iraní figura entre las víctimas mortales.
Según el ejército israelí, los blancos seleccionados tenían un papel crucial en el desarrollo armamentístico nuclear: “La eliminación de estos individuos representa un golpe significativo para la capacidad del régimen iraní de adquirir armas de destrucción masiva”, aseguraban fuentes militares. Las imágenes de columnas de humo sobre refinerías en Teherán dan cuenta del alcance del ataque.
En respuesta, Irán ha lanzado más de 270 misiles desde el viernes. Aunque la mayoría han sido interceptados por los sistemas antiaéreos israelíes —con apoyo directo de fuerzas estadounidenses— al menos una veintena logró impactar áreas residenciales. Este lunes por la mañana se reportaban nuevas explosiones en territorio israelí tras otra andanada iraní.
La sombra de Washington y el largo plazo
Mientras el intercambio bélico se intensifica, la Casa Blanca ha dejado claro su respaldo a Israel.
Fuentes próximas al gobierno estadounidense subrayan que la operación militar israelí sobre Irán cuenta con una aprobación implícita de Washington y que su desarrollo está previsto para “semanas, no días”.
Esto implica un compromiso prolongado que podría redibujar el mapa geopolítico regional.
A pesar del apoyo estadounidense actual, algunos antecedentes revelan las tensiones pasadas entre ambos aliados respecto a cómo gestionar la amenaza iraní. Según informaciones recogidas por medios internacionales este fin de semana, el expresidente Donald Trump llegó a rechazar personalmente un plan israelí para asesinar al líder supremo iraní Ayatolá Ali Jamenei durante su mandato, temiendo una escalada incontrolable. Este dato ilustra hasta qué punto las decisiones tácticas pueden tener ramificaciones estratégicas imprevisibles.
Las consecuencias humanitarias y políticas
La magnitud del conflicto se refleja en cifras alarmantes: cientos de muertos y heridos, infraestructuras destruidas y miles obligados a buscar refugio durante horas o días enteros. El temor es palpable entre poblaciones ya castigadas por conflictos recientes —como los habitantes del sur de Israel, aún afectados por la guerra con Hamás iniciada tras el ataque del 7 de octubre— o los ciudadanos iraníes enfrentados a una economía devastada por sanciones y ahora también por bombardeos.
En este contexto:
- Las protestas internas resurgen en Irán ante la crisis económica agravada.
- El gobierno israelí mantiene su discurso centrado en “la defensa existencial”.
- Las cancillerías europeas piden un alto el fuego inmediato, mientras Rusia y China aprovechan para reforzar su posición diplomática en la región.
La mesa negociadora está vacía y el riesgo de contagio regional —con actores como Hizbulá o milicias proiraníes en Siria e Irak vigilando— es más real que nunca.
¿Qué esperar ahora?
Con la operación militar israelí lejos de concluir y sin señales claras de desescalada desde Teherán, Oriente Medio entra en una fase peligrosa. El conflicto podría prolongarse durante semanas; las autoridades israelíes insisten en que no cederán hasta desmantelar por completo las capacidades nucleares e infraestructurales clave de Irán.
Mientras tanto, queda latente una pregunta: ¿podrán los actores internacionales articular alguna forma de mediación antes de que las consecuencias humanas y políticas sean irreversibles? Hoy por hoy, la respuesta parece tan incierta como el propio futuro inmediato de la región.
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