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Hoy, 28 de julio de 2025, Tailandia y Camboya han acordado un alto el fuego inmediato e incondicional después de cinco días de intensos enfrentamientos en su disputada frontera. El pacto, mediado en parte por la presión internacional y negociado en Malasia, pone fin –al menos temporalmente– a la mayor crisis militar entre ambos países en más de una década. Las palabras clave de enfoque como alto el fuego, frontera y conflicto reflejan el núcleo de esta crisis regional, cuyas consecuencias humanitarias y geopolíticas aún resuenan.
Una tregua bajo la sombra del desastre
La noticia del alto el fuego llega tras una escalada militar que ha dejado al menos 35 muertos y más de 200.000 desplazados en las provincias limítrofes. El acuerdo fue anunciado a medianoche hora local por los primeros ministros de ambos países, Hun Manet por Camboya y Phumtham Wechayachai por Tailandia, durante una reunión en Putrajaya, cerca de Kuala Lumpur. Esta cita, organizada por la presidencia malasia de la ASEAN, contó con la presencia de observadores estadounidenses y chinos, subrayando el peso internacional del conflicto.
Pese al anuncio oficial, los combates continuaron hasta horas antes del pacto, con denuncias cruzadas de ataques sobre localidades civiles y posiciones militares. En ciudades como Samraong (Camboya) y Surin (Tailandia), la población vivía bajo constantes explosiones y el temor a una ofensiva a gran escala.
- Los líderes tailandeses han insistido en la necesidad de una “intención sincera” para cumplir el acuerdo.
- Las fuerzas camboyanas han señalado que “no tienen otra opción más que contraatacar” si se reanudan las hostilidades.
Origen histórico del conflicto
El choque entre Tailandia y Camboya hunde sus raíces en disputas coloniales no resueltas. La delimitación fronteriza impuesta por Francia en 1907 dejó áreas ambiguas alrededor de templos ancestrales como Preah Vihear y Ta Muen Thom. El fallo de la Corte Internacional de Justicia en 1962 sobre Preah Vihear no logró apaciguar los ánimos, y los roces se intensificaron entre 2008 y 2011 con nuevos choques armados.
En febrero de este año, un incidente simbólico –la prohibición tailandesa a que visitantes camboyanos cantaran su himno nacional en Ta Muen Thom– reavivó las tensiones. El asesinato de un soldado camboyano en mayo fue el preludio al estallido bélico del pasado jueves, cuando una mina hirió a cinco soldados tailandeses, desencadenando el cruce de artillería que ha marcado estos días.
Impacto humanitario
La crisis ha tenido efectos devastadores para decenas de miles de familias:
- Más de 200.000 desplazados han buscado refugio fuera del alcance del fuego cruzado.
- Un mínimo de 35 fallecidos confirmados (con cifras aún por actualizar) y más de 200 heridos.
- Ataques a infraestructuras civiles: hospitales, escuelas y estaciones de servicio han sufrido daños directos.
- En Tailandia se declaró la ley marcial en ocho distritos fronterizos para “salvaguardar vidas y propiedades”.
Las imágenes desde ambos lados muestran filas interminables hacia refugios temporales, escuelas convertidas en improvisados centros para desplazados y comercios cerrados ante el temor a saqueos o daños colaterales.
Factores externos e implicación internacional
El alto el fuego no se entiende sin el papel jugado por actores internacionales:
- Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, presionó abiertamente a ambas partes con posibles sanciones comerciales si proseguían los combates.
- Malasia, como presidente rotatorio de la ASEAN, impulsó la negociación directa entre comandantes militares.
- Observadores chinos participaron para garantizar cierta neutralidad regional.
- La ONU convocó reunión urgente del Consejo de Seguridad ante el riesgo de desestabilización regional.
El propio Trump advirtió que ningún acuerdo comercial progresaría mientras siguieran las hostilidades. Esta amenaza económica resultó determinante para forzar a los gobiernos a negociar.
Escenario actual y perspectivas
Aunque ambas partes han prometido “cesar inmediatamente” los ataques, la realidad sobre el terreno sigue siendo incierta:
- Enfrentamientos esporádicos se mantenían esta mañana en puntos calientes como Preah Vihear y Oddar Meanchey.
- Tailandia exige garantías concretas antes de reabrir pasos fronterizos o devolver embajadores.
- Camboya ha ordenado la retirada progresiva pero advierte que responderá a cualquier provocación.
La desconfianza mutua es palpable. Lamduan Chuenjit, vecina desplazada desde Surin, lo resume así: “Espero que las negociaciones hoy traigan un alto el fuego, pero no estoy segura de que Camboya sea confiable”.
Las autoridades prevén nuevas reuniones bilaterales entre mandos militares este martes para coordinar retirada progresiva y desminado en zonas críticas. La reapertura total de fronteras parece lejana hasta que se establezcan mecanismos efectivos para evitar nuevos incidentes.
Claves para entender lo que puede venir
La experiencia histórica invita a la cautela. Los altos el fuego anteriores han sido frágiles ante provocaciones o incidentes menores. Ahora pesan factores adicionales:
- Presión internacional fuerte: Estados Unidos no retirará su advertencia comercial fácilmente.
- Vigilancia regional: ASEAN busca establecer observadores permanentes en puntos críticos.
- Desplazados: La gestión humanitaria inmediata será crucial para evitar brotes sociales o políticos internos.
- Memoria histórica: La educación nacionalista sobre estos territorios alimenta recelos mutuos difíciles de erradicar.
El futuro inmediato dependerá del cumplimiento efectivo del alto el fuego y del progreso real en las conversaciones bilaterales bajo supervisión internacional.
En suma, el acuerdo alcanzado hoy representa un respiro imprescindible para dos países sacudidos por décadas de recelos históricos. Sin embargo, la paz duradera exigirá voluntad política sostenida, confianza mutua renovada y atención prioritaria a las víctimas civiles. Las próximas horas serán decisivas para comprobar si este alto el fuego es solo un paréntesis o puede abrir la puerta a una solución estable.
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