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Hoy, 10 de julio de 2025, Kiev vuelve a ser el epicentro de la guerra en Europa tras una segunda noche consecutiva de asaltos aéreos rusos.
Los ataques, descritos por las autoridades locales como los más intensos desde el inicio de la invasión a gran escala, han dejado al menos dos muertos y trece heridos, según datos preliminares.
Esta nueva ofensiva no solo evidencia el aumento en la capacidad destructiva rusa, sino también el endurecimiento del pulso geopolítico entre Moscú y Washington.
La noche fue larga y angustiosa para los habitantes de la capital ucraniana.
A partir de la 1:15 de la madrugada, el cielo se llenó del zumbido de los drones Shahed y del estruendo de explosiones continuas que se prolongaron durante más de una hora. El histórico distrito de Pechersk y las zonas de Shevchenkivskyi y Darnytskyi sufrieron incendios en edificios residenciales, mientras los equipos de emergencia trabajaban sin descanso para atender a los heridos y sofocar las llamas.
La magnitud del ataque resulta apabullante: solo durante la pasada madrugada, Rusia lanzó 728 drones —entre ellos numerosos artefactos kamikaze y señuelos— junto a 13 misiles balísticos sobre el país. Las defensas aéreas ucranianas lograron interceptar la gran mayoría —más de 700 drones neutralizados— pero algunos lograron impactar en zonas habitadas, especialmente en ciudades alejadas del frente como Lutsk, Ternopil o Rivne.
Contexto político: presión sobre Estados Unidos y Europa
Este repunte bélico coincide con un momento crítico en la relación entre Estados Unidos, Ucrania y Rusia. La administración Trump, que recientemente anunció una congelación temporal en el envío de ciertos sistemas antiaéreos a Ucrania debido a preocupaciones sobre sus propios arsenales, se encuentra bajo presión internacional para mantener su apoyo militar a Kiev.
El propio Donald Trump ha endurecido públicamente su discurso contra el presidente ruso. «No estoy contento con Putin, eso puedo decirlo claramente ahora mismo, porque está matando a mucha gente», declaró este martes. Trump criticó abiertamente lo que calificó como *»mucho b** que nos lanza Putin»* y dejó entrever que el líder ruso se muestra cordial pero sin intención real de negociar un alto el fuego.
Mientras tanto, la respuesta oficial del Kremlin ha sido fría y desafiante. El portavoz Dmitry Peskov declaró ante los medios que Moscú permanece «bastante tranquilo» ante las crecientes críticas estadounidenses y minimizó cualquier efecto real sobre la estrategia rusa.
Impacto humanitario: miedo y resiliencia
El saldo humano crece cada día. Solo en las últimas 48 horas han muerto al menos siete personas en distintos puntos del país por ataques con drones o misiles rusos. En Kiev, decenas de familias pasaron la noche refugiadas bajo tierra mientras ardían coches y edificios; en Lutsk, casi todo el arsenal lanzado anoche estaba dirigido contra infraestructuras civiles y militares clave.
Las autoridades ucranianas han instado a reforzar los contactos con Washington para reactivar el envío urgente de interceptores para los sistemas Patriot, considerados fundamentales para proteger ciudades como Kiev ante ataques masivos con misiles balísticos. El presidente Volodímir Zelenski insiste en que «este ataque es otra prueba» de que Moscú no tiene interés real en alcanzar un acuerdo diplomático y reclama más sanciones económicas contra Rusia.
¿Responde Putin a las críticas directas?
Uno de los elementos más llamativos del actual momento diplomático es cómo responde el Kremlin cuando las críticas provienen directamente del presidente estadounidense. Trump no ha escatimado calificativos duros ni amenazas veladas respecto al suministro militar a Ucrania o al propio liderazgo ruso. Sin embargo, por ahora Putin ha optado por mantener un tono distante y poco reactivo ante estos ataques verbales, delegando la respuesta en portavoces oficiales que restan importancia al asunto.
Esta actitud puede interpretarse como una estrategia calculada: mostrar control ante la opinión pública rusa e internacional mientras se mantiene la presión militar máxima sobre Ucrania. No obstante, detrás del aparente desdén puede subyacer cierta preocupación ante el posible aumento de asistencia militar occidental si Moscú cruza nuevas líneas rojas.
Escalada sostenida: perspectivas para los próximos días
La tendencia es clara: junio batió récords con más de 5.400 drones lanzados por Rusia sobre Ucrania solo ese mes, marcando una nueva fase en la guerra caracterizada por ataques cada vez más masivos y sofisticados. Los analistas coinciden en que Moscú busca desgastar tanto las capacidades defensivas como la moral ucraniana mediante una presión constante sobre centros urbanos alejados del frente directo.
A corto plazo, cabe esperar:
- Más ataques nocturnos con drones baratos pero difíciles de interceptar.
- Incremento en el uso combinado de misiles balísticos para saturar sistemas antiaéreos.
- Mayor presión política sobre Estados Unidos para acelerar o desbloquear nuevos envíos militares.
- Continuidad en la retórica desafiante del Kremlin ante cualquier crítica internacional.
Mientras tanto, Kiev resiste con estoicismo pero advierte: sin ayuda exterior suficiente, el coste humano podría dispararse aún más si Rusia mantiene este ritmo ofensivo.
Hoy, Ucrania enfrenta no solo una amenaza militar directa sino también un pulso geopolítico donde cada palabra —y cada misil— cuenta.
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